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Índice general

Índice de primeros versos

Notas

Obras

Nota de transcripción


Cubierta del libro

p. iii

Garcilaso


p. v

CLÁSICOS CASTELLANOS

GARCILASO

OBRAS

MADRID

EDICIONES DE «LA LECTURA»

1911


p. vi


IMPRENTA DE «CLÁSICOS CASTELLANOS»


p. vii

INTRODUCCIÓN

Garcilaso de la Vega nació en Toledo, año de 1503; fue hijo segundo de D. García[1], notable político de la Corte católica, y de D.ª Sancha de Guzmán, señora de Batres; hubo en su estirpe escritores, artistas, santos y guerreros, desde D. Pedro Laso, almirante del Rey Alfonso el Sabio, hasta su hermano el mayorazgo, llamado también D. Pedro Laso, corregidor de Toledo y capitán del partido rebelde al comienzo de las Comunidades, cuando estas defendían sinceramente los fueros castellanos[2].

p. viiiSiendo Garcilaso mozo de pocos años quedó huérfano de padre; pasó en Toledo su primera juventud[3], y cuando fue de edad para servir al César, recibiole este en la noble guardia de su persona.

«En el hábito del cuerpo tuvo justa proporción, porque fue más grande que mediano, respondiendo los lineamentos y compostura a la grandeza; la trabazón de los miembros igual, el rostro apacible con gravedad, la frente dilatada con majestad, los ojos vivísimos con sosiego, y todo el talle tal, que aun los que no le conocían, viéndole le juzgaran por hombre principal y esforzado, porque resultaba de él una hermosura verdaderamente viril[4]

Fue un perfecto cortesano; hablaba el griego, el latín, el toscano y el francés; manejaba las armas con gentileza; tañía el arpa y la vihuela con rara habilidad, y en las fiestas galantes, con Boscán, Acuña, Mendoza y Villalobos, triunfaba por su ingenio y su donaire; llevole a la corte de Francisco I una airosa embajada de la Emperatriz; en la deleitosa Nápoles, predilecto del virrey D. Pedro de Toledo, sirvió al Estado en cargosp. ix de privanza; y en cortejos y amoríos, como poeta y caballero, rindió su tributo a las costumbres de su tiempo; dos amores, en distintas fechas, pasaron por sus versos con singular fragancia de sinceridad: el de Galatea o Elisa, la musa campesina de sus églogas, muerta en la juventud[5], y el de cierta dama napolitana, sirena misteriosa, musa gentil de sus sonetos[6]; en 1526, acaso demasiado joven, fue desposado con doña Elena de Zúñiga, señora muy principal, hija de D. Íñigo, el maestresala de la Reina D.ª Isabel; en 1532, por su complicidad en el desposorio de un sobrino suyo con D.ª Isabel de la Cueva, sobrina del Duque de Alburquerque, desobedeciendo la voluntad de los Reyes, estuvo algunos meses desterrado en una isla del Danubio[7].

Garcilaso, soldado, fue espejo de valientes; afecto al César por educación y gratitud, se batióp. x contra los comuneros en Olías[8]; formó en la expedición de los sanjuanistas en defensa de la malograda isla de Rodas, 1522[9]; peleó contra los franceses en Fuenterrabía, 1523, y contra los florentinos en Italia, 1530; tomó parte, acaso, en el socorro de Viena, amenazada por Solimán el Magnífico, 1532, y luchó contra Barbarroja en la caballeresca empresa de Túnez; varias veces fue herido, y las más de ellas en el rostro; osado hasta la temeridad, se halló en trances de muerte, y en un siglo de héroes, la fama de su valor sobresalió hasta lo legendario[10]. En 1536, día 23 de setiembre, pasando las tropas imperiales frente a la torre de Muey, a cuatro millas de Frejus, en la Provenza, unos cuantos arcabuceros, con piedrasp. xi y venablos, molestaron a los soldados desde los muros; en ellos abrió brecha la artillería, y como el Emperador se extrañase de que sus peones retardaran el asalto, picose más que nadie Garcilaso, maestre de campo de la gente que al caso estaba más obligada, y sin casco ni coraza, solo con rodela y espada, arremetió escala arriba temerariamente; despeñaron de lo alto una gran piedra que, alcanzándole en la cabeza, le hizo caer de espaldas en el foso con herida mortal; irritados sus soldados, escalaron la torre, y el Emperador, sañoso, mandó demolerla hasta los cimientos y ahorcar a sus defensores, «rigor desacostumbrado en el ánimo benigno de tan gran Príncipe, que nos muestra bien el exceso de dolor y rabia con que destrozó su alma tan trágico suceso»[11]; llevado el herido a los reales de Niza, acabó sus días en 14 de octubre, a los treinta y tres años de edad[12].

Perdiose el poeta Garcilaso antes de manifestarp. xii plenamente el fruto de su virtud; la guerra y la política ocuparon su actividad; gastó su vagar en ejercicios cortesanos, y solo por deleite, por homenaje de amistad, por discreteo galante o por desahogo de su corazón dio a las letras, en cortas ocasiones, el regalo de sus versos. Era en su tiempo el humanismo gala de la nobleza, privaban los poetas entre las gentes de calidad, y los príncipes y los magnates estudiaban las obras de los clásicos.

No publicó él sus versos ni acaso se cuidó de conservarlos; olvidados quedaron los que escribió en toscano y en latín[13], y de los castellanos, solo han llegado hasta nosotros los que la diligencia de Boscán, su entrañable amigo, logró reunir; estos fueron tres églogas, dos elegías, una epístola, cinco canciones y varios sonetos[14], los cuales, dados a la imprenta en 1543 por D.ª Ana Girón de Rebolledo, viuda de Boscán, juntamente con los de su marido[15], fueron reeditados en aquel mismo siglo hasta veinticuatro o veinticinco veces.

p. xiiiLa métrica italiana, apenas importada por Boscán, halló en Garcilaso un feliz defensor; si erró su gusto en la rima al mezzo, acertó en el terceto y en la octava rima; del verso suelto solo dejó un breve ensayo; dio del soneto y de la estancia lírica ejemplos acabados, y de su dulce lira tanto supo pulir la perfección, que el mismo fray Luis no pudo aventajarle; por su destreza técnica y su intuición poética, aventajando extraordinariamente a sus compañeros Acuña, Mendoza y Boscán, primeros adalides del verso endecasílabo, aseguró en España, con triunfo prodigioso, el estilo toscano[16].

p. xivCon las nuevas formas métricas recibimos de Italia abundantes materiales de su Parnaso; «nuestros poetas se apropiaron, como bienes mostrencos las ideas que —en aquellas formas— habían vertido los italianos, y estos y los clásicos antiguos de Grecia y Roma abastecieron a la Musa ibérica, de tal modo, que en los unos y en los otros pueden buscarse, casi siempre con fruto, durante los dos últimos tercios del siglo XVI y una buena parte del XVII, las fuentes de nuestro vasto caudal de asuntos y pensamientos poéticos. Todos imitaban, todos traducían; trajímonos con los moldes la masa echada en ellos, y nuestro Parnaso perdió en originalidad genuínamente española cuanto ganó en brillantes atavíos, en amplitud de formas y en riqueza y variedad de modos de expresión[17]

Los modelos preferentemente seguidos por Garcilaso fueron Sannazaro en las églogas, y en las canciones y sonetos, el Petrarca; el Brocense y Herrera, grandes eruditos, pusieron tal cuidado en descubrir sus imitaciones, que apenas le dejaron idea original; fueron en gran parte justificadas las protestas que esto ocasionó. Hallose Garcilaso en el principio de una edad naciente, rota la vieja tradición poética, transformada la vida nacional yp. xv encendido el espíritu en nuevas ideas con el hervor de las humanidades; no fue pequeña empresa en tales circunstancias adaptar su sentir al gusto clásico, sacar de la Edad Media al habla castellana dándole la dulzura y flexibilidad que faltaba a su bizarría, y sin hacer de las letras profesión —entre las armas del sangriento Marte—, tomando ora la espada, ora la pluma[18], echar los fundamentos de la lírica moderna. Media en la historia de nuestra poesía, un paso de gigante entre Garcilaso y el más moderno de sus predecesores.

Si en sus obras falta, realmente, originalidad, castellanía, espíritu de raza, en fin, alma española, las andanzas de su vida, el provecho de sus pocos años, su obra mal conservada y su temprana muerte le disculpan.

Es su estilo suave y armonioso, dotado de elegancia y humildad en admirable ligamento; «las sentencias son agudas, deleitosas y graves; las palabras, propias y bien sonantes; los modos de decir, escogidos y cortesanos; los números, aunque generosos y llenos, son blandos y regalados; el arreo de toda la oración está retocado de lumbres y matices que despiden un resplandor antes nunca visto; los versos son tersos y fáciles, todos ilustrados de claridad y ternura, virtudes muyp. xvi loadas en los poetas de su género»[19]; el castellano ha conservado fielmente todos sus giros y modismos; después de cuatro siglos de existencia, su lenguaje aún mantiene lozanía y juventud.

Por natural predilección de su temperamento fue más afortunado en la llaneza de las églogas que en el petrarquismo de los sonetos. Admiraban las gentes la bondad de su trato, el agrado de sus palabras y la singular simpatía con que ganaba los corazones; enemigo de vituperio, detúvose de sí mismo sorprendido, si alguna vez a sátira se fue su paso a paso[20]; sentía la paz del campo, la majestad de la naturaleza, el encanto del agua y de los árboles, del cielo y de la luz; envidiaba a Boscán en su vida burguesa y sosegada[21], y en más de una ocasión, deseando, sin duda, apartarse de la milicia y de la Corte, solicitó servicios provincianos; soldado del gran César, no se inspiró su musa, al parecer, ni en los triunfos de las armas ni en el esplendor imperial.

Nótase en el fondo de sus versos cierto amargor de vida malograda, cierta inquietud y descontentamiento de una no realizada aspiración; sentíase corrido y salteado de generosa vergüenzap. xvii ante la flaqueza de su voluntad (Canción IV, 53); lamentaba el errado proceso de sus años (Soneto VI), y maldecía las horas y momentos —gastados mal en libres pensamientos— (Canción IV, 119). Diez años fue casado, y de ellos más de seis anduvo lejos de su hogar; pródigo de su pluma con amigos y parientes[22], el nombre de su esposa D.ª Elena, en el desconsuelo de su soledad, no tuvo entre sus versos, que se sepa, ni una dedicatoria ni un recuerdo; y en tanto Elisa —D.ª Isabel Freyre—, cuyos cabellos de oro tejieron la red en que el poeta vio enredada y revuelta su razón (Canción IV, 101), fue númen inspirador de sus composiciones más sentidas; Elisa, Galatea y acaso Camila, fueron D.ª Isabel, como Salicio y Nemoroso, y acaso Albanio, fueron, en suma, Garcilaso[23]; lícitas eran, ciertamente, enp. xviii aquellos tiempos del amor perfecto, galanterías que hoy condenan nuestras costumbres, pero ello no fue obstáculo para que el mismo traductor de El Cortesano, el buen Boscán, cantara las delicias de la vida doméstica y las bondades de su propia mujer[24]. Si drama hubo secreto en la conciencia del poeta, y hay medio de poderlo descubrir, no faltará quien pronto nos lo diga; sea, entre tanto, permitida la indiscreción de estos aventurados pormenores, contra la injusticia de los que han culpado a Garcilaso de vano, artificioso y falto de interés en la expresión de sus sentimientos.

Llamáronle sus contemporáneos príncipe de los poetas castellanos; cien ingenios lamentaron su muerte en canciones de duelo; sus imitadores y partidarios fueron denominados garcilasistas por Cervantes; Lope, en muchos pasajes, le tuvo en la memoria; Sebastián de Córdoba, viendo cuán común y manual andaba su libro entre las gentes, pretendió mejorar su doctrina vertiéndolo a lo divino[25]; por el mismo camino, D. Juan de Andosilla Larramendi salió con su Cristo Nuestro Señor en la Cruz, hallado en los versos de Garcilaso, y el sabio Sánchez de las Brozas, el divino Herrerap. xix y el culto Tamayo de Vargas pusiéronle con sus comentarios en la consideración de un autor clásico; estas son pruebas fehacientes de la popularidad que en todos tiempos disfrutó Garcilaso.

El texto de la presente edición se ajusta exactamente al que Fernando de Herrera dio en sus Anotaciones; Clásicos Castellanos prefieren reproducir este texto famoso, indiscutiblemente útil para el estudio de las letras, en vez de lanzarse a una edición nueva, semi-erudita, que, sin responder de lleno a las exigencias de la crítica filológica, pudiera resultar indigesta e ineficaz en su misión vulgarizadora.

Herrera usó en su libro aquella escrupulosa ortografía, por él ideada, que apenas tuvo partidarios sino en Sevilla, entre sus familiares[26]; de ella respeta esta edición todo lo que puede tener valor fonético, como en la Égloga I, dino 34, vitoria 35, entristesco 254, mesquina 368, inesorable 377, comovida 383, en la Égloga II, acidente 131, eleción 166, mesclado 252, noturna 297, nétar 1298, etc.; pero se ha modernizado aquello quep. xx solo afecta a la escritura, como en la Égloga I apressura 18, iedra 38, avezina 83, immortales 395, y se ha repuesto la vocal, prescindiendo del apóstrofo, en formas como nombre ’n todo (Égloga I, 8); qu’ apressura 18, qu’ en vano 20, al’ otra (Elegía II, 20), etc.

Entre nuestras notas ha sido recogido de los libros del Brocense, Herrera, Tamayo y Azara todo cuanto ha parecido adaptable al carácter de Clásicos Castellanos, omitiendo, por tanto, muchas citas sobre concordancias e imitaciones, que son asunto para tratarlo detenidamente en un trabajo de pura erudición.

Tomás Navarro Tomás.


p. xxi

DATOS BIBLIOGRÁFICOS

Las obras de Garcilaso, a partir de la primera edición, hecha, como se ha dicho, en Barcelona en 1543, se publicaron muchas veces con las de Boscán, ocupando el cuarto libro de Las obras de Boscán y algunas de Garci Lasso de la Vega, repartidas en cuatro libros; pero el gusto del público, demostrando de día en día creciente predilección por las de Garcilaso, movió a los impresores a editarlas separadamente, quedando, desde este punto, casi olvidadas las del amigo que hasta entonces, en su compañía, había participado de su triunfo. En 1570 tuvo ya Garcilaso por sí solo una edición: «Las obras del Excellente Poeta Garci-Lasso de la Vega, en esta postrera imprission corregidas de muchos errores que en todas las passadas auia — Madrid, Alonso Gómez, 1570—; 8.º, 78 hojas foliadas, incluso las preliminares. — Contiene únicamente las poesías sin anotaciones»;p. xxii véase Pérez Pastor, Bibliografía madrileña, Madrid, 1901, núm. 43.

Obras del excelente poeta Garci-Lasso de la Vega; con Anotaciones y Emiendas del Maestro Francisco Sánchez, Catedrático de Retórica en Salamanca; conforme a la edición de Salamanca de 1581: Francisci Sanctii Brocensis, Opera Omnia — Tomus Quartus seu Opera Poetica — Genevae — Apud Fratres de Tournes — MDCCLXVI. — La primera edición de las anotaciones del Brocense es de 1574, en Salamanca, casa de Pedro Laso, en 16.º, según D. Nicolás Antonio; edición que se repitió en 1577, 1581, 1589, etc.; sus notas tienden principalmente a señalar los pasajes de autores latinos e italianos que imitó Garcilaso; dan por hecho que el poeta imitó consciente e intencionadamente, y hubo quien protestó de esta censura como Jerónimo de los Cobos, poeta gaditano, con su soneto: Descubierto se ha un hurto de gran fama — del ladrón Garcilaso... Sánchez defendió su sistema en el prólogo de la edición de 1581; su trabajo es, sin duda, el más sobrio y erudito entre todos los comentarios de Garcilaso.

Obras de Garci-Lasso de la Vega con anotaciones de Fernando de Herrera. En Sevilla, por Alonso de la Barrera. Año de 1580. Precede un Discurso a los lectores del maestro Francisco de Medina, modelo de elegancia y clasicismo; el estudiop. xxiii de Herrera es el más completo y minucioso, pero peca de pesado e indigesto; el anotador debió proponerse decir todo lo que sabía en toda clase de materias, y a veces, muy fuera de propósito, cualquier palabra del texto, sirve de tema a un largo discurso tan erudito como innecesario para el caso; la severidad de Herrera, preceptista y retórico escrupuloso, condenando algunos defectos que creyó encontrar, le valió la célebre réplica de Prete Jacopin — D. Pedro Fernández de Velasco.

Garci-Lasso de la Vega, natural de Toledo — Príncipe de los poetas castellanos — De Don Thomas Tamaio de Vargas — Con licencia; en Madrid, por Luis Sánchez. Año 1622. — Tamayo dedicó principalmente su trabajo a hacer crítica, expurgo y fijación del texto y a dar noticia de los pasajes imitados.

Obras de Garcilaso, ilustradas con notas. En la Imprenta Real de la Gaceta, Madrid — 1765; esta fue la edición que compuso el magnífico caballero aragonés D. José Nicolás de Azara, autor del elocuente prólogo que la precede, sobre la decadencia del habla castellana, y de las breves notas que la siguen, referentes en general a la cita de pasajes imitados, según el Brocense; pecó, a mi juicio, de displicencia y acritud en ciertas observaciones sobre Garcilaso, así como al decir —enp. xxiv su prólogo— respecto a Tamayo, que «hizo de sus notas el mejor dechado de los despropósitos».

Poetas líricos de los siglos XVI y XVII — Colección ordenada por D. Adolfo de Castro — Dos tomos — Colecc. de Autores Españoles — Rivadeneyra — Madrid — 1854. — Castro debió poner su mayor atención en hacer crítica del texto; a esto se reducen sus notas casi siempre; pero se encuentran en cualquiera de las fuentes que él compulsó muchas variantes de interés, no recogidas ni mencionadas en su estudio.

Vida del célebre poeta Garcilaso de la Vega, escrita por D. Eustaquio Fernández de Navarrete: Colección de documentos inéditos para la Historia de España, tomo XVI: Madrid, 1850; razonada monografía, trabajada con claridad y acierto sobre documentos originales relativos al poeta; precede el retrato de este, grabado por don Manuel Salvador Carmona, y el facsímil de una carta autógrafa de Garcilaso.


p. xxv

OBRAS

DE

GARCILASO DE LA VEGA

PRÍNCIPE

DE LOS POETAS CASTELLANOS


p. 1

ÉGLOGA PRIMERA

El dulce lamentar de dos pastores,[27]

Salicio juntamente y Nemoroso,[28]

he de contar, sus quejas imitando;

cuyas ovejas al cantar sabroso

estaban muy atentas, los amores,5

de pacer olvidadas, escuchando.

p. 2Tú, que ganaste obrando

un nombre en todo el mundo,

y un grado sin segundo,

agora estés atento, solo y dado10

al ínclito gobierno del Estado

albano; agora vuelto a la otra parte,[29]

p. 3resplandeciente, armado,

representando en tierra el fiero Marte;[30]

agora de cuidados enojosos15

y de negocios libre, por ventura

andes a caza, el monte fatigando

en ardiente jinete, que apresura

el curso tras los ciervos temerosos,

que en vano su morir van dilatando;20

espera, que en tornando

a ser restituído

al ocio ya perdido,

luego verás ejercitar mi pluma

por la infinita innumerable suma25

de tus virtudes y famosas obras;

antes que me consuma,

faltando a ti, que a todo el mundo sobras.[31]

p. 4En tanto que este tiempo que adivino

viene a sacarme de la deuda un día,30

que se debe a tu fama y a tu gloria;

que es deuda general, no solo mía,

mas de cualquier ingenio peregrino

que celebra lo dino de memoria;[32]

el árbol de vitoria[33]35

que ciñe estrechamente

tu gloriosa frente

dé lugar a la hiedra que se planta[34]

debajo de tu sombra, y se levanta

poco a poco, arrimada a tus loores;40

p. 5y en cuanto esto se canta,

escucha tú el cantar de mis pastores.

Saliendo de las ondas encendido,

rayaba de los montes el altura[35]

el sol, cuando Salicio, recostado45

al pie de un alta haya, en la verdura,[36]

por donde un agua clara con sonido

atravesaba el fresco y verde prado;

él, con canto acordado

al rumor que sonaba,50

del agua que pasaba,

se quejaba tan dulce y blandamente

como si no estuviera de allí ausente

la que de su dolor culpa tenía;

y así, como presente,55

razonando con ella, le decía.

p. 6SALICIO

¡Oh más dura que mármol a mis quejas,

y al encendido fuego en que me quemo

más helada que nieve, Galatea![37]

Estoy muriendo, y aún la vida temo;60

témola con razón, pues tú me dejas;

que no hay, sin ti, el vivir para qué sea.

Vergüenza he que me vea

ninguno en tal estado,

de ti desamparado,65

y de mí mismo yo me corro agora.

¿De un alma te desdeñas ser señora,

donde siempre moraste, no pudiendo

della salir un hora?

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.70

El sol tiende los rayos de su lumbre

por montes y por valles, despertando

las aves y animales y la gente:

cuál por el aire claro va volando,

cuál por el verde valle o alta cumbre75

paciendo va segura y libremente,

cuál con el sol presente

p. 7va de nuevo al oficio,

y al usado ejercicio

do su natura o menester le inclina:80

siempre está en llanto esta ánima mesquina,[38]

cuando la sombra el mundo va cubriendo

o la luz se avecina.

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¿Y tú, desta mi vida ya olvidada,85

sin mostrar un pequeño sentimiento

de que por ti Salicio triste muera,

dejas llevar, desconocida, al viento

el amor y la fe que ser guardada

eternamente solo a mí debiera?90

¡Oh Dios! ¿Por qué siquiera,

pues ves desde tu altura

esta falsa perjura

causar la muerte de un estrecho amigo,

no recibe del cielo algún castigo?95

Si en pago del amor yo estoy muriendo,

¿qué hará el enemigo?[39]

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

p. 8Por ti el silencio de la selva umbrosa,

por ti la esquividad y apartamiento100

del solitario monte me agradaba;

por ti la verde hierba, el fresco viento,

el blanco lirio y colorada rosa

y dulce primavera deseaba.

¡Ay, cuánto me engañaba!105

¡Ay, cuán diferente era

y cuán de otra manera[40]

lo que en tu falso pecho se escondía!

Bien claro con su voz me lo decía

la siniestra corneja repitiendo[41]110

la desventura mía.

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

p. 9¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta,

reputándolo yo por desvarío,

vi mi mal entre sueños desdichado!115

Soñaba que en el tiempo del estío

llevaba, por pasar allí la siesta,

a beber en el Tajo mi ganado;[42]

y después de llegado,

sin saber de cuál arte,120

por desusada parte

y por nuevo camino el agua se iba;

ardiendo ya con la calor estiva,

el curso, enajenado, iba siguiendo

del agua fugitiva.[43]125

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Tu dulce habla ¿en cúya oreja suena?[44]

p. 10Tus claros ojos ¿a quién los volviste?

¿Por quién tan sin respeto me trocaste?

Tu quebrantada fe ¿dó la pusiste?130

¿Cuál es el cuello que, como en cadena,

de tus hermosos brazos anudaste?

No hay corazón que baste,

aunque fuese de piedra,

viendo mi amada hiedra,135

de mí arrancada, en otro muro asida,

y mi parra en otro olmo entretejida,[45]

que no se esté con llanto deshaciendo

hasta acabar la vida.

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.140

¿Qué no se esperará de aquí adelante,

por difícil que sea y por incierto?

O ¿qué discordia no será juntada?

y juntamente ¿qué tendrá por cierto,

o qué de hoy más no temerá el amante,145

siendo a todo materia por ti dada?

Cuando tú enajenada

de mí, cuidado fuiste,

notable causa diste

y ejemplo a todos cuantos cubre el cielo,150

que el más seguro tema con recelo

p. 11perder lo que estuviere poseyendo.

Salid fuera sin duelo,

salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Materia diste al mundo de esperanza155

de alcanzar lo imposible y no pensado,

y de hacer juntar lo diferente,[46]

dando a quien diste el corazón malvado,

quitándolo de mí con tal mudanza,

que siempre sonará de gente en gente.160

La cordera paciente

con el lobo hambriento

hará su ayuntamiento,

y con las simples aves sin ruído

harán las bravas sierpes ya su nido;165

que mayor diferencia comprehendo

de ti al que has escogido.

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

p. 12Siempre de nueva leche en el verano

y en el invierno abundo; en mi majada170

la manteca y el queso está sobrado;[47]

de mi cantar, pues, yo te vi agradada,

tanto, que no pudiera el mantuano

Títiro ser de ti más alabado.[48]

No soy, pues, bien mirado,175

tan disforme ni feo;

que aun agora me veo

en esta agua que corre clara y pura,[49]

y cierto no trocara mi figura[50]

con ese que de mí se está riendo;[51]180

p. 13¡trocara mi ventura!

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¿Cómo te vine en tanto menosprecio?

¿Cómo te fui tan presto aborrecible?

¿Cómo te faltó en mí el conocimiento?185

Si no tuvieras condición terrible,

siempre fuera tenido de ti en precio,

y no viera de ti este apartamiento.

¿No sabes que sin cuento

buscan en el estío190

mis ovejas el frío

de la sierra de Cuenca, y el gobierno

del abrigado Estremo en el invierno?[52]

Mas ¡qué vale el tener, si derritiendo

me estoy en llanto eterno!195

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Con mi llorar las piedras enternecen[53]

su natural dureza y la quebrantan,

los árboles parece que se inclinan,

p. 14las aves que me escuchan, cuando cantan,200

con diferente voz se condolecen,

y mi morir cantando me adivinan.

Las fieras que reclinan

su cuerpo fatigado,

dejan el sosegado205

sueño por escuchar mi llanto triste.

Tú sola contra mí te endureciste,

los ojos aun siquiera no volviendo

a los que tú heciste

salir sin duelo, lágrimas, corriendo.[54]210

Mas ya que a socorrer aquí no vienes,

no dejes el lugar que tanto amaste,

que bien podrás venir de mí segura.

Yo dejaré el lugar do me dejaste;

ven, si por solo esto te detienes.215

Ves aquí un prado lleno de verdura,

ves aquí un espesura,[55]

ves aquí un agua clara,

en otro tiempo cara,

p. 15a quien de ti con lágrimas me quejo.220

Quizá aquí hallarás, pues yo me alejo,

al que todo mi bien quitarme puede;[56]

que pues el bien le dejo,

no es mucho que el lugar también le quede.—

Aquí dio fin a su cantar Salicio,225

y sospirando en el postrero acento,

soltó de llanto una profunda vena.

Queriendo el monte al grave sentimiento

de aquel dolor en algo ser propicio,

con la pasada voz retumba y suena.230

La blanca Filomena,[57]

p. 16casi como dolida

y a compasión movida,

dulcemente responde al son lloroso.

Lo que cantó tras esto Nemoroso[58]235

decidlo vos, Piérides; que tanto[59]

p. 17

no puedo yo ni oso,

que siento enflaquecer mi débil canto.

NEMOROSO

Corrientes aguas, puras, cristalinas;

árboles que os estáis mirando en ellas,240

verde prado de fresca sombra lleno,

aves que aquí sembráis vuestras querellas,

hiedra que por los árboles caminas,

torciendo el paso por su verde seno;

yo me vi tan ajeno245

del grave mal que siento,

que de puro contento

con vuestra soledad me recreaba,

donde con dulce sueño reposaba,

o con el pensamiento discurría250

por donde no hallaba

sino memorias llenas de alegría;

y en este mismo valle, donde agora

me entristesco y me canso, en el reposo

estuve ya contento y descansado.255

p. 18¡Oh bien caduco, vano y presuroso!

Acuérdome durmiendo aquí algún hora,

que despertando, a Elisa vi a mi lado.[60]

¡Oh miserable hado!

¡Oh tela delicada,260

antes de tiempo dada

a los agudos filos de la muerte!

Mas convenible suerte[61]

a los cansados años de mi vida,

que es más que el hierro fuerte,265

pues no la ha quebrantado tu partida.

¿Dó están agora aquellos claros ojos

que llevaban tras sí, como colgada,

mi alma doquier que ellos se volvían?

¿Dó está la blanca mano delicada,270

llena de vencimientos y despojos

que de mí mis sentidos le ofrecían?

Los cabellos que vían

p. 19con gran desprecio el oro,

como a menor tesoro,275

¿adónde están? ¿Adónde el blando pecho?

¿Dó la coluna que el dorado techo[62]

con presunción graciosa sostenía?

Aquesto todo agora ya se encierra,

por desventura mía,280

en la fría, desierta y dura tierra.[63]

¿Quién me dijera, Elisa, vida mía,

cuando en aqueste valle al fresco viento

andábamos cogiendo tiernas flores,

que había de ver con largo apartamiento285

venir el triste y solitario día

que diese amargo fin a mis amores?

El cielo en mis dolores

p. 20cargó la mano tanto,[64]

que a sempiterno llanto290

y a triste soledad me ha condenado;

y lo que siento más es verme atado

a la pesada vida y enojosa,

solo, desamparado,

ciego sin lumbre en cárcel tenebrosa.295

Después que nos dejaste, nunca pace

en hartura el ganado ya, ni acude

el campo al labrador con mano llena.

No hay bien que en mal no se convierta y mude:

la mala hierba al trigo ahoga, y nace300

en lugar suyo la infelice avena;

la tierra, que de buena

gana nos producía

flores con que solía

quitar en solo vellas mil enojos,305

produce agora en cambio estos abrojos,

p. 21ya de rigor de espinas intratable;

yo hago con mis ojos

crecer, lloviendo, el fruto miserable.

Como al partir del sol la sombra crece,310

y en cayendo su rayo se levanta

la negra escuridad que el mundo cubre,

de do viene el temor que nos espanta,

y la medrosa forma en que se ofrece

aquella que la noche nos encubre,[65]315

hasta que el sol descubre

su luz pura y hermosa;[66]

tal es la tenebrosa

noche de tu partir, en que he quedado

de sombra y de temor atormentado,320

hasta que muerte el tiempo determine

que a ver el deseado

sol de tu clara vista me encamine.

Cual suele el ruiseñor con triste canto

quejarse, entre las hojas escondido,325

del duro labrador, que cautamente

le despojó su caro y dulce nido

de los tiernos hijuelos, entre tanto

p. 22que del amado ramo estaba ausente,[67]

y aquel dolor que siente330

con diferencia tanta

por la dulce garganta

despide, y a su canto el aire suena,

y la callada noche no refrena

su lamentable oficio y sus querellas,[68]335

trayendo de su pena

al cielo por testigo y las estrellas;

desta manera suelto ya la rienda

a mi dolor, y así me quejo en vano

de la dureza de la muerte airada.340

Ella en mi corazón metió la mano,

y de allí me llevó mi dulce prenda;

que aquel era su nido y su morada.

¡Ay muerte arrebatada!

Por ti me estoy quejando345

al cielo y enojando

con importuno llanto al mundo todo:

el desigual dolor no sufre modo.[69]

No me podrán quitar el dolorido

sentir, si ya del todo350

p. 23primero no me quitan el sentido.

Tengo una parte aquí de tus cabellos,

Elisa, envueltos en un blanco paño,

que nunca de mi seno se me apartan;

descójolos, y de un dolor tamaño355

enternecerme siento, que sobre ellos

nunca mis ojos de llorar se hartan.

Sin que de allí se partan,

con suspiros calientes,

más que la llama ardientes,[70]360

los enjugo del llanto, y de consuno

casi los paso y cuento uno a uno;

juntándolos, con un cordón los ato.

Tras esto el importuno

dolor me deja descansar un rato.365

Mas luego a la memoria se me ofrece

aquella noche tenebrosa, escura,[71]

que tanto aflige esta ánima mesquina

con la memoria de mi desventura.

Verte presente agora me parece370

en aquel duro trance de Lucina,[72]

p. 24y aquella voz divina,

con cuyo son y acentos

a los airados vientos

pudieras amansar, que agora es muda;375

me parece que oigo que a la cruda,

inesorable diosa demandabas[73]

en aquel paso ayuda;

y tú, rústica diosa, ¿dónde estabas?[74]

¿Íbate tanto en perseguir las fieras?380

¿Íbate tanto en un pastor dormido?[75]

p. 25¿Cosa pudo bastar a tal crueza,

que, comovida a compasión, oído[76]

a los votos y lágrimas no dieras

por no ver hecha tierra tal belleza,385

o no ver la tristeza

en que tu Nemoroso

queda, que su reposo

era seguir tu oficio, persiguiendo

las fieras por los montes, y ofreciendo390

a tus sagradas aras los despojos?

¿Y tú, ingrata, riendo

dejas morir mi bien ante los ojos?

Divina Elisa, pues agora el cielo

con inmortales pies pisas y mides,395

y su mudanza ves, estando queda,

¿por qué de mí te olvidas, y no pides

que se apresure el tiempo en que este velo

rompa del cuerpo, y verme libre pueda,

y en la tercera rueda[77]400

contigo mano a mano

busquemos otro llano,

busquemos otros montes y otros ríos,

p. 26otros valles floridos y sombríos,

donde descanse y siempre pueda verte405

ante los ojos míos,

sin miedo y sobresalto de perderte?—

Nunca pusieran fin al triste lloro

los pastores, ni fueran acabadas

las canciones que solo el monte oía,410

si mirando las nubes coloradas,

al tramontar del sol bordadas de oro,

no vieran que era ya pasado el día.[78]

La sombra se veía

venir corriendo apriesa415

ya por la falda espesa

del altísimo monte, y recordando[79]

ambos como de sueño, y acabando

el fugitivo sol, de luz escaso,

su ganado llevando,420

se fueron recogiendo paso a paso.


p. 27

ÉGLOGA SEGUNDA

ALBANIO

En medio del invierno está templada[80]

el agua dulce desta clara fuente,[81]

y en el verano más que nieve helada.

¡Oh claras ondas, cómo veo presente,

en viéndoos, la memoria de aquel día5

de que el alma temblar y arder se siente!

En vuestra claridad vi mi alegría

escurecerse toda y enturbiarse;

cuando os cobré perdí mi compañía.

p. 28¿A quién pudiera igual tormento darse,10

que con lo que descansa otro afligido

venga mi corazón a atormentarse?

El dulce murmurar de este ruído,

el mover de los árboles al viento,

el suave olor del prado florecido,[82]15

podrían tornar, de enfermo y descontento,

cualquier pastor del mundo, alegre y sano;

yo solo en tanto bien morir me siento.

¡Oh hermosura sobre el ser humano!

¡Oh claros ojos! ¡Oh cabellos de oro![83]20

¡Oh cuello de marfil! ¡Oh blanca mano!

¿Cómo puede ora ser que en triste lloro

p. 29se convirtiese tan alegre vida,

y en tal pobreza todo mi tesoro?

Quiero mudar lugar, y a la partida25

quizá me dejará parte del daño

que tiene el alma casi consumida.

¡Cuán vano imaginar, cuán claro engaño

es darme yo a entender que con partirme,

de mí se ha de partir un mal tamaño!30

¡Ay miembros fatigados, y cuán firme

es el dolor que os cansa y enflaquece!

¡Oh si pudiese un rato aquí dormirme!

Al que velando el bien nunca se ofrece,

quizá que el sueño le dará durmiendo35

algún placer, que presto desfallece

en tus manos ¡oh sueño! me encomiendo.[84]

SALICIO

¡Cuán bienaventurado[85]

aquel puede llamarse

que con la dulce soledad se abraza,40

p. 30y vive descuidado,

y lejos de empacharse

en lo que al alma impide y embaraza!

No ve la llena plaza,

ni la soberbia puerta45

de los grandes señores,

ni los aduladores

a quien la hambre del favor despierta;

no le será forzoso

rogar, fingir, temer y estar quejoso.50

A la sombra holgando

de un alto pino o robre,

o de alguna robusta y verde encina,

el ganado contando

de su manada pobre;55

que por la verde selva se avecina,

plata cendrada y fina,

oro luciente y puro,

baja y vil le parece,

y tanto lo aborrece,60

que aun no piensa que dello está seguro;

y como está en su seso,

rehuye la cerviz del grave peso.

Convida a dulce sueño

aquel manso ruído65

del agua que la clara fuente envía,

y las aves sin dueño

con canto no aprendido

p. 31hinchen el aire de dulce armonía;

háceles compañía,70

a la sombra volando,

y entre varios olores

gustando tiernas flores,

la solícita abeja susurrando;

los árboles y el viento75

al sueño ayudan con su movimiento.

¿Quién duerme aquí? ¿Dó está que no le veo?

¡Oh! helo allí. Dichoso tú, que aflojas

la cuerda al pensamiento o al deseo.

¡Oh natura, cuán pocas obras cojas80

en el mundo son hechas por tu mano!

Creciendo el bien, menguando las congojas,

el sueño diste al corazón humano

para que al despertar más se alegrase

del estado gozoso, alegre y sano;85

que, como si de nuevo le hallase,

hace aquel intervalo que ha pasado

que el nuevo gusto nunca al bien se pase.[86]

Y al que de pensamiento fatigado

el sueño baña con licor piadoso,90

curando el corazón despedazado,

aquel breve descanso, aquel reposo

p. 32basta para cobrar de nuevo aliento,

con que se pase el curso trabajoso.

Llegarme quiero cerca con buen tiento,95

y ver, si de mí fuere conocido,

si es del número triste o del contento.

Albanio es este que está aquí dormido,

o yo conozco mal. Albanio es, cierto.

Duerme, garzón cansado y afligido.100

¡Por cuán mejor librado tengo un muerto

que acaba el curso de la vida humana

y es reducido a más seguro puerto,

que el que, viviendo acá, de vida ufana

y de estado gozoso, noble y alto,105

es derrocado de fortuna insana!

Dicen que este mancebo dio un gran salto:

que de amorosos bienes fue abundante,

y agora es pobre, miserable y falto.

No sé la historia bien; mas quien delante110

se halló al duelo me contó algún poco

del grave caso deste pobre amante.

ALBANIO

¿Es esto sueño, o ciertamente toco

la blanca mano? ¡Ah sueño! ¿estás burlando?

Yo estábate creyendo como loco.115

¡Oh cuitado de mí! Tú vas volando

p. 33con prestas alas por la ebúrnea puerta;[87]

yo quédome tendido aquí llorando.

¿No basta el grave mal en que despierta

el alma vive, o por mejor decillo,120

está muriendo de una vida incierta?

SALICIO

Albanio, deja el llanto, que en oíllo

me aflijo.

ALBANIO

¿Quién presente está a mi duelo?

SALICIO

Aquí está quien te ayudará a sentillo.

ALBANIO

¿Aquí estás tú, Salicio? Gran consuelo125

me fuera en cualquier mal tu compañía;

mas tengo en esto por contrario al cielo.

SALICIO

Parte de tu trabajo ya me había

contado Galafrón, que fue presente

en aqueste lugar el mismo día;130

p. 34mas no supo decir del acidente

la causa principal; bien que pensaba

que era mal que decir no se consiente;

y a la sazón en la ciudad yo estaba,

como tú sabes bien, aparejando135

aquel largo camino que esperaba;

y esto que digo me contaron cuando

torné a volver; mas yo te ruego agora,

si esto no es enojoso que demando,

que particularmente el punto y hora,140

la causa, el daño cuentes y el proceso;

que el mal comunicado se mejora.[88]

ALBANIO

Con un amigo tal verdad es eso,

cuando el mal sufre cura, mi Salicio;

mas este ha penetrado hasta el hueso.145

Verdad es que la vida y ejercicio

común, y el amistad que a ti me ayunta,

mandan que complacerte sea mi oficio;

p. 35mas ¿qué haré? que el alma ya barrunta,

que quiero renovar en la memoria150

la herida mortal de aguda punta;

y póneme delante aquella gloria

pasada, y la presente desventura,

para espantarme de la horrible historia.

Por otra parte, pienso que es cordura155

renovar tanto el mal que me atormenta,

que a morir venga de tristeza pura.

Y por esto, Salicio, entera cuenta

te daré de mi mal como pudiere,

aunque el alma rehuya y no consienta.160

Quise bien, y querré mientras rigiere

aquestos miembros el espirtu mío,

aquella por quien muero, si muriere.[89]

En este amor no entré por desvarío,[90]

p. 36ni lo traté, como otros, con engaños,165

ni fue por eleción de mi albedrío.

Desde mis tiernos y primeros años

a aquella parte me inclinó mi estrella,

y a aquel fiero destino de mis daños.

Tú conociste bien una doncella,170

de mi sangre y abuelos descendida,[91]

más que la misma hermosura bella.

En su verde niñez, siendo ofrecida

por montes y por selvas a Diana,[92]

ejercitaba allí su edad florida.175

Yo, que desde la noche a la mañana

y del un sol al otro, sin cansarme,

seguía la caza con estudio y gana,

por deudo y ejercicio a conformarme

vine con ella en tal domestiqueza,180

que della un punto no sabía apartarme.

Iba de un hora en otra la estrecheza

p. 37haciéndose mayor, acompañada

de un amor sano y lleno de pureza.

¿Qué montaña dejó de ser pisada185

de nuestros pies? ¿Qué bosque o selva umbrosa

no fue de nuestra caza fatigada?

Siempre con mano larga y abundosa

con parte de la caza visitando

el sacro altar de nuestra santa diosa.190

La colmilluda testa ora llevando

del puerco jabalí cerdoso y fiero,

del peligro pasado razonando;

ora clavando del ciervo ligero

en algún sacro pino los ganchosos195

cuernos, con puro corazón sincero

tornábamos contentos y gozosos,

y al disponer de lo que nos quedaba,

jamás me acuerdo de quedar quejosos.

Cualquiera caza a entrambos agradaba;200

pero la de las simples avecillas

menos trabajo y más placer nos daba.

En mostrando el aurora sus mejillas

de rosa, y sus cabellos de oro fino

humedeciendo ya las florecillas,205

nosotros, yendo fuera de camino,

buscábamos un valle, el más secreto

y de conversación menos vecino;

aquí con una red de muy perfeto

verde tejida, aquel valle atajábamos210

p. 38muy sin rumor, con paso muy quieto.

De dos árboles altos la colgábamos,

y habiéndonos un poco lejos ido,

hacia la red armada nos tornábamos,

y por lo más espeso y escondido,215

los árboles y matas sacudiendo,

turbábamos el valle con ruído.

Zorzales, tordos, mirlas, que temiendo

delante de nosotros, espantados

del peligro menor, iban huyendo,220

daban en el mayor, desatinados,

quedando en la sutil red engañosa

confusamente todos enredados.

Y entonces era vellos una cosa

estraña y agradable, dando gritos,225

y con voz lamentándose quejosa.

Algunos dellos, que eran infinitos,

su libertad buscaban revolando;

otros estaban míseros y aflitos.[93]

Al fin las cuerdas de la red tirando,230

llevábamosla juntos casi llena,

la caza a cuestas y la red cargando.

Cuando el húmido otoño ya refrena

del seco estío el gran calor ardiente,

y va faltando sombra a Filomena,[94]235

p. 39con otra caza desta diferente,

aunque también de vida ociosa y blanda,

pasábamos el tiempo alegremente.

Entonces siempre, como sabes, anda

de estorninos volando a cada parte240

de acá y allá la espesa y negra banda.

Y cierto aquesto es cosa de contarte,

cómo con los que andaban por el viento

usábamos también de astucia y arte.

Uno vivo primero de aquel cuento245

tomábamos, y en esto sin fatiga

era cumplido luego nuestro intento;

al pie del cual un hilo, untado en liga,

atando, le soltábamos al punto

que vía volar aquella banda amiga.250

Apenas era suelto, cuando junto

estaba con los otros y mesclado,

secutando el efeto de su asunto.[95]

A cuantos era el hilo enmarañado

por alas o por pies o por cabeza,255

todos venían al suelo mal su grado.

p. 40Andaban forcejando una gran pieza

a su pesar y a mucho placer nuestro;

que así de un mal ajeno bien se empieza.[96]

Acuérdaseme agora que el siniestro260

canto de la corneja y el agüero

para escaparse no le fue maestro.

Cuando una dellas, como es muy ligero,

a nuestras manos viva nos venía,

era ocasión de más de un prisionero.265

La cual a un llano grande yo traía,

a do muchas cornejas andar juntas

o por el suelo o por el aire vía;

clavándola en la tierra por las puntas

estremas de las alas, sin rompellas,270

seguíase lo que apenas tú barruntas.

Parecía que mirando a las estrellas,

clavada boca arriba en aquel suelo,

estaba a contemplar el curso dellas.

De allí nos alejábamos, y el cielo275

rompía con gritos ella, y convocaba

de las cornejas el superno vuelo.[97]

En un solo momento se ayuntaba

una gran muchedumbre presurosa

a socorrer la que en el suelo estaba.280

p. 41Cercábanla, y alguna, más piadosa

del mal ajeno de la compañera

que del suyo avisada y temerosa,

llegábase muy cerca, y la primera

que esto hacía, pagaba su inocencia285

con prisión o con muerte lastimera.

Con tal fuerza la presa y tal violencia

se engarrafaba de la que venía,

que no se despidiera sin licencia.

Ya puedes ver cuán gran placer sería290

ver, de una por soltarse y desasirse,

de otra por socorrerse, la porfía.

Al fin la fiera lucha a despartirse

venía por nuestra mano, y la cuitada

del bien hecho empezaba a arrepentirse.295

¿Qué me dirás si con su mano alzada

haciendo la noturna centinela,

la grúa de nosotros fue engañada?[98]

No aprovechaba al ánsar la cautela,

ni ser siempre sagaz descubridora300

de noturnos engaños con su vela.[99]

p. 42Ni al blanco cisne que en las aguas mora

por no morir como Faetón en fuego,

del cual el triste caso canta y llora.

Y tú, perdiz cuitada, ¿piensas luego305

que en huyendo del techo estás segura?[100]

En el campo turbamos tu sosiego.

A ningún ave o animal natura[101]

dotó de tanta astucia que no fuese

vencido al fin de nuestra astucia pura.310

Si por menudo de contarte hubiese

de aquesta vida cada partecilla,

temo que antes del fin anocheciese.

Basta saber que aquesta tan sencilla

y tan pura amistad, quiso mi hado315

en diferente especie convertilla:

en un amor tan fuerte y tan sobrado,

y en un desasosiego no creíble,

tal, que no me conosco, de trocado.

p. 43El placer de miralla, con terrible320

y fiero desear sentí mesclarse,

que siempre me llevaba a lo imposible.

La pena de su ausencia vi mudarse,

no en pena, no en congoja, en cruda muerte,

y en fuego eterno el alma atormentarse.325

A aqueste estado en fin mi dura suerte

me trajo poco a poco, y no pensara

que contra mí pudiera ser más fuerte,

si con mi grave daño no probara

que, en comparación de esta, aquella vida330

cualquiera por descanso la juzgara.

Ser debe aquesta historia aborrecida

de tus orejas ya, que así atormenta

mi lengua y mi memoria entristecida.

Decir ya más no es bien que se consienta;335

junto todo mi bien perdí en un hora,

y esta es la suma, en fin, de aquesta cuenta.

SALICIO

Albanio, si tu mal comunicaras[102]

p. 44con otro, que pensaras que tu pena

juzgaba como ajena, o que este fuego340

nunca probó, ni el juego peligroso

de que tú estás quejoso, yo confieso

que fuera bueno aqueso que hora haces;

mas si tú me deshaces con tus quejas,

¿por qué agora me dejas como a estraño,345

sin dar de aqueste daño fin al cuento?

¿Piensas que tu tormento como nuevo

escucho, y que no pruebo, por mi suerte,

aquesta viva muerte en las entrañas?

Si no con todas mañas ni esperiencia350

esta grave dolencia se desecha,

al menos aprovecha, yo te digo,

para que de un amigo que adolesca

otro se condolesca, que ha llegado

de bien acuchillado a ser maestro.[103]355

Así que, pues te muestro abiertamente

que no estoy inocente destos males,

que aún traigo las señales de las llagas,

no es bien que tú te hagas tan esquivo;

que mientras estás vivo, ser podría360

que por alguna vía te avisase,

y contigo llorase; que no es malo

tener al pie del palo quien se duela[104]

del mal, y sin cautela te aconseje.

p. 45ALBANIO

Tú quieres que forceje y que contraste[105]365

con quien al fin no baste a derrocalle.

Amor quiere que calle; yo no puedo

mover el paso un dedo sin gran mengua.

Él tiene de mi lengua el movimiento;

así que no me siento ser bastante.370

SALICIO

¿Qué te pone delante que te impida

el descubrir tu vida al que aliviarte

del mal alguna parte cierto espera?

ALBANIO

Amor quiere que muera sin reparo;

y conociendo claro que bastaba375

lo que yo descansaba en este llanto

contigo, a que entre tanto me aliviase,

y aquel tiempo probase a sostenerme;

por más presto perderme, como injusto,

me ha ya quitado el gusto que tenía380

de echar la pena mía por la boca.

Así que ya no toca nada dello

a ti querer sabello, ni contallo

p. 46a quien solo pasallo le conviene,

y muerte solo por alivio tiene.385

SALICIO

¿Quién es contra su ser tan inhumano,

que al enemigo entrega su despojo,

y pone su poder en otra mano?

¿Cómo, y no tienes ora algún enojo

de ver que amor tu misma lengua ataje,390

o la desate por su solo antojo?

ALBANIO

Salicio amigo, cese este lenguaje;

cierra tu boca, y más aquí no la abras;

yo siento mi dolor, y tú mi ultraje.

¿Para qué son maníficas palabras?[106]395

¿Quién te hizo filósofo elocuente,[107]

siendo pastor de ovejas y de cabras?

¡Oh cuitado de mí, cuán fácilmente

con espedida lengua y rigurosa

el sano da consejos al doliente!400

SALICIO

No te aconsejo yo, ni digo cosa

p. 47para que debas tú por ella darme

respuesta tan aceda y tan odiosa.

Ruégote que tu mal quieras contarme,

porque dél pueda tanto entristecerme,405

cuanto suelo del bien tuyo alegrarme.

ALBANIO

Pues ya de ti no puedo defenderme,

yo tornaré a mi cuento cuando hayas

prometido una gracia concederme;

y es, que en oyendo el fin, luego te vayas410

y me dejes llorar mi desventura

entre estos pinos solo y estas hayas.

SALICIO

Aunque pedir tú eso no es cordura,

yo seré dulce más que sano amigo,

y daré bien lugar a tu tristura.415

ALBANIO

Hora, Salicio, escucha lo que digo;

y vos, oh ninfas deste bosque umbroso,

a doquiera que estáis, estad conmigo.

Ya te conté el estado tan dichoso

a do me puso amor, si en él yo firme420

pudiera sostenerme con reposo;

mas, como de callar y de encubrirme

p. 48de aquella por quien vivo me encendía,[108]

llegué ya casi al punto de morirme,

mil veces ella preguntó qué había,425

y me rogó que el mal le descubriese,

que mi rostro y color lo descubría.

Mas no acabó con cuanto me dijese,

que de mí a su pregunta otra respuesta

que un sospiro con lágrimas hubiese.430

Aconteció que en una ardiente siesta,

viniendo de la caza fatigados,

en el mejor lugar desta floresta,

que es este donde estamos asentados,

a la sombra de un árbol aflojamos435

las cuerdas a los arcos trabajados.

En aquel prado allí nos reclinamos,

y del céfiro fresco recogiendo

el agradable espirtu, respiramos.

Las flores, a los ojos ofreciendo440

diversidad estraña de pintura,

diversamente así estaban oliendo.

Y en medio aquesta fuente clara y pura,

que como de cristal resplandecía,

mostrando abiertamente su hondura,445

el arena, que de oro parecía,

de blancas pedrezuelas variada,

por do manaba el agua, se bullía.

p. 49En derredor ni sola una pisada

de fiera o de pastor o de ganado450

a la sazón estaba señalada.

Después que con el agua resfriado

hubimos el calor, y juntamente

la sed de todo punto mitigado,

ella, que con cuidado diligente455

a conocer mi mal tenía el intento,

y a escudriñar el ánimo doliente,

con nuevo ruego y firme juramento

me conjuró y rogó que le contase

la causa de mi grave pensamiento;460

y si era amor, que no me recelase

de hacelle mi caso manifiesto,

y demostralle aquella que yo amase,

que me juraba que también en esto

el verdadero amor que me tenía465

con pura voluntad estaba presto.

Yo, que tanto callar ya no podía,

y claro descubrir menos osaba

lo que en el alma triste se sentía,

le dije que en aquella fuente clara470

vería de aquella que yo tanto amaba

abiertamente la hermosa cara.

Ella, que ver aquesta deseaba,

con menos diligencia discurriendo

de aquella con que el paso apresuraba,475

a la pura fontana fue corriendo,

p. 50y en viendo el agua, toda fue alterada,

en ella su figura sola viendo.[109]

Y no de otra manera, arrebatada,

del agua rehuyó, que si estuviera480

de la rabiosa enfermedad tocada.

Y sin mirarme, desdeñosa y fiera,

no sé qué allá entre dientes murmurando,

me dejó aquí, y aquí quiere que muera.

Quedé yo triste y solo allí, culpando485

mi temerario osar, mi desvarío,

la pérdida del bien considerando.

Creció de tal manera el dolor mío,

y de mi loco error el desconsuelo,

que hice de mis lágrimas un río.490

Fijos los ojos en el alto cielo,

estuve boca arriba una gran pieza

tendido, sin mudarme en este suelo.[110]

Y como de un dolor otro se empieza,[111]

p. 51el largo llanto, el desvanecimiento,495

el vano imaginar de la cabeza,

de mi gran culpa aquel remordimiento,

verme del todo al fin sin esperanza,

me trastornaron casi el sentimiento.

Cómo deste lugar hice mudanza500

no sé, ni quién de aquí me condujese

al triste albergo y a mi pobre estanza.

Sé que tornando en mí, como estuviese

sin comer y dormir bien cuatro días,

y sin que el cuerpo de un lugar moviese,505

las ya desamparadas vacas mías

por otro tanto tiempo no gustaron

las verdes hierbas ni las aguas frías.

Los pequeños hijuelos, que hallaron

las tetas secas ya de las hambrientas510

madres, bramando al cielo se quejaron.

Las selvas, a su voz también atentas,

bramando pareció que respondían,

condolidas del daño y descontentas.

Aquestas cosas nada me movían,515

antes con mi llorar hacía espantados

todos cuantos a verme allí venían.

Vinieron los pastores de ganados,

vinieron de los sotos los vaqueros,

para ser de mi mal de mí informados.520

Y todos con los gestos lastimeros

me preguntaban cuáles habían sido

p. 52los acidentes de mi mal primeros.

A los cuales, en tierra yo tendido,

ninguna otra respuesta dar sabía,525

rompiendo con sollozos mi gemido,

sino de rato en rato les decía:

«Vosotros, los de Tajo en su ribera,

cantaréis la mi muerte cada día.[112]

»Este descanso llevaré aunque muera,530

que cada día cantaréis mi muerte

vosotros, los de Tajo, en su ribera.»[113]

La quinta noche, en fin, mi cruda suerte,

queriéndome llevar do se rompiese

aquesta tela de la vida fuerte,535

hizo que de mi choza me saliese

por el silencio de la noche escura

a buscar un lugar donde muriese.

p. 53Y caminando por do mi ventura

y mis enfermos pies me condujeron,540

llegué a un barranco de muy gran altura.

Luego mis ojos lo reconocieron,

que pende sobre el agua, y su cimiento

las ondas poco a poco le comieron.

Al pie de un olmo hice allí mi asiento,545

y acordeme que ya con ella estuve

pasando allí la siesta al fresco viento.

En aquesta memoria me detuve,

como si aquesta fuera medicina

de mi furor y cuanto mal sostuve.550

Denunciaba el aurora ya vecina

la venida del sol resplandeciente,

a quien la tierra, a quien la mar se inclina.

Entonces, como cuando el cisne siente

el ansia postrimera que le aqueja,555

y tienta el cuerpo mísero y doliente,

con triste y lamentable son se queja,

y se despide con funesto canto

del espirtu vital que dél se aleja;[114]

p. 54así, aquejado yo de dolor tanto,560

que el alma abandonaba ya la humana

carne, solté la rienda al triste llanto.

«¡Oh fiera, dije, más que tigre hircana,

y más sorda a mis quejas que el ruído

embravecido de la mar insana!565

»Heme entregado, heme aquí rendido,

he aquí vences; toma los despojos

de un cuerpo miserable y afligido.

»Yo pondré fin del todo a tus enojos,

ya no te ofenderá mi rostro triste,570

mi temerosa voz y húmidos ojos.

»Quizá tú, que en mi vida no moviste

el paso a consolarme en tal estado,

ni tu dureza cruda enterneciste,

»viendo mi cuerpo aquí desamparado,575

vendrás a arrepentirte y lastimarte;

mas tu socorro tarde habrá llegado.

»¿Cómo pudiste tan presto olvidarte

de aquel tan luengo amor, y de sus ciegos

nudos en sola un hora desligarte?580

»¿No se te acuerda de los dulces juegos

ya de nuestra niñez, que fueron leña

destos dañosos y encendidos fuegos,

»cuando la encina desta espesa breña

p. 55de sus bellotas dulces despojaba,585

que íbamos a comer sobre esta peña?

»¿Quién las castañas tiernas derrocaba

del árbol al subir dificultoso?

¿Quién en su limpia falda las llevaba?

»¿Cuándo en valle florido, espeso, umbroso590

metí jamás el pie, que dél no fuese

cargado a ti de flores y oloroso?

»Jurábasme, si ausente yo estuviese,

que ni el agua sabor, ni olor la rosa,

ni el prado hierba para ti tuviese.595

»¿A quién me quejo, que no escucha cosa

de cuantas digo, quien debría escucharme?

Eco sola me muestra ser piadosa;

»respondiéndome prueba conhortarme,[115]

como quien probó mal tan importuno;[116]600

mas no quiere mostrarse y consolarme.[117]

»¡Oh dioses! si allá juntos de consuno

de los amantes el cuidado os toca;

¡oh tú solo! si toca a solo uno,

»recebid las palabras que la boca605

p. 56echa con la doliente ánima fuera,

antes que el cuerpo torne en tierra poca.

»¡Oh náyades, de aquesta mi ribera[118]

corriente moradoras! ¡Oh napeas,

guarda del verde bosque verdadera![119]610

»Alce una de vosotras, blancas deas,

del agua su cabeza rubia un poco,

así, ninfa, jamás en tal se vea.

»Podré decir que con mis quejas toco

las divinas orejas, no pudiendo[120]615

las humanas tocar, cuerdo ni loco.

»¡Oh hermosas oréades, que teniendo

p. 57el gobierno de selvas y montañas,

a caza andáis por ellas discurriendo!

»Dejad de perseguir las alimañas;620

venid a ver un hombre perseguido,

a quien ni valen fuerzas ya ni mañas.

»¡Oh dríades, de amor hermoso nido,[121]

dulces y graciosísimas doncellas,

que a la tarde salís de lo escondido,625

»con los cabellos rubios, que las bellas

espaldas dejan de oro cobijadas,

parad mientes un rato a mis querellas!

»Y si con mi ventura conjuradas

no estáis, haced que sean las ocasiones630

de mi muerte aquí siempre celebradas.

»¡Oh lobos, oh osos, que, por los rincones

destas fieras cavernas escondidos,

estáis oyendo agora mis razones!

»Quedaos adiós, que ya vuestros oídos635

de mi zampoña fueron halagados,

y alguna vez de amor enternecidos.

»Adiós, montañas; adiós, verdes prados;

p. 58adiós, corrientes ríos espumosos;

vivid sin mí con siglos prolongados;640

»y mientras en el curso presurosos

iréis al mar a dalle su tributo,

corriendo por los valles pedregosos,

»haced que aquí se muestre triste luto

por quien, viviendo alegre, os alegraba645

con agradable son y viso enjuto.[122]

»Por quien aquí sus vacas abrevaba,

por quien, ramos de lauro entretejiendo,

aquí sus fuertes toros coronaba.»

Estas palabras tales en diciendo,650

en pie me alcé por dar ya fin al duro

dolor que en vida estaba padeciendo.

Y por el paso en que me ves te juro[123]

que ya me iba a arrojar de do te cuento,

con paso largo y corazón seguro,[124]655

cuando una fuerza súbita de viento

p. 59vino con tal furor, que de una sierra

pudiera remover el firme asiento.

De espaldas, como atónito, en la tierra

desde ha gran rato me hallé tendido;[125]660

que así se halla siempre aquel que yerra.[126]

Con más sano discurso en mi sentido,

comencé de culpar el presupuesto[127]

y temerario error que había seguido,

en querer dar con triste muerte al resto665

de aquesta breve vida fin amargo,

no siendo por los hados aún dispuesto.

De allí me fui con corazón más largo

para esperar la muerte, cuando venga

a relevarme deste grave cargo.670

Bien has ya visto cuánto me convenga,

p. 60que pues buscalla a mí no se consiente,

ella en buscarme a mí no se detenga.

Contado te he la causa, el acidente,

el daño y el proceso todo entero;675

cúmpleme tu promesa prestamente.

Y si mi amigo cierto y verdadero

eres, como yo pienso, vete agora;

no estorbes un dolor acerbo y fiero

al afligido y triste cuando llora.680

SALICIO

Tratara de una parte

que agora solo siento,

si no pensaras que era dar consuelo.

Quisiera preguntarte

cómo tu pensamiento685

se derribó tan presto en ese suelo,

o se cubrió de un velo,

para que no mirase

que quien tan luengamente

amó, no se consiente690

que tan presto del todo te olvidase.

¿Qué sabes si ella agora

juntamente su mal y el tuyo llora?

ALBANIO

Cese ya el artificio

de la maestra mano;695

no me hagas pasar tan grave pena.

p. 61Harásme tú, Salicio,

ir do nunca pie humano

estampó su pisada en el arena.

Ella está tan ajena700

de estar desa manera

como tú de pensallo,

aunque quieres mostrallo

con razón aparente a verdadera.

Ejercita aquí el arte705

a solas, que yo voyme en otra parte.

SALICIO

No es tiempo de curalle,

hasta que menos tema

la cura del maestro y su crueza.

Solo quiero dejalle;710

que aún está el apostema

intratable, a mi ver, por su dureza.

Quebrante la braveza

del pecho empedernido

con largo y tierno llanto;715

ireme yo entre tanto

a requerir de un ruiseñor el nido,

que está en un alta encina,

y estará presto en manos de Gravina.[128]

p. 62CAMILA

Si desta tierra no he perdido el tino,720

por aquí el corzo vino que ha traído,

después que fue herido, atrás el viento.

¿Qué recio movimiento en la corrida

lleva, de tal herida lastimado?

En el siniestro lado soterrada725

la flecha enherbolada va mostrando,

las plumas blanqueando solas fuera.

Y háceme que muera con buscalle.

No pasó deste valle; aquí está cierto,[129]

y por ventura muerto. ¡Quién me diese730

alguno que siguiese el rastro agora,

mientras la ardiente hora de la siesta

en aquesta floresta yo descanso!

¡Ay viento fresco y manso y amoroso,

almo, dulce, sabroso! Esfuerza, esfuerza735

tu soplo, y esta fuerza tan caliente

del alto sol ardiente hora quebranta;

que ya la tierna planta del pie mío

anda a buscar el frío desta hierba.

A los hombres reserva tú, Diana,740

en esta siesta insana tu ejercicio;

por agora tu oficio desamparo,

p. 63que me ha costado caro en este día.

¡Ay dulce fuente mía, y de cuán alto

con solo un sobresalto me arrojaste!745

¿Sabes qué me quitaste, fuente clara?

Los ojos de la cara, que no quiero

menos un compañero que yo amaba;

mas no como él pensaba. Dios ya quiera

que antes Camila muera que padesca750

culpa por do meresca ser echada

de la selva sagrada de Diana.[130]

¡Oh cuán de mala gana mi memoria

renueva aquesta historia! Mas la culpa

ajena me desculpa; que si fuera755

yo la causa primera desta ausencia,

yo diera la sentencia en mi contrario.

Él fue muy voluntario y sin respeto.

Mas ¿para qué me meto en esta cuenta?

Quiero vivir contenta y olvidallo,760

y aquí donde me hallo recrearme.

Aquí quiero acostarme, y en cayendo

la siesta iré siguiendo mi corcillo,

que yo me maravillo ya y me espanto

cómo con tal herida huyó tanto.765

ALBANIO

Si mi turbada vista no me miente,

p. 64paréceme que vi entre rama y rama

una ninfa llegar a aquella fuente.

Quiero llegar allá; quizá, si ella ama,

me dirá alguna cosa con que engañe770

con algún falso alivio aquesta llama.

Y no se me da nada que desbañe[131]

mi alma, si es contrario lo que creo;

que a quien no espera bien no hay mal que dañe.

¡Oh santos dioses! ¿Qué es esto que veo?775

¿Es error de fantasma convertida

en forma de mi amor y mi deseo?

Camila es esta que está aquí dormida;

no puede de otra ser su hermosura;

la razón está clara y conocida:780

una obra sola quiso la natura[132]

hacer como esta, y rompió luego apriesa

la estampa do fue hecha tal figura.[133]

¿Quién podrá luego de su forma espresa

el traslado sacar, si la maestra785

misma no basta, y ella lo confiesa?

Mas ya que es cierto el bien que a mí se muestra

p. 65¿cómo podré llegar a despertalla,

temiendo yo la luz que a ella me adiestra?[134]

¿Si solamente de poder tocalla790

perdiese el miedo yo? Mas ¿si despierta?...

Si despierta, tenella y no soltalla.

Esta osadía temo que no es cierta.

Mas ¿qué me puede hacer? Quiero llegarme.

En fin, ella está agora como muerta.795

Cabe ella por lo menos asentarme

bien puedo; mas no ya como solía.

¡Oh mano poderosa de matarme!

¿Viste cuánto tu fuerza en mí podía?

¿Por qué para sanarme no la pruebas?800

Que tu poder a todo bastaría.

CAMILA

Socórreme, Diana.

ALBANIO

No te muevas,

que no te he de soltar; escucha un poco.

CAMILA

¿Quién me dijera, Albanio, tales nuevas?

Ninfas del verde bosque a vos invoco,805

a vos pido socorro desta fuerza.

¿Qué es esto, Albanio? Dime si estás loco.

p. 66ALBANIO

Locura debe ser la que me fuerza

a querer más que el alma y que la vida

a la que a aborrecerme así se esfuerza.810

CAMILA

Yo debo ser de ti la aborrecida,

pues me quieres tratar de tal manera,

siendo tuya la culpa conocida.

ALBANIO

¿Yo culpa contra ti? Si la primera

no está por cometer, Camila mía,815

en tu desgracia y disfavor yo muera.

CAMILA

¿Tú no violaste nuestra compañía,

queriéndola torcer por el camino

que de la vida honesta se desvía?

ALBANIO

¿Cómo de sola un hora el desatino820

ha de perder mil años de servicio,

si el arrepentimiento tras él vino?

CAMILA

Aqueste es de los hombres el oficio:

tentar el mal, y si es malo el suceso,

pedir con humildad perdón del vicio.825

p. 67ALBANIO

¿Qué tenté yo, Camila?

CAMILA

Bueno es eso.

Esta fuente lo diga, que ha quedado

por un testigo de tu mal proceso.

ALBANIO

Si puede ser mi yerro castigado

con muerte, con deshonra o con tormento,830

vesme aquí, estoy a todo aparejado.

CAMILA

Suéltame ya la mano, que el aliento

me falta de congoja.

ALBANIO

He muy gran miedo

que te me irás, que corres más que el viento.

CAMILA

No estoy como solía, que no puedo835

moverme ya, de mal ejercitada.

Suelta, que casi me has quebrado un dedo.

ALBANIO

¿Estarás, si te suelto, sosegada,

mientras con razón clara yo te muestro

que fuiste sin razón de mí enojada?840

p. 68CAMILA

Eres tú de razones gran maestro.

Suelta, que sí estaré.

ALBANIO

Primero jura

por la primera fe del amor nuestro.

CAMILA

Yo juro por la ley sincera y pura

de la amistad pasada, de sentarme,845

y de escuchar tus quejas muy segura.

¡Cuál me tienes la mano, de apretarme

con esa dura mano, descreído!

ALBANIO

¡Cuál me tienes el alma de dejarme!

CAMILA

Mi prendedero de oro ¡si es perdido!...[135]850

¡Oh cuitada de mí! Mi prendedero

desde aquel valle aquí se me ha caído.

ALBANIO

Mira no se cayese allá primero,

antes de aqueste al Val de la Hortiga.

CAMILA

Doquier que se perdió, buscallo quiero.855

p. 69ALBANIO

Yo iré a buscado, escusa esa fatiga;

que no puedo sufrir que aquesta arena

abrase el blanco pie de mi enemiga.

CAMILA

Pues que quieres tomar por mí esta pena,

derecho ve primero a aquellas hayas;860

que allí estuve yo echada un hora buena.

ALBANIO

Ya voy; mas entre tanto no te vayas.

CAMILA

Seguro ve, que antes verás mi muerte

que tú me cobres ni a tus manos hayas.

ALBANIO

¡Ah, ninfa desleal! Y ¿desa suerte865

se guarda el juramento que me diste?

¡Ah condición de vida dura y fuerte!

¡Oh falso amor, de nuevo me heciste

revivir con un poco de esperanza!

¡Oh modo de matar penoso y triste!870

¡Oh muerte llena de mortal tardanza!

Podré por ti llamar injusto el cielo,

injusta su medida y su balanza.

Recibe tú, terreno y duro suelo,

este rebelde cuerpo, que detiene875

del alma el espedido y leve vuelo.

p. 70Yo me daré la muerte, y aun si viene

alguno a resistirme... ¿A resistirme?

Él verá que a su vida no conviene.

¿No puedo yo morir, no puedo irme880

por aquí, por allí, por do quisiere,

desnudo espirtu o carne y hueso firme?

SALICIO

Escucha, que algún mal hacerse quiere,

o cierto tiene trastornado el seso.

ALBANIO

Aquí tuviese yo quien mal me quiere.885

Descargado me siento de un gran peso;

paréceme que vuelo, despreciando

monte, choza, ganado, leche y queso.

¿No son aquestos pies? Con ellos ando.

Ya caigo en ello, el cuerpo se me ha ido;890

solo el espirtu es este que hora mando.

¿Hale hurtado alguno o escondido

mientras mirando estaba yo otra cosa?

¿O si quedó por caso allí dormido?

Una figura de color de rosa895

estaba allí durmiendo; ¿si es aquella

mi cuerpo? No, que aquella es muy hermosa

NEMOROSO

Gentil cabeza; no daría por ella

p. 71yo para mi traer solo un cornado.[136]

ALBANIO

¿A quién iré del hurto a dar querella?900

SALICIO

Estraño ejemplo es ver en qué ha parado

este gentil mancebo, Nemoroso;

¡Y a nosotros que le hemos más tratado,

manso, cuerdo, agradable, virtuoso,

sufrido, conversable, buen amigo,905

y con un alto ingenio, gran reposo!

ALBANIO

Yo podré poco, o hallaré testigo

de quién hurtó mi cuerpo; aunque esté ausente,

yo lo perseguiré como enemigo.

¿Sabrásme decir dél, mi clara fuente?910

Dímelo, si lo sabes; así Febo

nunca tus frescas ondas escaliente.

Allá dentro en lo fondo está un mancebo

de laurel coronado, y en la mano

un palo propio, como yo, de acebo.915

Hola, ¿quién está allá? Responde, hermano.

p. 72¡Válgame Dios! O tú eres sordo o mudo,

o enemigo mortal del trato humano.

Espirtu soy, de carne ya desnudo,

que busco el cuerpo mío, que me ha hurtado920

algún ladrón malvado, injusto y crudo.

Callar que callarás. ¿Hasme escuchado?

¡Oh santo Dios! Mi cuerpo mismo veo,

o yo tengo el sentido trastornado.

¡Oh cuerpo! Hete hallado, y no lo creo;925

tanto sin ti me hallo descontento.

Pon fin ya a tu destierro y mi deseo.

NEMOROSO

Sospecho que el contino pensamiento

que tuvo de morir antes de agora

le representa aqueste apartamiento.930

SALICIO

Como del que velando siempre llora,

quedan durmiendo las especies llenas

del dolor que en el alma triste mora.

ALBANIO

Si no estás en cadenas, sal ya fuera

a darme verdadera forma de hombre,935

que agora solo el nombre me ha quedado.

Y si no estás forzado en ese suelo,

dímelo; que si al cielo que me oyere,

con quejas no moviere y llanto tierno,

convocaré el infierno y reino escuro,940

p. 73y romperé su muro de diamante,

como hizo el amante blandamente[137]

por la consorte ausente, que cantando

estuvo halagando las culebras

de las hermanas negras mal peinadas.[138]945

NEMOROSO

¡De cuán desvariadas opiniones

saca buenas razones el cuitado!

SALICIO

El curso acostumbrado del ingenio,

aunque le falte el genio que lo mueva,

con la fuga que lleva, corre un poco;950

y aunque este está hora loco, no por eso

ha de dar al travieso su sentido

en todo, habiendo sido cual tú sabes.

NEMOROSO

No más, no me le alabes, que por cierto,

de vello como muerto estoy llorando.955

p. 74ALBANIO

Estaba contemplando qué tormento

es este apartamiento. A lo que pienso

no nos aparta inmenso mar airado,

no torres de fosado rodeadas,[139]

no montañas cerradas y sin vía,960

no ajena compañía, dulce y cara;

un poco de agua clara nos detiene;

por ella no conviene lo que entramos[140]

con ansia deseamos; porque al punto

que a ti me acerco y junto, no te apartas;965

antes nunca te hartas de mirarme,

y de sinificarme en tu meneo

que tienes gran deseo de juntarte

con esta media parte. Daca, hermano,

échame acá esa mano, y como buenos970

amigos a lo menos nos juntemos,

y aquí nos abracemos. Ah ¿burlaste?

¿Así te me escapaste? Yo te digo

que no es obra de amigo hacer eso.

¿Quedo yo, don Travieso, remojado,975

y tú estás enojado? ¡Cuán apriesa

mueves ¿qué cosa es esa? tu figura!

¿Aún esa desventura me quedaba?

Ya yo me consolaba en ver serena

p. 75

tu imagen, y tan buena y amorosa.[141]980

No hay bien ni alegre cosa ya que dure.

NEMOROSO

A lo menos, que cure tu cabeza.

SALICIO

Salgamos, que ya empieza un furor nuevo.

ALBANIO

¡Oh Dios! ¿Por qué no pruebo a echarme dentro

hasta llegar al centro de la fuente?985

SALICIO

¿Qué es esto, Albanio? Tente.

ALBANIO

¡Oh manifiesto

ladrón! Mas ¿qué es aquesto? Y ¿es muy bueno

vestiros de lo ajeno, y ante el dueño,

como si fuese un leño sin sentido,

venir muy revestido de mi carne?990

Yo haré que descarne esa alma osada

aquesta mano airada.

SALICIO

Está quedo.

p. 76Llega tú, que no puedo detenelle.

NEMOROSO

Pues ¿qué quieres hacelle?

SALICIO

¿Yo? dejalle,

si desenclavijalle yo acabase995

la mano, a que escapase mi garganta.

NEMOROSO

No tiene fuerza tanta; solo puedes[142]

hacer lo que tú debes a quien eres.

SALICIO

¡Qué tiempo de placeres y de burlas!

¿Con la vida te burlas, Nemoroso?1000

Ven ya, no estés donoso.

NEMOROSO

Luego vengo,

p. 77

en cuanto me detengo yo aquí un poco.

Veré cómo de un loco te desatas.

SALICIO

¡Ay! paso, que me matas.

ALBANIO

Aunque mueras...

NEMOROSO

Ya aquello va de veras. Suelta, loco.1005

ALBANIO

Déjame estar un poco, que ya acabo.

NEMOROSO

Suelta ya.

ALBANIO

¿Qué te hago?

NEMOROSO

¿A mí? No, nada.

ALBANIO

Pues vete tu jornada, y nunca entiendas

en ajenas contiendas.

SALICIO

¡Ah, furioso!

Afierra, Nemoroso; tenle fuerte.[143]1010

p. 78Yo te daré la muerte, don Perdido.

Ténmele tú tendido mientras lo ato;

probemos así un rato a castigallo.

Quizá con espantallo habrá algún miedo.

ALBANIO

Señores, si estoy quedo ¿dejareisme?1015

SALICIO

No.

ALBANIO

¡Pues qué! ¿matareisme?

SALICIO

Sí.

ALBANIO

¿Sin falta?

Mira cuánto más alta aquella sierra

está que la otra tierra.

NEMOROSO

Bueno es esto.

Él olvidará presto la braveza.

SALICIO

Calla, que así se aveza a tener seso.1020

ALBANIO

¿Cómo? ¡Azotado y preso!

SALICIO

Calla, escucha.

p. 79ALBANIO

Negra fue aquella lucha que contigo

hice, que tal castigo dan tus manos.

¿No éramos como hermanos de primero?

NEMOROSO

Albanio, compañero, calla agora,1025

y duerme aquí algún hora, y no te muevas.

ALBANIO

¿Sabes algunas nuevas de mí?

SALICIO

Loco.

ALBANIO

Paso, que duermo un poco.

SALICIO

¿Duermes, cierto?

ALBANIO

¿No me ves como un muerto? Pues ¿qué hago?

SALICIO

Este te dará el pago, si despiertas,1030

en esas carnes muertas, te prometo.

NEMOROSO

Algo está más quieto y reposado

que hasta aquí. ¿Qué dices tú, Salicio?

¿Parécete que puede ser curado?

p. 80SALICIO

En procurar cualquiera beneficio1035

a la vida y salud de un tal amigo

haremos el debido y justo oficio.

NEMOROSO

Escucha, pues, un poco lo que digo,

y contaré una estraña y nueva cosa,

de que yo fui la parte y el testigo.1040

En la ribera verde y deleitosa[144]

del sacro Tormes, dulce y claro río,

hay una vega grande y espaciosa,

verde en el medio del invierno frío,

en el otoño verde y primavera,1045

verde en la fuerza del ardiente estío.

Levántase al fin della una ladera

con proporción graciosa en el altura,

que sojuzga la vega y la ribera.

Allí está sobrepuesta la espesura1050

de las hermosas torres, levantadas

al cielo con estraña hermosura.[145]

No tanto por la fábrica estimadas,

aunque estraña labor allí se vea,

cuanto de sus señores ensalzadas.1055

p. 81Allí se halla lo que se desea:

virtud, linaje, haber y todo cuanto

bien de natura o de fortuna sea.

Un hombre mora allí de ingenio tanto,[146]

que toda la ribera adonde él vino1060

nunca se harta de escuchar su canto.

Nacido fue en el campo placentino,[147]

que con estrago y destruición romana

en el antiguo tiempo fue sanguino;[148]

y en este, con la propia, la inhumana1065

furia infernal, por otro nombre guerra,

lo tiñe, lo arruína y lo profana.

Él, viendo aquesto, abandonó su tierra,

por ser más del reposo compañero,

p. 82que de la patria que el furor atierra.[149]1070

Llevole a aquella parte el buen agüero,

de aquella tierra de Alba tan nombrada,

que este es el nombre della, y dél Severo.

A aqueste Febo no le escondió nada;

antes de piedras, hierbas y animales1075

diz que le fue noticia entera dada.

Este, cuando le place, a los caudales

ríos el curso presuroso enfrena

con fuerza de palabras y señales.

La negra tempestad en muy serena1080

y clara luz convierte, y aquel día,

si quiere revolvello, el mundo atruena.

La luna de allá arriba bajaría

si al son de las palabras no impidiese

el son del carro que la mueve y guía.1085

Temo que si decirte presumiese

de su saber la fuerza con loores,

que en lugar de alaballo, lo ofendiese.

Mas no te callaré que los amores

con un tan eficaz remedio cura,1090

cuanto conviene a tristes amadores.

En un punto remueve la tristura,

p. 83convierte en odio aquel amor insano,

y restituye el alma a su natura.[150]

No te sabré decir, Salicio hermano,1095

la orden de mi cura y la manera;

mas sé que me partí dél libre y sano.

Acuérdaseme bien que en la ribera

de Tormes lo hallé solo cantando,

tan dulce, que a una piedra enterneciera.1100

Como cerca me vido, adivinando

la causa y la razón de mi venida,

suspenso un rato estuvo allí callando;

y luego con voz clara y espedida

p. 84soltó la rienda al verso numeroso1105

en alabanzas de la libre vida.

Yo estaba embebecido y vergonzoso;

atento al son, y viéndome del todo

fuera de libertad y de reposo,

no sé decir sino que, en fin, de modo1110

aplicó a mi dolor la medicina,

que el mal desarraigó de todo en todo.

Quedé yo entonces como quien camina

de noche por caminos enriscados,

sin ver dónde la senda o paso inclina,1115

mas venida la luz, y contemplados,

del peligro pasado nace un miedo,

que deja los cabellos erizados.

Así estaba mirando atento y quedo

aquel peligro yo que atrás dejaba,1120

que nunca sin temor pensado puedo.

Tras esto luego se me presentaba,

sin antojos delante, la vileza

de lo que antes ardiendo deseaba.

Así curó mi mal con tal destreza1125

el sabio viejo, como te he contado,

que volvió el alma a su naturaleza,

y soltó el corazón aherrojado.

SALICIO

¡Oh gran saber! ¡Oh viejo frutuoso!

que el perdido reposo al alma vuelve,1130

y lo que la revuelve y lleva a tierra

p. 85del corazón destierra encontinente.

Con esto solamente que contaste,

así lo reputaste acá comigo,

que sin otro testigo, a desealle1135

ver presente y hablalle me levantas.

NEMOROSO

¿Desto poco te espantas tú, Salicio?

De más te daré indicio manifiesto,

si no te soy molesto y enojoso.

SALICIO

¿Qué es esto, Nemoroso, y qué cosa1140

puede ser tan sabrosa en otra parte

a mí, como escucharte? No la siento,

cuanto más este cuento de Severo;

dímelo por entero, por tu vida,

pues no hay quien nos impida ni embarace.1145

Nuestro ganado pace, el viento espira,

Filomena sospira en dulce canto,

y en amoroso llanto se amancilla;[151]

gime la tortolilla sobre el olmo,

preséntanos a colmo el prado flores,1150

y esmalta en mil colores su verdura;

la fuente clara y pura murmurando

nos está convidando a dulce trato.

NEMOROSO

Escucha, pues, un rato, y diré cosas

p. 86estrañas y espantosas poco a poco.1155

Ninfas, a vos invoco; verdes faunos,

sátiros y silvanos, soltad todos

mi lengua en dulces modos y sutiles;

que ni los pastoriles ni la avena[152]

ni la zampoña suena como quiero.1160

Este nuestro Severo pudo tanto

con el suave canto y dulce lira,

que, revueltos en ira y torbellino,

en medio del camino se pararon

los vientos, y escucharon muy atentos1165

la voz y los acentos, muy bastantes

a que los repunantes y contrarios

hiciesen voluntarios y conformes.

A aqueste el viejo Tormes como a hijo

lo metió al escondrijo de su fuente,1170

de do va su corriente comenzada.

Mostrole una labrada y cristalina

urna, donde él reclina el diestro lado;

y en ella vio entallado y esculpido

lo que antes de haber sido, el sacro viejo1175

por divino consejo puso en arte,

labrado a cada parte, las estrañas

virtudes y hazañas de los hombres

que con sus claros nombres ilustraron

cuanto señorearon de aquel río.1180

p. 87Estaba con un brío desdeñoso,

con pecho corajoso, aquel valiente

que contra un rey potente y de gran seso,

que el viejo padre preso le tenía,[153]

cruda guerra movía, despertando1185

su ilustre y claro bando al ejercicio

de aquel piadoso oficio. A aqueste junto

la gran labor al punto señalaba

al hijo, que mostraba acá en la tierra

ser otro Marte en guerra, en corte Febo.[154]1190

Mostrábase mancebo en las señales

del rostro, que eran tales, que esperanza

y cierta confianza claro daban

a cuantos le miraban, que él sería

p. 88en quien se informaría un ser divino.1195

Al campo sarracino en tiernos años

daba con graves daños a sentillo;[155]

que, como fue caudillo del cristiano,

ejercitó la mano y el maduro

seso y aquel seguro y firme pecho.1200

En otra parte, hecho ya más hombre,

con más ilustre nombre los arneses

de los fieros franceses abollaba.[156]

Junto tras esto estaba figurado

con el arnés manchado de otra sangre,1205

sosteniendo la hambre en el asedio,

siendo él solo remedio del combate,

que con fiero rebate y con ruído

por el muro batido le ofrecían.

Tantos, al fin, morían por su espada,1210

a tantos la jornada puso espanto,

que no hay labor que tanto notifique

cuánto el fiero Fadrique de Toledo

puso terror y miedo al enemigo.

Tras aqueste que digo se veía1215

el hijo don García, que en el mundo[157]

p. 89sin par y sin segundo solo fuera,

si hijo no tuviera. ¿Quién mirara

de su hermosa cara el rayo ardiente,

quién su resplandeciente y clara vista,1220

que no diera por vista su grandeza?

Estaban de crueza fiera armadas

las tres inicas hadas, cruda guerra[158]

haciendo allí a la tierra con quitalle

a este, que en alcanzalle fue dichosa.1225

¡Oh patria lagrimosa, y cómo vuelves

los ojos a los Gelves, sospirando![159]

p. 90Él está ejercitando el duro oficio,

y con tal artificio la pintura

mostraba su figura, que dijeras,1230

si pintado le vieras, que hablaba.

El arena quemaba, el sol ardía,

la gente se caía medio muerta;

él solo con despierta vigilanza

dañaba la tardanza floja, inerte,1235

y alababa la muerte gloriosa.

Luego la polvorosa muchedumbre

gritando a su costumbre le cercaba;

mas el que se llegaba al fiero mozo,

llevaba con destrozo y con tormento1240

del loco atrevimiento el justo pago.

Unos en bruto lago de su sangre,

cortado ya el estambre de la vida,

la cabeza partida revolcaban;

otros claro mostraban espirando,1245

de fuera palpitando las entrañas,

por las fieras y estrañas cuchilladas

de aquella mano dadas. Mas el hado

acerbo, triste, airado, fue venido;

y al fin él, confundido de alboroto,1250

atravesado y roto de mil hierros,

p. 91pidiendo de sus yerros venia al cielo,

puso en el duro suelo la hermosa

cara, como la rosa matutina,[160]

cuando ya el sol declina al mediodía,1255

que pierde su alegría, y marchitando

va la color mudando; o en el campo

cual queda el lirio blanco, que el arado

crudamente cortado al pasar deja,

del cual aún no se aleja presuroso1260

aquel color hermoso, o se destierra;

mas ya la madre tierra, descuidada,

no le administra nada de su aliento,

que era el sustentamiento y vigor suyo;

¡Tal está el rostro tuyo en la arena,1265

fresca rosa, azucena blanca y pura!

Tras esto una pintura estraña tira

los ojos de quien mira, y los detiene

tanto, que no conviene mirar cosa

estraña ni hermosa, sino aquella.1270

De vestidura bella allí vestidas

las Gracias esculpidas se veían;

solamente traían un delgado

velo, que el delicado cuerpo viste;

mas tal, que no resiste a nuestra vista.1275

p. 92Su diligencia en vista demostraban;[161]

todas tres ayudaban en un hora

a una muy gran señora que paría.[162]

Un infante se vía ya nacido,[163]

tal, cual jamás salido de otro parto,1280

del primer siglo al cuarto vio la luna.[164]

En la pequeña cuna se leía

un nombre que decía: Don Fernando.

Bajaban, dél hablando, de dos cumbres[165]

aquellas nueve lumbres de la vida;[166]1285

con ligera corrida iba con ellas,

cual luna con estrellas, el mancebo

p. 93intonso y rubio Febo; y en llegando,[167]

por orden abrazando todas fueron

al niño, que tuvieron luengamente1290

visto como presente. De otra parte[168]

Mercurio estaba, y Marte cauto y fiero,

viendo el gran caballero que encogido

en el recién nacido cuerpo estaba.

Entonces lugar daba mesurado1295

a Venus, que a su lado estaba puesta.

Ella con mano presta y abundante

nétar sobre el infante desparcía;[169]

mas Febo la desvía de aquel tierno

niño, y daba el gobierno a sus hermanas.1300

Del cargo están ufanas todas nueve.

El tiempo el paso mueve, el niño crece,

y en tierna edad florece, y se levanta

como felice planta en buen terreno.

Ya sin preceto ajeno daba tales1305

p. 94de su ingenio señales, que espantaban

a los que lo criaban. Luego estaba

cómo una lo entregaba a un gran maestro,

que con ingenio diestro y vida honesta

hiciese manifiesta al mundo y clara1310

aquella ánima rara que allí vía.

Al niño recebía con respeto

un viejo, en cuyo aspeto se vía junto

severidad a un punto con dulzura.

Quedó desta figura como helado1315

Severo, y espantado viendo al viejo,

que, como si en espejo se mirara,

en cuerpo, edad y cara eran conformes.

En esto, el rostro a Tormes revolviendo,

vio que estaba riendo de su espanto.1320

«¿De qué te espantas tanto? —dijo el río—

¿No basta el saber mío a que primero

que naciese Severo, yo supiese

que había de ser quien diese la dotrina

al ánima divina deste mozo?»1325

Él, lleno de alborozo y de alegría,

sus ojos mantenía de pintura.

Miraba otra figura de un mancebo,

el cual venía con Febo mano a mano,

al modo cortesano. En su manera,[170]1330

p. 95lo juzgara cualquiera, viendo el gesto

lleno de un sabio, honesto y dulce afeto,

por un hombre perfeto en la alta parte

de la difícil arte cortesana,

maestra de la humana y dulce vida.1335

Luego fue conocida de Severo

la imagen por entero fácilmente

deste que allí presente era pintado.

Vio que era el que había dado a don Fernando,

su ánimo formando en luenga usanza,1340

el trato, la crianza y gentileza,

la dulzura y llaneza acomodada,

la virtud apartada y generosa,

y en fin, cualquiera cosa que se vía

en la cortesanía, de que lleno1345

Fernando tuvo el seno y bastecido.

Después de conocido, leyó el nombre

Severo de aqueste hombre que se llama

Boscán, de cuya llama clara y pura

sale el fuego que apura sus escritos,1350

que en siglos infinitos tendrán vida.

De algo más crecida edad miraba

al niño que escuchaba sus consejos,

p. 96luego los aparejos ya de Marte,

estotro puesto aparte, le traía.1355

Así les convenía a todos ellos,

que no pudiera dellos dar noticia

a otro la milicia en muchos años.

Obraba los engaños de la lucha;

la maña y fuerza mucha y ejercicio1360

con el robusto oficio está mesclando.[171]

Allí con rostro blando y amoroso

Venus aquel hermoso mozo mira,

y luego lo retira por un rato

de aquel áspero trato y son de hierro.1365

Mostrábale ser yerro y ser mal hecho

armar contino el pecho de dureza,

no dando a la terneza alguna puerta.

Entrada en una huerta, con él siendo,

una ninfa durmiendo le mostraba.1370

El mozo la miraba, y juntamente

de súbito acidente acometido,

estaba embebecido, y a la diosa,

que a la ninfa hermosa se allegase

mostraba que rogase, y parecía1375

que la diosa temía de llegarse.

Él no podía hartarse de miralla,

eternamente amalla proponiendo.

Luego venía corriendo Marte airado,

p. 97mostrándose alterado en la persona,1380

y daba la corona a don Fernando.

Estábale mostrando un caballero

que con semblante fiero amenazaba

al mozo que quitaba el nombre a todos.

Con atentados modos se movía1385

contra el que le atendía en una puente.[172]

Mostraba claramente la pintura

que acaso noche escura entonces era.

De la batalla fiera era testigo

Marte, que al enemigo condenaba1390

y al mozo coronaba en el fin della;

p. 98el cual como la estrella relumbrante

que el sol envía delante, resplandece.

De allí su nombre crece, y se derrama

su valerosa fama a todas partes.1395

Luego con nuevas artes se convierte

a hurtar a la muerte y a su abismo

gran parte de sí mismo y quedar vivo

cuando el vulgo cautivo lo llorare,

y muerto lo llamare con deseo.1400

Estaba el Himeneo allí pintado,

el diestro pie calzado en lazos de oro.[173]

De vírgenes un coro está cantando,

partidas altercando y respondiendo,

y en un lecho poniendo una doncella,[174]1405

que quien atento aquella bien mirase,

y bien la cotejase en su sentido

con la que el mozo vido allá en la huerta,

verá que la despierta y la dormida

por una es conocida de presente.1410

p. 99Mostraba juntamente ser señora

dina y merecedora de tal hombre.

El almohada el nombre contenía,

el cual doña María Enriques era.[175]

Apenas tienen fuera a don Fernando,1415

ardiendo y deseando estar ya echado.[176]

Al fin era dejado con su esposa,

dulce, pura, hermosa, sabia, honesta.

En un pie estaba puesta la fortuna,

nunca estable ni una, que llamaba1420

a Fernando, que estaba en vida ociosa,

que por dificultosa y ardua vía

quisiera ser su guía y ser primera;

mas él por compañera toma aquella,

siguiendo a la que es bella descubierta,1425

y juzgada cubierta por disforme;

el nombre era conforme a aquesta fama:

virtud esta se llama, al mundo rara.[177]

p. 100¿Quién tras ella guiara igual en curso,

sino este, que el discurso de su lumbre1430

forzaba la costumbre de sus años,

no recibiendo engaños sus deseos?

Los montes Pirineos (que se estima[178]

de abajo que la cima está en el cielo,

y desde arriba el suelo en el infierno)1435

por medio del invierno atravesaba.

La nieve blanqueaba, y las corrientes

por debajo de puentes cristalinas

y por heladas minas van calladas.

El aire las cargadas ramas mueve,1440

que el peso de la nieve las desgaja.

Por aquí se trabaja el Duque osado,

del tiempo contrastado y de la vía,

con clara compañía de ir delante.

El trabajo constante y tan loable1445

p. 101por la Francia mudable, en fin, le lleva,[179]

la fama en él renueva la presteza;

la cual con ligereza iba volando,

y con el gran Fernando se paraba,

y le sinificaba en modo y gesto1450

que el caminar muy presto convenía.

De todos escogía el Duque uno,[180]

y entrambos de consuno cabalgaban;

los caballos mudaban fatigados;

mas a la fin llegados a los muros1455

del gran París seguros, la dolencia,

con su débil presencia y amarilla,[181]

bajaba de la silla al Duque sano,

y con la pesada mano le tocaba.

El luego comenzaba a demudarse,1460

y amarillo pararse y a dolerse.

Luego pudiera verse de travieso

venir por un espeso bosque ameno,

de buenas hierbas lleno y medicina,

p. 102Esculapio, y camina, no parando,[182]1465

hasta donde Fernando está en el lecho.

Entró con pie derecho, y parecía

que le restituía en tanta fuerza,

que a proseguir se esfuerza su viaje,

que le llevó al pasaje del gran Reno.[183]1470

Tomábale en su seno el caudaloso

y claro río, gozoso de tal gloria,

trayendo a la memoria cuándo vino

el vencedor latino al mismo paso.[184]

No se mostraba escaso de sus ondas;1475

antes con aguas hondas que engendraba,

los bajos igualaba y al liviano

barco daba de mano, el cual, volando,

atrás iba dejando muros, torres.

Con tanta priesa corres, navecilla,1480

que llegas do amancilla una doncella,

p. 103y once mil más con ella, y mancha el suelo

de sangre, que en el cielo está esmaltada:[185]

Úrsula, desposada y virgen pura,

mostraba su figura, en una pieza1485

pintada su cabeza. Allí se vía

que los ojos volvía ya espirando;

y estábate mirando aquel tirano[186]

que con acerba mano llevó a hecho

de tierno en tierno pecho tu compaña.1490

Por la fiera Alemaña de aquí parte

el Duque, a aquella parte enderezado

donde el cristiano estado estaba en dubio.[187]

En fin al gran Danubio se encomienda;

por él suelta la rienda a su navío,[188]1495

que con poco desvío de la tierra,

entre una y otra sierra el agua hiende.

El remo, que deciende en fuerza suma,

p. 104mueve la blanca espuma como argento.

El veloz movimiento parecía1500

que pintado se vía ante los ojos.

Con amorosos ojos adelante

Carlo, César triunfante, le abrazaba

cuando desembarcaba en Ratisbona.[189]

Allí por la corona del imperio1505

estaba el magisterio de la tierra

convocado a la guerra que esperaban.

Todos ellos estaban enclavando

los ojos en Fernando, y en el punto

que así le vieron junto, se prometen1510

de cuanto allí acometen la vitoria.

Con falsa y vana gloria y arrogancia,

con bárbara jatancia allí se vía

a los fines de Hungría el campo puesto

de aquel que fue molesto en tanto grado1515

al húngaro cuitado y afligido;[190]

las armas y el vestido a su costumbre,

p. 105era la muchedumbre tan estraña,

que apenas la campaña la abrazaba,

ni a dar pasto bastaba, ni agua el río.1520

César con celo pío y con valiente

ánimo aquella gente despreciaba;

la suya convocaba, y en un punto

vieras un campo junto de naciones

diversas y razones, mas de un celo.[191]1525

No ocupaban el suelo en tanto grado

con número sobrado y infinito

como el campo maldito; mas mostraban

virtud, con que sobraban su contrario,[192]

ánimo voluntario, industria y maña;1530

con generosa saña y viva fuerza

Fernando los esfuerza y los recoge,

y a sueldo suyo coge muchos dellos.

De un arte usaba entre ellos admirable;

con el disciplinable alemán fiero1535

a su manera y fuero conversaba;

a todos se aplicaba de manera,

que el flamenco dijera que nacido

en Flandes había sido, y el osado

p. 106español y sobrado, imaginando[193]1540

ser suyo don Fernando y de su suelo,

demanda sin recelo la batalla.

Quien más cerca se halla del gran hombre

piensa que crece el nombre por su mano.

El cauto italiano nota y mira,[194]1545

los ojos nunca tira del guerrero,[195]

y aquel valor primero de su gente[196]

junto en este y presente considera.

En él ve la manera misma y maña

del que pasó en España sin tardanza,1550

siendo solo esperanza de su tierra,

y acabó aquella guerra peligrosa

con mano poderosa y con estrago

de la fiera Cartago y de su muro,

p. 107y del terrible y duro su caudillo,1555

cuyo agudo cuchillo a las gargantas

Italia tuvo tantas veces puesto.[197]

Mostrábase tras esto allí esculpida

la envidia carcomida, así molesta;[198]

contra Fernando puesta frente a frente,1560

la desvalida gente convocaba,

y contra aquel la armaba, y con sus artes

busca por todas partes daño y mengua.

Él con su mansa lengua y largas manos

los tumultos livianos asentando,1565

poco a poco iba alzando tanto el vuelo,

que la envidia en el cielo lo miraba;

y como no bastaba a la conquista,

vencida ya su vista de tal lumbre,

forzaba su costumbre, y parecía1570

que perdón le pedía, en tierra echada.

Él, después de pisada, descansado

p. 108quedaba y aliviado de este enojo;

y lleno del despojo desta fiera,

hallaba en la ribera del gran río,1575

de noche, al puro frío del sereno,

a César, que en su seno está pensoso,

del suceso dudoso desta guerra;

que, aunque de sí destierra la tristeza,

del caso la grandeza trae consigo1580

el pensamiento amigo del remedio.[199]

Entrambos buscan medio convenible

para que aquel terrible furor loco

les empeciese poco, y recibiese

tal estrago, que fuese destrozado.1585

Después de haber hablado, ya cansados,

en la hierba acostados se dormían;

el gran Danubio oían ir sonando,

casi como aprobando aquel consejo.

En esto el claro viejo río se vía1590

que del agua salía muy callado,

de sauces coronado y de un vestido

de las ovas tejido mal cubierto,

y en aquel sueño incierto les mostraba

p. 109todo cuanto tocaba al gran negocio.1595

Y parecía que el ocio sin provecho

les sacaba del pecho; porque luego,

como si en vivo fuego se quemara

alguna cosa cara, se levantan

del gran sueño y se espantan, alegrando1600

el ánimo y alzando la esperanza.

El río sin tardanza parecía

que el agua disponía al gran viaje;

allanaba el pasaje y la corriente,

para que fácilmente aquella armada[200]1605

que había de ser guiada por su mano,

en el remar liviano y dulce viese

cuánto el Danubio fuese favorable.

Con presteza admirable vieras junto

un ejército a punto denodado;1610

y después de embarcado, el remo lento,

el duro movimiento de los brazos,

los pocos embarazos de las ondas

llevaban por las hondas aguas presta

el armada, molesta al gran tirano.[201]1615

p. 110El artificio humano no hiciera

pintura que esprimiera vivamente,

el armada, la gente, el curso, el agua;

apenas en la fragua, donde sudan

los cíclopes y mudan fatigados[202]1620

los brazos, ya cansados del martillo,

pudiera así esprimillo el gran maestro.

Quien viera el curso diestro por la clara

corriente, bien jurara a aquellas horas[203]

que las agudas proras dividían1625

el agua y la hendían con sonido,

y el rastro iba seguido. Luego vieras

al viento las banderas tremolando,

las ondas imitando en el moverse.

Pudiera también verse casi viva1630

la otra gente esquiva y descreída,

que, de ensoberbecida y arrogante,

pensaban que delante no hallaran

hombres que se pararan, a su furia.

p. 111Los nuestros, tal injuria no sufriendo,1635

remos iban metiendo con tal gana,

que iba de espuma cana el agua llena.

El temor enajena al otro bando;

el sentido, volando de uno en uno,

entrábase importuno por la puerta1640

de la opinión incierta, y siendo dentro,

en el íntimo centro allá del pecho

les dejaba deshecho un hielo frío,

el cual, como un gran río en flujos gruesos,

por médulas y huesos discurría.1645

Todo el campo se vía conturbado

y con arrebatado movimiento;

solo del salvamento platicaban.[204]

Luego se levantaban con desorden,

confusos y sin orden caminando,1650

atrás iban dejando con recelo,

tendida por el suelo, su riqueza.

Las tiendas do pereza y do fornicio,

con todo bruto vicio obrar solían,

sin ellas se partían. Así armadas,1655

eran desamparadas de sus dueños.

A grandes y pequeños juntamente

era el temor presente por testigo,

p. 112y el áspero enemigo a las espaldas,

que les iba las faldas ya mordiendo.1660

César estar teniendo allí se vía

a Fernando, que ardía sin tardanza

por colorar su lanza en turca sangre.

Con animosa hambre y con denuedo

forcejea con quien quedo estar le manda.1665

Como lebrel de Irlanda generoso

que el jabalí cerdoso y fiero mira,

rebátese, sospira, fuerza y riñe,

y apenas le constriñe el atadura,

que el dueño con cordura más aprieta;[205]1670

así estaba perfeta y bien labrada

la imagen figurada de Fernando,

que quien allí mirándola estuviera,

que era desta manera bien juzgara.

Resplandeciente y clara de su gloria1675

pintada la vitoria se mostraba;

a César abrazaba, y no parando,

los brazos a Fernando echaba al cuello.

Él mostraba de aquello sentimiento,

por ser el vencimiento tan holgado.1680

p. 113Estaba figurado un carro estraño

con el despojo y daño de la gente

bárbara, y juntamente allí pintados

cautivos amarrados a las ruedas,

con hábitos y sedas variadas;1685

lanzas rotas, celadas y banderas,

armaduras ligeras de los brazos,

escudos en pedazos divididos,

vieras allí cogidos en trofeo,

con que el común deseo y voluntades1690

de tierras y ciudades se alegraba.

Tras esto blanqueaba falda y seno

con velas al Tirreno de la armada

sublime y ensalzada y gloriosa.

Con la prora espumosa las galeras,1695

como nadantes fieras, el mar cortan,

hasta que en fin aportan con corona

de lauro a Barcelona, do cumplidos[206]

los votos ofrecidos y deseos,

y los grandes trofeos ya repuestos,1700

con movimientos prestos de allí luego,

en amoroso fuego todo ardiendo,

el Duque iba corriendo, y no paraba.

p. 114Cataluña pasaba, atrás la deja;

ya de Aragón se aleja, y en Castilla,1705

sin bajar de la silla, los pies pone.

El corazón dispone a la alegría

que vecina tenía, y reserena

su rostro, y enajena de sus ojos

muerte, daños, enojos, sangre y guerra.1710

Con solo amor se encierra sin respeto,

y el amoroso afeto y celo ardiente

figurado y presente está en la cara;

y la consorte cara, presurosa,

de un tal placer dudosa, aunque lo vía,1715

el cuello le ceñía en nudo estrecho,[207]

de aquellos brazos hecho delicados;

de lágrimas preñados relumbraban

los ojos que sobraban al sol claro.

Con su Fernando caro y señor pío1720

la tierra, el campo, el río, el monte, el llano,

alegres a una mano estaban todos,

p. 115mas con diversos modos lo decían.

Los muros parecían de otra altura;

el campo en hermosura de otras flores1725

pintaba mil colores disconformes;

estaba el mismo Tormes figurado,

en torno rodeado de sus ninfas,

vertiendo claras linfas con instancia,

en mayor abundancia que solía;1730

del monte se veía el verde seno

de ciervos todo lleno, corzos, gamos,

que de los tiernos ramos van rumiando;

el llano está mostrando su verdura,

tendiendo su llanura así espaciosa,1735

que a la vida curiosa nada empece,

ni deja en qué tropiece el ojo vago.

Bañados en un lago, no de olvido,

mas de un embebecido gozo, estaban

cuantos consideraban la presencia1740

deste, cuya ecelencia el mundo canta,

cuyo valor quebranta al turco fiero.

Aquesto vio Severo por sus ojos,

y no fueron antojos ni ficiones;

si oyeras sus razones, yo te digo1745

que como a buen testigo lo creyeras.

Contaba muy de veras que, mirando

atento y contemplando las pinturas,

hallaba en las figuras tal destreza,

que con mayor viveza no pudieran1750

p. 116estar si ser les dieran vivo y puro.

Lo que dellas escuro allí hallaba,

y el ojo no bastaba a recogello,

el río le daba dello gran noticia.

—Este de la milicia —dijo el río—1755

la cumbre y señorío tendrá solo

del uno al otro polo, y porque espantes

a todos cuantos cantes los famosos

hechos tan gloriosos, tan ilustres,[208]

sabe que en cinco lustres de sus años[209]1760

hará tantos engaños a la muerte,

que con ánimo fuerte habrá pasado

por cuanto aquí pintado della has visto.

Ya todo lo has previsto, vamos fuera,

dejarte he en la ribera do estar sueles.1765

—Quiero que me reveles tú primero,

—le replicó Severo—, qué es aquello,

que de mirar en ello se me ofusca

p. 117la vista; así corusca y resplandece,[210]

y tan claro parece allí en la urna,1770

como en hora noturna la cometa.

—Amigo, no se meta —dijo el viejo—

ninguno, le aconsejo, en este suelo

en saber más que el cielo le otorgare;

y si no te mostrare lo que pides,1775

tú mismo me lo impides, porque en tanto

que el mortal velo y manto el alma cubren,

mil cosas se te encubren, que no bastan

tus ojos, que contrastan, a mirallas.

No pude yo pintallas con menores1780

luces y resplandores, porque sabe,

y aquesto en ti bien cabe, que esto todo

que en ecesivo modo resplandece

tanto, que no parece ni se muestra,

es lo que aquella diestra mano osada1785

y virtud sublimada de Fernando

acabarán entrando más los días.

Lo cual, con lo que vías comparado,

es como con nublado muy escuro

el sol ardiente, puro, relumbrante.1790

Tu vista no es bastante a tanta lumbre,

hasta que la costumbre de miralla

tu ver al contemplalla no confunda.

p. 118Como en cárcel profunda el encerrado,

que, súbito sacado, le atormenta1795

el sol que se presenta a sus tinieblas;

así tú, que las nieblas y hondura,

metido en estrechura, contemplabas

que era cuanto mirabas otra gente,

viendo tan diferente suerte de hombre,1800

no es mucho que te asombre luz tamaña;

pero vete, que baña el sol hermoso

su carro presuroso ya en las ondas,

y antes que me respondas será puesto.—

Diciendo así, con gesto muy humano1805

tomole por la mano. ¡Oh admirable

caso, y, cierto, espantable! Que en saliendo,

se fueron estriñendo de una parte

y de otra de tal arte aquellas ondas,

que las aguas, que hondas ser solían,1810

el suelo descubrían, y dejaban

seca por do pasaban la carrera,

hasta que en la ribera se hallaron;

y como se pararon en un alto,

el viejo de allí un salto dio con brío,1815

y levantó del río espuma al cielo,

y comovió del suelo negra arena.

Severo, ya de ajena ciencia instruto,

fuese a coger el fruto sin tardanza

de futura esperanza; y escribiendo,1820

las cosas fue esprimiendo muy conformes

p. 119a las que había de Tormes aprendido;

y aunque de mi sentido él bien juzgase

que no las alcanzase, no por eso

este largo proceso sin pereza1825

dejó, por su nobleza, de mostrarme.

Yo no podía hartarme allí leyendo,

y tú de estarme oyendo estás cansado.

SALICIO

Espantado me tienes

con tan estraño cuento,1830

y al son de tu hablar embebecido;

acá dentro me siento,

oyendo tantos bienes

y el valor deste príncipe escogido,

bullir con el sentido1835

y arder con el deseo,

por contemplar presente

a aquel que, estando ausente,

por tu divina relación ya veo.

¡Quién viese la escritura,1840

ya que no puede verse la pintura!

Por firme y verdadero,

después que te he escuchado,

tengo que ha de sanar Albanio cierto;

que, según me has contado,1845

bastará a tu Severo

a dar salud a un vivo y vida a un muerto;

que a quien fue descubierto

p. 120un tamaño secreto,

razón es que se crea1850

que, cualquiera que sea,

alcanzará con su saber perfeto,

y a las enfermedades

aplicará contrarias calidades.

NEMOROSO

Pues ¿en qué te resumes, di, Salicio,1855

acerca deste enfermo compañero?

SALICIO

En que hagamos el debido oficio.

Luego de aquí partamos, y primero

que haga curso el mal y se envejesca,

así le presentemos a Severo.1860

NEMOROSO

Yo soy contento, y antes que amanesca

y que del sol el claro rayo ardiente

sobre las altas cumbres se paresca,

el compañero mísero y doliente

llevemos luego donde cierto entiendo1865

que será guarecido fácilmente.

SALICIO

Recoge tu ganado, que cayendo

ya de los altos montes las mayores

sombras, con ligereza van corriendo.

p. 121Mira en torno, y verás por los alcores1870

salir el humo de las caserías

de aquestos comarcanos labradores.[211]

Recoge tus ovejas y las mías,

y vete ya con ellas poco a poco

por aquel mismo valle que solías.1875

Yo solo me avendré con nuestro loco,

que pues él hasta aquí no se ha movido,

la braveza y furor debe ser poco.

NEMOROSO

Si llegas antes, no te estés dormido;

apareja la cena, que sospecho1880

que aún fuego Galafrón no habrá encendido.

SALICIO

Yo lo haré, que al hato iré derecho,

si no me lleva a despeñar consigo

de algún barranco Albanio a mi despecho.

Adiós, hermano.

NEMOROSO

Adiós, Salicio amigo.1885


p. 123

ÉGLOGA III

Aquella voluntad honesta y pura,[212]

ilustre y hermosísima María,

que en mí de celebrar tu hermosura,

tu ingenio y tu valor estar solía,

a despecho y pesar de la ventura5

que por otro camino me desvía,

está y estará en mí tanto clavada,

cuanto del cuerpo el alma acompañada.[213]

p. 124Y aun no se me figura que me toca

aqueste oficio solamente en vida;10

mas con la lengua muerta y fría en la boca[214]

pienso mover la voz a ti debida.

Libre mi alma de su estrecha roca,

por el Estigio lago conducida,

celebrándote irá, y aquel sonido15

hará parar las aguas del olvido.

Mas la fortuna, de mi mal no harta,

me aflige y de un trabajo en otro lleva;

ya de la patria, ya del bien me aparta,

ya mi paciencia en mil maneras prueba;20

y lo que siento más, es que la carta,[215]

donde mi pluma en tu alabanza mueva,

poniendo en su lugar cuidados vanos,

me quita y me arrebata de las manos.

Pero, por más que en mí su fuerza pruebe,25

p. 125no tornará mi corazón mudable;

nunca dirán jamás que me remueve

fortuna de un estudio tan loable.

Apolo y las hermanas, todas nueve,

me darán ocio y lengua con que hable30

lo menos de lo que en tu ser cupiere,

que esto será lo más que yo pudiere.[216]

En tanto no te ofenda ni te harte

tratar del campo y soledad que amaste,

ni desdeñes aquesta inculta parte35

de mi estilo, que en algo ya estimaste.

Entre las armas del sangriento Marte,

do apenas hay quien su furor contraste,

hurté de el tiempo aquesta breve suma,

tomando, ora la espada, ora la pluma.[217]40

Aplica, pues, un rato los sentidos

p. 126al bajo son de mi zampoña ruda,

indina de llegar a tus oídos,

pues de ornamento y gracia va desnuda;

mas a las veces son mejor oídos45

el puro ingenio y lengua casi muda,

testigos limpios de ánimo inocente,

que la curiosidad del elocuente.

Por aquesta razón de ti escuchado,

aunque me falten otras, ser meresco.50

Lo que puedo te doy, y lo que he dado,

con recibillo tú yo me enriquesco.

De cuatro ninfas que del Tajo amado

salieron juntas, a cantar me ofresco,

Filódoce, Dinámene y Crimene,55

Nise, que en hermosura par no tiene.

Cerca del Tajo en soledad amena,

de verdes sauces hay una espesura,

toda de hiedra revestida y llena,

que por el tronco va hasta el altura,60

y así la teje arriba y encadena,

que el sol no halla paso a la verdura;

el agua baña el prado, con sonido

alegrando la vista y el oído.

Con tanta mansedumbre el cristalino65

Tajo en aquella parte caminaba,

que pudieran los ojos el camino

determinar apenas que llevaba.

Peinando sus cabellos de oro fino,

p. 127una ninfa, del agua, do moraba,70

la cabeza sacó, y el prado ameno

vido de flores y de sombra lleno.

Moviola el sitio umbroso, el manso viento,

el suave olor de aquel florido suelo.

Las aves en el fresco apartamiento75

vio descansar del trabajoso vuelo.

Secaba entonces el terreno aliento

el sol subido en la mitad del cielo.

En el silencio solo se escuchaba

un susurro de abejas que sonaba.80

Habiendo contemplado una gran pieza

atentamente aquel lugar sombrío,

somorgujó de nuevo su cabeza,[218]

y al fondo se dejó calar del río.[219]

A sus hermanas a contar empieza85

del verde sitio el agradable frío,

y que vayan les ruega y amonesta

allí con su labor a estar la siesta.

No perdió en esto mucho tiempo el ruego,

que las tres dellas su labor tomaron,90

p. 128y en mirando de fuera, vieron luego

el prado, hacia el cual enderezaron.

El agua clara con lacivo juego[220]

nadando dividieron y cortaron,[221]

hasta que el blanco pie tocó mojado,95

saliendo de la arena, el verde prado.

Poniendo ya en lo enjuto las pisadas,[222]

escurrieron del agua sus cabellos,

los cuales esparciendo, cubijadas

las hermosas espaldas fueron dellos.100

Luego sacando telas delicadas,

que en delgadeza competían con ellos,[223]

en lo más escondido se metieron,

y a su labor atentas se pusieron.

Las telas eran hechas y tejidas105

del oro que el felice Tajo envía,

p. 129apurado, después de bien cernidas

las menudas arenas do se cría.[224]

Y de las verdes hojas reducidas

en estambre sutil, cual convenía110

para seguir el delicado estilo

del oro ya tirado en rico hilo.

La delicada estambre era distinta

de las colores que antes le habían dado

con la fineza de la varia tinta115

que se halla en las conchas del pescado.

Tanto artificio muestra en lo que pinta

y teje cada ninfa en su labrado,

cuanto mostraron en sus tablas antes

el celebrado Apeles y Timantes.120

Filódoce, que así de aquellas era

llamada la mayor, con diestra mano

tenía figurada la ribera

de Estrimón, de una parte el verde llano,

y de otra el monte de aspereza fiera,125

pisado tarde o nunca de pie humano,

donde el amor movió con tanta gracia

la dolorosa lengua del de Tracia.[225]

p. 130Estaba figurada la hermosa

Eurídice, en el blanco pie mordida[226]130

de la pequeña sierpe ponzoñosa,[227]

entre la hierba y flores escondida;

descolorida estaba como rosa

que ha sido fuera de sazón cogida,

y el ánima, los ojos ya volviendo,135

de su hermosa carne despidiendo.

Figurado se vía estensamente

el osado marido que bajaba

al triste reino de la escura gente,

y la mujer perdida recobraba;140

y cómo después desto él, impaciente

por miralla de nuevo, la tornaba

a perder otra vez, y del tirano

se queja al monte solitario en vano.[228]

Dinámene no menos artificio145

p. 131mostraba en la labor que había tejido,

pintando a Apolo en el robusto oficio

de la silvestre caza embebecido.

Mudar luego le hace el ejercicio

la vengativa mano de Cupido,150

que hizo a Apolo consumirse en lloro

después que le enclavó con punta de oro.[229]

Dafne con el cabello suelto al viento,[230]

sin perdonar al blanco pie, corría

por áspero camino tan sin tiento,155

que Apolo en la pintura parecía

que, porque ella templase el movimiento,

con menos ligereza la seguía.

Él va siguiendo, y ella huye como

quien siente al pecho el odioso plomo.[231]160

Mas a la fin los brazos le crecían,

y en sendos ramos vueltos se mostraban,

y los cabellos, que vencer solían

al oro fino, en hojas se tornaban;

en torcidas raíces se estendían165

p. 132los blancos pies, y en tierra se hincaban.

Llora el amante, y busca el ser primero,

besando y abrazando aquel madero.

Climene, llena de destreza y maña,

el oro y las colores matizando,170

iba de hayas una gran montaña

de robles y de peñas variando.

Un puerco entre ellas, de braveza estraña,

estaba los colmillos aguzando

contra un mozo, no menos animoso,175

con su venablo en mano, que hermoso.[232]

Tras esto, el puerco allí se vía herido

de aquel mancebo por su mal valiente,

y el mozo en tierra estaba ya tendido,

abierto el pecho del rabioso diente;180

con el cabello de oro desparcido

barriendo el suelo miserablemente,

las rosas blancas por allí sembradas

tornaba con su sangre coloradas.

Adonis este se mostraba que era,185

según se muestra Venus dolorida,

que viendo la herida abierta y fiera,

p. 133estaba sobre él casi amortecida.

Boca con boca coge la postrera[233]

parte del aire que solía dar vida190

al cuerpo, por quien ella en este suelo

aborrecido tuvo al alto cielo.

La blanca Nise no tomó a destajo

de los pasados casos la memoria,

y en la labor de su sutil trabajo195

no quiso entretejer antigua historia;

antes mostrando de su claro Tajo

en su labor la celebrada gloria,

lo figuró en la parte donde él baña

la más felice tierra de la España.[234]200

Pintado el caudaloso río se vía,

que, en áspera estrecheza reducido,

un monte casi al rededor teñía,

con ímpetu corriendo y con ruído;

querer cercallo todo parecía[235]205

p. 134en su volver; mas era afán perdido;

dejábase correr, en fin, derecho,[236]

contento de lo mucho que había hecho.

Estaba puesta en la sublime cumbre

del monte, y desde allí por él sembrada,210

aquella ilustre y clara pesadumbre,

de antiguos edificios adornada.

De allí con agradable mansedumbre

el Tajo va siguiendo su jornada,

y regando los campos y arboledas215

con artificio de las altas ruedas.[237]

En la hermosa tela se veían

entretejidas las silvestres diosas

salir de la espesura, y que venían

todas a la ribera presurosas,220

en el semblante tristes, y traían

cestillos blancos de purpúreas rosas,

las cuales esparciendo, derramaban

sobre una ninfa muerta que lloraban.[238]

p. 135Todas con el cabello desparcido[239]225

lloraban una ninfa delicada,[240]

cuya vida mostraba que había sido

antes de tiempo y casi en flor cortada.[241]

Cerca del agua, en un lugar florido,

estaba entre la hierba degollada,[242]230

cual queda el blanco cisne cuando pierde

la dulce vida entre la hierba verde.

p. 136Una de aquellas diosas, que en belleza,

al parecer, a todas ecedía,

mostrando en el semblante la tristeza235

que del funesto y triste caso había,

apartada algún tanto, en la corteza

de un álamo unas letras escribía,

como epitafio de la ninfa bella,

que hablaban así por parte della:240

«Elisa soy, en cuyo nombre suena

y se lamenta el monte cavernoso,

testigo del dolor y grave pena

en que por mí se aflige Nemoroso,

y llama Elisa; Elisa a boca llena245

responde el Tajo, y lleva presuroso

al mar de Lusitania el nombre mío,[243]

donde será escuchado, yo lo fío.»

En fin, en esta tela artificiosa

toda la historia estaba figurada,250

que en aquella ribera deleitosa

de Nemoroso fue tan celebrada;

porque de todo aquesto y cada cosa

p. 137estaba Nise ya tan informada,

que llorando el pastor, mil veces ella255

se enterneció escuchando su querella.

Y porque aqueste lamentable cuento,

no solo entre las selvas se contase,

mas, dentro de las ondas, sentimiento

con la noticia de esto se mostrase,260

quiso que de su tela el argumento

la bella ninfa muerta señalase,

y así se publicase de uno en uno

por el húmido reino de Netuno.

Destas historias tales variadas265

eran las telas de las cuatro hermanas,

las cuales, con colores matizadas

y claras luces de las sombras vanas,

mostraban a los ojos relevadas

las cosas y figuras que eran llanas;270

tanto que, al parecer, el cuerpo vano

pudiera ser tomado con la mano.[244]

Los rayos ya del sol se trastornaban,[245]

escondiendo su luz, al mundo cara,

tras altos montes, y a la luna daban275

p. 138lugar para mostrar su blanca cara;

los peces a menudo ya saltaban,

con la cola azotando el agua clara,

cuando las ninfas, la labor dejando,

hacia el agua se fueron paseando.280

En las templadas ondas ya metidos

tenían los pies, y reclinar querían

los blancos cuerpos, cuando sus oídos

fueron de dos zampoñas que tañían

suave y dulcemente, detenidos;285

tanto, que sin mudarse las oían,

y al son de las zampoñas escuchaban

dos pastores, a veces, que cantaban.

Más claro cada vez el son se oía

de dos pastores, que venían cantando290

tras el ganado, que también venía

por aquel verde soto caminando,

y a la majada, ya pasado el día,

recogido llevaban, alegrando

las verdes selvas con el son suave,295

haciendo su trabajo menos grave.

Tirreno destos dos el uno era,

Alcino el otro, entrambos estimados,

y sobre cuantos pacen la ribera

del Tajo, con sus vacas, enseñados;300

mancebos de una edad, de una manera

a cantar juntamente aparejados,

p. 139y a responder. Aquesto van diciendo,

cantando el uno, el otro respondiendo.

TIRRENO

Flérida, para mí dulce y sabrosa305

más que la fruta del cercado ajeno,[246]

más blanca que la leche y más hermosa

que el prado por abril, de flores lleno;

si tú respondes pura y amorosa

al verdadero amor de tu Tirreno,310

a mi majada arribarás, primero

que el cielo nos amuestre su lucero.

ALCINO

Hermosa Filis, siempre yo te sea

amargo al gusto más que la retama,

y de ti despojado yo me vea,315

cual queda el tronco de su verde rama,

si más que yo el murciélago desea

la escuridad, ni más la luz desama,

por ver ya el fin de un término tamaño

deste día, para mí mayor que un año.320

TIRRENO

Cual suele acompañada de su bando

aparecer la dulce primavera,

p. 140cuando Favonio y Céfiro soplando,[247]

al campo toman su beldad primera,

y van artificiosos esmaltando325

de rojo, azul y blanco la ribera;

en tal manera a mí, Flérida mía,

viniendo, reverdece mi alegría.

ALCINO

¿Ves el furor del animoso viento,

embravecido en la fragosa sierra,330

que los antiguos robles ciento a ciento

y los pinos altísimos atierra,

y de tanto destrozo aún no contento,

al espantoso mar mueve la guerra?

Pequeña es esta furia, comparada335

a la de Filis, con Alcino airada.

TIRRENO

El blanco trigo multiplica y crece,

p. 141produce el campo en abundancia tierno

pasto al ganado, el verde monte ofrece

a las fieras salvajes su gobierno;340

adoquiera que miro me parece

que derrama la copia todo el cuerno;[248]

mas todo se convertirá en abrojos

si dello aparta Flérida sus ojos.

ALCINO

De la esterilidad es oprimido345

el monte, el campo, el soto y el ganado;

la malicia del aire corrompido

hace morir la hierba mal su grado;[249]

las aves ven su descubierto nido,

que ya de verdes hojas fue cercado;350

p. 142pero si Filis por aquí tornare,

hará reverdecer cuanto mirare.

TIRRENO

El álamo de Alcides escogido

fue siempre, y el laurel del rojo Apolo;

de la hermosa Venus fue tenido355

en precio y en estima el mirto solo;

el verde sauz de Flérida es querido,

y por suyo entre todos escogiolo;[250]

doquiera que de hoy más sauces se hallen,

el álamo, el laurel y el mirto callen.360

ALCINO

El fresno por la selva en hermosura

sabemos ya que sobre todos vaya,

y en aspereza y monte de espesura

se aventaja la verde y alta haya;

mas el que la beldad de tu figura365

dondequiera mirado, Filis, haya,

al fresno y a la haya en su aspereza

confesará que vence tu belleza.—

p. 143Esto cantó Tirreno, y esto Alcino

le respondió; y habiendo ya acabado370

el dulce son, siguieron su camino

con paso un poco más apresurado.

Siendo a las ninfas ya el rumor vecino,

todas juntas se arrojan por el vado,

y de la blanca espuma que movieron375

las cristalinas hondas se cubrieron.


p. 145

ELEGÍA PRIMERA

Aunque este grave caso haya tocado[251]

con tanto sentimiento el alma mía,

que de consuelo estoy necesitado,

con que de su dolor mi fantasía

se descargase un poco, y se acabase5

de mi continuo llanto la porfía,

quise, pero, probar si me bastase[252]

el ingenio a escribirte algún consuelo,

estando cual estoy, que aprovechase

para que tu reciente desconsuelo10

p. 146la furia mitigase, si las musas

pueden un corazón alzar del suelo

y poner fin a las querellas que usas,

con que de Pindo ya las moradoras

se muestran lastimadas y confusas;15

que, según he sabido, ni a las horas

que el sol se muestra ni en el mar se esconde,

de tu lloroso estado no mejoras;

antes en él permaneciendo, donde

quiera que estás tus ojos siempre bañas,20

y el llanto a tu dolor así responde,

que temo ver deshechas tus entrañas

en lágrimas, como al lluvioso viento

se derrite la nieve en las montañas.

Si acaso el trabajado pensamiento25

en el común reposo se adormece,

por tornar al dolor con nuevo aliento,

en aquel breve sueño te aparece

la imagen amarilla del hermano,

que de la dulce vida desfallece;30

y tú, tendiendo la piadosa mano,

probando a levantar el cuerpo amado,

levantas solamente el aire vano;

y del dolor el sueño desterrado

con ansia vas buscando, el que partido35

era ya con el sueño y alongado.

Así desfalleciendo en tu sentido,

p. 147como fuera de ti, por la ribera

de Trápana con llanto y con gemido

el caro hermano buscas, que sola era40

la mitad de tu alma, el cual muriendo,

no quedará ya tu alma entera.[253]

Y no de otra manera repitiendo

vas el amado nombre, en desusada

figura a todas partes revolviendo,45

que cerca del Erídano aquejada,[254]

lloró y llamó Lampecie el nombre en vano,[255]

con la fraterna muerte lastimada:

«Ondas, tornadme ya mi dulce hermano

Faetón; si no, aquí veréis mi muerte,50

regando con mis ojos este llano.»

¡Oh cuántas veces, con el dolor fuerte

avivadas las fuerzas, renovaba

las quejas de su cruda y dura suerte!

p. 148¡Y cuántas otras, cuando se acababa55

aquel furor, en la ribera umbrosa,

muerta, cansada, el cuerpo reclinaba!

Bien te confieso que si alguna cosa

entre la humana puede y mortal gente

entristecer un alma generosa,60

con gran razón podrá ser la presente,

pues te ha privado de un tan dulce amigo,

no solamente hermano, un acidente;

el cual, no solo siempre fue testigo

de tus consejos y íntimos secretos,65

mas de cuanto lo fuiste tú contigo.

En él se reclinaban tus discretos

y honestos pareceres, y hacían

conformes al asiento sus efetos.

En él ya se mostraban y leían70

tus gracias y virtudes una a una,

y con hermosa luz resplandecían,

como en luciente de cristal coluna,[256]

que no encubre de cuanto se avecina

a su viva pureza cosa alguna.75

¡Oh, miserables hados! ¡Oh, mesquina

p. 149suerte la del estado humano, y dura,

do por tantos trabajos se camina!

Y agora muy mayor la desventura

de aquesta nuestra edad, cuyo progreso80

muda de un mal en otro su figura.

¿A quién ya de nosotros el eceso

de guerras, de peligros y destierro

no toca, y no ha cansado el gran proceso?

¿Quién no vio desparcir su sangre al hierro85

del enemigo? ¿Quién no vio su vida

perder mil veces y escapar por yerro?

¿De cuántos queda y quedará perdida

la casa y la mujer y la memoria,

y de otros la hacienda despendida?90

¿Qué se saca de aquesto? ¿Alguna gloria?

¿Algunos premios o agradecimientos?

Sabralo quien leyere nuestra historia.

Verase allí que como polvo al viento,

así se deshará nuestra fatiga95

ante quien se endereza nuestro intento.

No contenta con esto la enemiga

del humano linaje, que invidiosa

coge sin tiempo el grano de la espiga,

nos ha querido ser tan rigurosa,100

que ni a tu juventud, don Bernaldino,

ni ha sido a nuestra pérdida piadosa.

¿Quién pudiera de tal ser adivino?

¿A quién no le engañara la esperanza,

p. 150viéndote caminar por tal camino?105

¿Quién no se prometiera en abastanza[257]

seguridad entera de tus años,

sin temer de natura tal mudanza?

Nunca los tuyos, mas los propios daños,

dolernos deben; que la muerte amarga110

nos muestra claros ya mil desengaños:

hanos mostrado ya que en vida larga

apenas de tormentos y de enojos

llevar podemos la pesada carga;

hanos mostrado en ti que claros ojos115

y juventud y gracia y hermosura,[258]

son también, cuando quiere, sus despojos.

Mas no puede hacer que tu figura,

después de ser de vida ya privada,

no muestre el artificio de natura.120

Bien es verdad que no está acompañada

de la color de rosa que solía

con la blanca azucena ser mesclada;

p. 151porque el calor templado que encendía

la blanca nieve de tu rostro puro,125

robado ya la muerte te lo había.

En todo lo demás, como en seguro

y reposado sueño descansabas,

indicio dando del vivir futuro.[259]

Mas ¿qué hará la madre que tú amabas,130

de quien perdidamente eras amado,

a quien la vida con la tuya dabas?

Aquí se me figura que ha llegado

de su lamento el son, que con su fuerza

rompe el aire vecino y apartado;135

tras el cual a venir también se esfuerza

el de las cuatro hermanas, que teniendo

va con el de la madre viva fuerza.

A todas las contemplo desparciendo

de su cabello luengo el fino oro,140

al cual ultraje y daño están haciendo.

El viejo Tormes con el blanco coro

de sus hermosas ninfas seca el río,

y humedece la tierra con su lloro.

No recostado en urna al dulce frío[260]145

p. 152de su caverna umbrosa, mas tendido

por el arena en el ardiente estío,

con ronco son de llanto y de gemido,

los cabellos y barbas mal paradas

se despedaza, y el sutil vestido.150

En torno dél sus ninfas, desmayadas,

llorando en tierra están sin ornamento,

con las cabezas de oro despeinadas.

Cese ya del dolor, el sentimiento,

hermosas moradoras del undoso155

Tormes; tened más provechoso intento;

consolad a la madre, que el piadoso

dolor la tiene puesta en tal estado,

que es menester socorro presuroso.

Presto será que el cuerpo, sepultado160

en un perpetuo mármol, de las ondas

podrá de vuestro Tormes ser bañado.

Y tú, hermoso coro, allá en las hondas

aguas metido, podrá ser que al llanto

de mi dolor te muevas y respondas.165

Vos, altos promontorios, entre tanto

con toda la Trinacria entristecida[261]

buscad alivio en desconsuelo tanto.

p. 153Sátiros, faunos, ninfas, cuya vida[262]

sin enojos se pasa, moradores170

de la parte repuesta y escondida,

con luenga esperiencia sabidores,

buscad para consuelo de Fernando

hierbas de propriedad oculta y flores;

así en el escondido bosque, cuando175

ardiendo en vivo y agradable fuego

las fugitivas ninfas vais buscando,

ellas se inclinen al piadoso ruego,

y en recíproco lazo estén ligadas,

sin esquivar el amoroso juego.180

Tú, gran Fernando, que entre tus pasadas

y tus presentes obras resplandeces,

y a mayor fama están por ti obligadas,

contempla dónde estás; que si falleces

al nombre que has ganado entre la gente,185

de tu virtud en algo te enflaqueces.

Porque al fuerte varón no se consiente

no resistir los casos de fortuna

con firme rostro y corazón valiente.

Y no tan solamente esta importuna,190

con proceso cruel y riguroso,

con revolver de sol, de cielo y luna

p. 154mover no debe un pecho generoso,

ni entristecello con funesto vuelo,

turbando con molestia su reposo;195

mas si toda la máquina del cielo

con espantable son y con ruído,

hecha pedazos, se viniere al suelo,

debe ser aterrado y oprimido

del grave peso y de la gran ruína,200

primero que espantado y comovido.

Por estas asperezas se camina

de la inmortalidad al alto asiento,

do nunca arriba quien de aquí declina.

En fin, Señor, tornando al movimiento205

de la humana natura, bien permito

a nuestra flaca parte un sentimiento;

mas el eceso en esto vedo y quito,

si alguna cosa puedo, que parece

que quiere proceder en infinito.210

A lo menos el tiempo que, descrece

y muda de las cosas el estado,

debe bastar, si la razón fallece.

No fue el troyano príncipe llorado[263]

siempre del viejo padre dolorido,215

ni siempre de la madre lamentado;

antes, después del cuerpo redemido

p. 155con lágrimas humildes y con oro,

que fue del fiero Aquiles concedido,

y reprimido el lamentable coro220

del frigio llanto, dieron fin al vano

y sin provecho sentimiento y lloro.

El tierno pecho, en esta parte humano,

de Venus, ¿qué sintió, su Adonis viendo

de su sangre regar el verde llano?[264]225

Mas des que vido bien que corrompiendo

con lágrimas sus ojos no hacía

sino en su llanto estarse deshaciendo,

y que tornar llorando no podía

su caro y dulce amigo de la escura230

y tenebrosa noche al claro día,

los ojos enjugó, y la frente pura

mostró con algo más contentamiento,

dejando con el muerto la tristura;

y luego con gracioso movimiento235

se fue su paso por el verde suelo,

con su guirnalda usada y su ornamento.

Desordenaba con lacivo vuelo

el viento su cabello, y con su vista

alegraba la tierra, el mar y el cielo.240

Con discurso y razón que es tan prevista,

con fortaleza y ser que en ti contemplo,

a la flaca tristeza se resista.

p. 156Tu ardiente gana de subir al templo

donde la muerte pierde su derecho,245

te baste, sin mostrarte yo otro ejemplo.

Allí verás cuán poco mal ha hecho

la muerte en la memoria y clara fama

de los famosos hombres que ha deshecho.

Vuelve los ojos donde al fin te llama250

la suprema esperanza, do perfeta

sube y purgada el alma en pura llama.

¿Piensas que es otro el fuego que en Oeta[265]

de Alcides consumió la mortal parte[266]

cuando voló el espirtu al alta meta?255

Desta manera aquel por quien reparte

tu corazón sospiros mil al día,

y resuena tu llanto en cada parte,

subió por la difícil y alta vía,

de la carne mortal purgado y puro,260

en la dulce región del alegría;

do con discurso libre ya y seguro

mira la vanidad de los mortales,

p. 157ciegos, errados en el aire escuro;

y viendo y contemplando nuestros males,265

alégrase de haber alzado el vuelo

a gozar de las horas inmortales.

Pisa el inmenso y cristalino cielo

teniendo puestos de una y otra mano

el claro padre y el sublime abuelo.[267]270

El uno ve de su proceso humano

sus virtudes estar allí presentes,

que el áspero camino hacen llano;

el otro, que acá hizo entre las gentes

en la vida mortal menor tardanza,275

sus llagas muestra allá resplandecientes.

Dellas aqueste premio allá se alcanza;

porque del enemigo no conviene

procurar en el cielo otra venganza.

Mira la tierra, el mar que la contiene,[268]280

todo lo cual por un pequeño punto

a respeto del cielo juzga y tiene.

Puesta la vista en aquel gran trasunto

p. 158y espejo, do se muestra lo pasado

con lo futuro y lo presente junto,285

el tiempo que a tu vida limitado

de allá arriba te está, Fernando, mira,

y allí ve tu lugar ya deputado.

¡Oh bienaventurado! que sin ira,

sin odio, en paz estás, sin amor ciego,290

con quien acá se muere y se sospira;

y en eterna holganza y en sosiego

vives, y vivirás cuanto encendiere

las almas del divino amor el fuego!

Si el cielo piadoso y largo diere295

luenga vida a la voz deste mi llanto,

lo cual tú sabes que pretende y quiere,

yo te prometo, amigo, que entre tanto

que el sol al mundo alumbre, y que la escura

noche cubra la tierra con su manto,300

y en tanto que los peces la hondura

húmida habitarán del mar profundo,

y las fieras del monte la espesura,

se cantará de ti por todo el mundo;

que en cuanto se discurre, nunca visto305

de tus años jamás otro segundo

será desde el Antártico a Calisto.[269]


p. 159

ELEGÍA SEGUNDA

Aquí, Boscán, donde del buen troyano[270]

Anquises con eterno nombre y vida[271]

conserva la ceniza el Mantuano,[272]

debajo de la seña esclarecida

de César Africano nos hallamos,[273]5

la vencedora gente recogida;

diversos en estudio; que unos vamos

muriendo por coger de la fatiga

el fruto que con el sudor sembramos;

otros, que hacen la virtud amiga10

y premio de sus obras, y así quieren

p. 160que la gente lo piense y que lo diga,

destotros en lo público difieren,

y en lo secreto sabe Dios en cuánto

se contradicen en lo que profieren.15

Yo voy por medio, porque nunca tanto

quise obligarme a procurar hacienda;

que un poco más que aquellos me levanto.

Ni voy tampoco por la estrecha senda

de los que cierto sé que a la otra vía20

vuelven de noche, al caminar, la rienda.

Mas, ¿dónde me llevó la pluma mía,

que a sátira me voy mi paso a paso,[274]

y aquesta que os escribo es elegía?

Yo enderezo, señor, en fin, mi paso25

por donde vos sabéis, que su proceso

siempre ha llevado y lleva Garcilaso;[275]

y así, en mitad de aqueste monte espeso

de las diversidades me sostengo,

p. 161no sin dificultad, mas no por eso30

dejo las musas, antes torno y vengo

dellas al negociar, y variando,

con ellas dulcemente me entretengo.

Así se van las horas engañando,

así del duro afán y grave pena35

estamos algún hora descansando.

De aquí iremos a ver de la sirena

la patria, que bien muestra haber ya sido[276]

de ocio y de amor antiguamente llena.[277]

Allí mi corazón tuvo su nido40

un tiempo ya; mas no sé ¡triste! agora

o si estará ocupado o desparcido.[278]

De aquesto un frío temor así a deshora

por mis huesos discurre en tal manera,

que no puedo vivir con él un hora.45

Si ¡triste! de mi bien estado hubiera

un breve tiempo ausente, yo no niego

que con mayor seguridad viviera.

p. 162La breve ausencia hace el mismo juego

en la fragua de amor, que en fragua ardiente50

el agua moderada hace al fuego;

la cual verás que no tan solamente

no lo suele matar, mas lo refuerza

con ardor más intenso y eminente;

porque un contrario con la poca fuerza55

de su contrario, por vencer la lucha,

su brazo aviva y su valor esfuerza;

pero si el agua en abundancia mucha

sobre el fuego se esparce y se derrama,

el humo sube al cielo, el son se escucha,60

y el claro resplandor de viva llama,

en polvo y en ceniza convertido,

apenas queda dél sino la fama.

Así el ausencia larga, que ha esparcido

en abundancia su licor, que amata65

el fuego que el amor tenía encendido,

de tal suerte lo deja, que lo trata

la mano sin peligro en el momento

que en aparencia y son se desbarata.

Yo solo fuera voy de aqueste cuento;70

porque el amor me aflige y me atormenta,

y en el ausencia crece el mal que siento;

y pienso yo que la razón consienta

y permita la causa deste efeto,

que a mí solo entre todos se presenta;75

porque, como del cielo yo sujeto

p. 163estaba eternamente y deputado

al amoroso fuego en que me meto,

así para poder ser amatado,

el ausencia sin término infinita80

debe ser, y sin tiempo limitado;

lo cual no habrá razón que lo permita;

porque, por más y más que ausencia dure,

con la vida se acaba, que es finita.

Mas a mí ¿quién habrá que me asegure85

que mi mala fortuna con mudanza

y olvido contra mí no se conjure?

Este temor persigue la esperanza

y oprime y enflaquece el gran deseo

con que mis ojos van de su holganza.[279]90

Con ellos solamente agora veo

este dolor que el corazón me parte,

y con él y comigo aquí peleo.

¡Oh crudo, oh riguroso, oh fiero Marte,

de túnica cubierto de diamante,[280]95

y endurecido siempre en toda parte!

¿Qué tiene que hacer el tierno amante

p. 164con tu dureza y áspero ejercicio

llevado siempre del furor delante?

Ejercitando, por mi mal, tu oficio,100

soy reducido a términos que muerte

será mi postrimero beneficio.[281]

Y esta no permitió mi dura suerte

que me sobreviniese peleando,

de hierro traspasado agudo y fuerte,[282]105

por que me consumiese contemplando

mi amado y dulce fruto en mano ajena,

y el duro posesor de mí burlando.

Mas, ¿dónde me trasporta y enajena

de mi proprio sentido el triste miedo?110

Aparte de vergüenza y dolor llena,

donde si el mal yo viese, ya no puedo,

según con esperalle estoy perdido,

acrecentar en la miseria un dedo.

Así lo pienso agora, y si él venido115

p. 165fuese en su misma forma y su figura,

tendría el presente por mejor partido,

y agradecería siempre a la ventura

mostrarme de mi mal solo el retrato,

que pintan mi temor y mi tristura.120

Yo sé qué cosa es esperar un rato

el bien del propio engaño, y solamente

tener con él inteligencia y trato.

Como acontece al mísero doliente,

que del un cabo el cierto amigo y sano125

le muestra el grave mal de su acidente,

y le amonesta que del cuerpo humano

comience a levantar a mejor parte

el alma suelta con volar liviano;

mas la tierna mujer, de la otra parte,130

no se puede entregar a desengaño,

y encúbrele del mal la mayor parte;

él, abrazado con su dulce engaño,

vuelve los ojos a la voz piadosa,

y alégrase muriendo con su daño,135

así los quito yo de toda cosa,

y póngolos en solo el pensamiento

de la esperanza cierta o mentirosa.

En este dulce error muero contento;

porque ver claro y conocer mi estado140

no puede ya curar el mal que siento;

y acabo como aquel que en un templado

p. 166baño metido, sin sentido muere,

las venas dulcemente desatado.[283]

Tú, que en la patria entre quien bien te quiere145

la deleitosa playa estás mirando,[284]

y oyendo el son del mar que en ella hiere,

y sin impedimento contemplando

la misma a quien tú vas eterna fama,

en tus vivos escritos, procurando;150

alégrate, que más hermosa llama[285]

p. 167que aquella que el troyano encendimiento

pudo causar, el corazón te inflama.

No tienes que temer el movimiento

de la fortuna con soplar contrario,155

que el puro resplandor serena el viento.

Yo, como conducido mercenario,

voy do fortuna a mi pesar me envía,

si no a morir, que aquesto es voluntario.

Solo sostiene la esperanza mía160

un tan débil engaño, que de nuevo

es menester hacello cada día;

y si no lo fabrico y lo renuevo,

da consigo en el suelo mi esperanza;

tanto, que en vano a levantalla pruebo.165

Aqueste premio mi servir alcanza,

que en sola la miseria de mi vida

negó fortuna su común mudanza.

¿Dónde podré huir que sacudida

un rato sea de mí la grave carga170

que oprime mi cerviz enflaquecida?

p. 168Mas ¡ay! que la distancia no descarga

el triste corazón, y el mal, doquiera

que estoy, para alcanzarme el vuelo alarga.

Si donde el sol ardiente reverbera175

en la arenosa Libia, engendradora

de toda cosa ponzoñosa y fiera;

o adonde es él vencido a cualquiera hora

de la rígida nieve y viento frío,

parte do no se vive ni se mora;180

si en esta o en aquella el desvarío

o la fortuna me llevase un día,

y allí gastase todo el tiempo mío;

el celoso temor con mano fría

en medio del calor y ardiente arena185

el triste corazón me apretaría;

y en el rigor del hielo, en la serena

noche, soplando el viento agudo y puro,

que el veloce correr del agua enfrena,

de aqueste vivo fuego en que me apuro190

y consumirme poco a poco espero,

sé que aun allí no podré estar seguro;

y así, diverso entre contrarios muero.


p. 169

EPÍSTOLA

Señor Boscán, quien tanto gusto tiene[286]

de daros cuenta de los pensamientos

hasta en las cosas que no tienen nombre,

no le podrá con vos faltar materia,

ni será menester buscar estilo5

presto, distinto, de ornamento puro,[287]

tal cual a culta epístola conviene.

Entre muy grandes bienes que consigo

el amistad perfeta nos concede,

es aqueste descuido suelto y puro,10

lejos de la curiosa pesadumbre;

p. 170y así, de aquesta libertad gozando,

digo que vine, cuanto a lo primero,

tan sano como aquel que en doce días

lo que solo veréis ha caminado15

cuando el fin de la carta os lo mostrare.[288]

Alargo y suelto a su placer la rienda,

mucho más que al caballo, al pensamiento,

y llévame a las veces por camino

tan dulce y agradable, que me hace20

olvidar el trabajo del pasado.

Otras me lleva por tan duros pasos,

que con la fuerza del afán presente,

también de los pasados se me olvida.

A veces sigo un agradable medio25

honesto y reposado en que el discurso

del gusto y del ingenio se ejercita.

Iba pensando y discurriendo un día

a cuántos bienes alargó la mano

el que de la amistad mostró el camino;30

y luego vos, de la amistad ejemplo,

os me ofrecéis en estos pensamientos.

Y con vos a lo menos me acontece

p. 171una gran cosa, al parecer estraña;

y porque la sepáis en pocos versos,35

es que, considerando los provechos,

las honras y los gustos que me vienen

desta vuestra amistad, que en tanto tengo,

ninguna cosa en mayor precio estimo,[289]

ni me hace gustar del dulce estado,40

tanto como el amor de parte mía.

Este conmigo tiene tanta fuerza,

que sabiendo muy bien las otras partes

de la amistad, de la estrecheza nuestra,

con solo aqueste el alma se enternece;45

y sé que otra mente me aprovecha,

que el deleite, que suele ser pospuesto

a las útiles cosas y a las graves.[290]

Llévame a escudriñar la causa desto

ver contino tan recio en mí el efeto,50

y hallo que el provecho, el ornamento,

el gusto y el placer que se me sigue

del vínculo de amor que nuestro genio

enredó sobre nuestros corazones,

p. 172son cosas que de mí no salen fuera,55

y en mí el provecho solo se convierte.

Mas el amor, de donde por ventura

nacen todas las cosas, si hay algunas

que a vuestra utilidad y gusto miren,

es razón grande que en mayor estima60

tenido sea de mí, que todo el resto,

cuánto más generosa y alta parte

es el hacer el bien que el recebillo;[291]

así que amando me deleito, y hallo

que no es locura este deleite mío.65

¡Oh cuán corrido estoy y arrepentido

de haberos alabado el tratamiento

del camino de Francia y las posadas![292]

Corrido de que ya por mentiroso

con razón me tendréis; arrepentido70

de haber perdido tiempo en alabaros

cosa tan dina ya de vituperio;

donde no hallaréis sino mentiras,

vinos acedos, camareras feas,

varletes codiciosos, malas postas,[293]75

p. 173gran paga, poco argén, largo camino;[294]

llegar al fin a Nápoles no habiendo

dejado allá enterrado algún tesoro,

salvo si no decís que es enterrado

lo que nunca se halla ni se tiene.80

A mi señor Dural estrechamente[295]

abrazad de mi parte, si pudierdes.

Doce del mes de Otubre, de la tierra

do nació el claro fuego del Petrarca,

y donde están del fuego las cenizas.[296]85


p. 175

CANCIÓN PRIMERA

Si a la región desierta, inhabitable

por el hervor del sol demasiado,

y sequedad de aquella arena ardiente;

o a la que por el hielo congelado

y rigurosa nieve es intratable,5

del todo inhabitada de la gente,

por algún acidente

o acaso de fortuna desastrada,

me fuésedes llevada,

y supiese que allá vuestra dureza10

estaba en su crueza,

allá os iría a buscar, como perdido,[297]

hasta morir a vuestros pies tendido.[298]

p. 176Vuestra soberbia y condición esquiva

acabe ya, pues es tan acabada15

la fuerza de en quien ha de esecutarse.[299]

Mirad bien que el amor se desagrada

deso, pues quiere que el amante viva

y se convierta a do piense salvarse.[300]

El tiempo ha de pasarse,20

y de mis males, arrepentimiento,

confusión y tormento

sé que os ha de quedar, y esto recelo;

¡que aún de aquesto me duelo!

Como en mí vuestros males son de otra arte,25

duélenme en más sensible y tierna parte.

Así paso la vida, acrecentando

materia de dolor a mis sentidos,

p. 177como si la que tengo no bastase;

los cuales para todo están perdidos,30

sino para mostrarme a mí cuál ando.

Pluguiese a Dios que aquesto aprovechase

para que yo pensase

un rato en mi remedio, pues os veo

siempre ir con un deseo35

de perseguir al triste y al caído;

yo estoy aquí tendido,[301]

mostrándoos de mi muerte las señales,

y vos viviendo solo de mis males.

Si aquella amarillez y los sospiros[302]40

salidos sin licencia de su dueño;

si aquel hondo silencio no han podido

un sentimiento grande ni pequeño

p. 178mover en vos, que baste convertiros

a siquiera saber que soy nacido,45

baste ya haber sufrido

tanto tiempo, a pesar de lo que basto;

que a mí mismo contrasto,[303]

dándome a entender que mi flaqueza

me tiene en la tristeza50

en que estoy puesto, y no lo que yo entiendo;

así que con flaqueza me defiendo.

Canción, no has de tener

comigo que ver más en malo o en bueno;

trátame como ajeno,55

que no te faltará de quien lo aprendas.

Si has miedo que me ofendas,

no quieras hacer más por mi derecho

de lo que hice yo, que el mal me he hecho.


p. 179

CANCIÓN SEGUNDA

La soledad siguiendo,

rendido a mi fortuna,

me voy por los caminos que se ofrecen,

por ellos esparciendo

mis quejas de una en una5

al viento, que las lleva do perecen;[304]

puesto que ellas merecen

ser de vos escuchadas,

pues son tan bien vertidas,

he lástima de ver que van perdidas10

por donde suelen ir las remediadas.

A mí se han de tornar,

adonde para siempre habrán de estar.[305]

Mas ¿qué haré, señora,

p. 180en tanta desventura?15

¿Adónde iré, si a vos no voy con ella?

¿De quién podré yo agora

valerme en mi tristura,

si en vos no halla abrigo mi querella?

Vos sola sois aquella20

con quien mi voluntad

recibe tal engaño,

que viéndoos holgar siempre con mi daño,

me quejo a vos, como si en la verdad

vuestra condición fuerte25

tuviese alguna cuenta con mi muerte.

Los árboles presento

entre las duras peñas

por testigo de cuanto os he encubierto;

de lo que entrellas cuento30

podrán dar buenas señas,

si señas pueden dar del desconcierto.

Mas ¿quién tendrá concierto

en contar el dolor,

que es de orden enemigo?35

No me den pena, pues, por lo que digo;

que ya no me refrenará el temor.

¡Quién pudiese hartarse[306]

de no esperar remedio y de quejarse!

p. 181Mas esto me es vedado40

con unas obras tales

con que nunca fue a nadie defendido;

que si otros han dejado

de publicar sus males,

llorando el mal estado a que han venido,45

señora, no habrá sido

sino con mejoría

y alivio en su tormento;

mas ha venido en mí a ser lo que siento

de tal arte, que ya en mi fantasía50

no cabe; y así, quedo

sufriendo aquello que decir no puedo.

Si por ventura estiendo

alguna vez mis ojos

por el proceso luengo de mis daños,55

con lo que me defiendo

de tan grandes enojos,

solamente es allí con mis engaños;

mas vuestros desengaños

vencen mi desvarío60

y apocan mis defensas.

Sin yo poder dar otras recompensas,

sino que, siendo vuestro más que mío,

p. 182quise perderme así,

por vengarme de vos, señora, en mí.65

Canción, yo he dicho más que me mandaron,

y menos que pensé;

no me pregunten más, que lo diré.[307]


p. 183

CANCIÓN TERCERA

Con un manso ruído

de agua corriente y clara,

cerca el Danubio una isla, que pudiera[308]

ser lugar escogido

para que descansara5

quien como yo estó agora, no estuviera;

do siempre primavera

parece en la verdura

sembrada de las flores;

hacen los ruiseñores10

renovar el placer o la tristura

con sus blandas querellas,

que nunca día ni noche cesan dellas.

p. 184Aquí estuve yo puesto,

o por mejor decillo,15

preso y forzado y solo en tierra ajena;[309]

bien pueden hacer esto

en quien puede sufrillo

y en quien él a sí mismo se condena.

Tengo solo una pena,20

si muero desterrado

y en tanta desventura,

que piensen por ventura

que juntos tantos males me han llevado;

y sé yo bien que muero25

por solo aquello que morir espero.

El cuerpo está en poder

y en manos de quien puede

hacer a su placer lo que quisiere;

mas no podrá hacer30

que mal librado quede,

mientras de mí otra prenda no tuviere.

Cuando ya el mal viniere

y la postrera suerte,

aquí me ha de hallar,35

p. 185en el mismo lugar;

que otra cosa más dura que la muerte

me halla y ha hallado;

y esto sabe muy bien quien lo ha probado.

No es necesario agora40

hablar más sin provecho,

que es mi necesidad muy apretada;

pues ha sido en un hora

todo aquello deshecho

en que toda mi vida fue gastada.45

Y al fin de tal jornada

¿presumen espantarme?

Sepan que ya no puedo

morir sino sin miedo;

que aun nunca qué temer quiso dejarme50

la desventura mía,

que el bien y el miedo me quitó en un día.

Danubio, río divino,[310]

que por fieras naciones[311]

vas con tus claras ondas discurriendo,55

pues no hay otro camino

p. 186por donde mis razones

vayan fuera de aquí, sino corriendo

por tus aguas y siendo

en ellas anegadas;60

si en tierra tan ajena

en la desierta arena

fueren de alguno acaso en fin halladas,

entiérrelas, siquiera,

porque su error se acabe en tu ribera.65

Aunque en el agua mueras,

canción, no has de quejarte;

que yo he mirado bien lo que te toca.

Menos vida tuvieras

si hubieras de igualarte70

con otras que se me han muerto en la boca.

Quién tiene culpa desto,

allá lo entenderás de mí muy presto.


p. 187

CANCIÓN CUARTA[312]

El aspereza de mis males quiero[313]

que se muestre también en mis razones,

como ya en los efetos se ha mostrado.

p. 188Lloraré de mi mal las ocasiones,

sabrá el mundo la causa por que muero,5

y moriré a lo menos confesado.[314]

Pues soy por los cabellos arrastrado

de un tan desatinado pensamiento,

que por agudas peñas peligrosas,

por matas espinosas,10

corre con ligereza más que el viento,

bañando de mi sangre la carrera;

y para más despacio atormentarme,

llévame alguna vez por entre flores,

a do de mis tormentos y dolores15

descanso, y dellos vengo a no acordarme;

mas él a más descanso no me espera;

antes, como me ve desta manera,

con un nuevo furor y desatino

toma a seguir el áspero camino.20

No vine por mis pies a tantos daños;

fuerzas de mi destino me trajeron,

y a la que me atormenta me entregaron.

Mi razón y juicio bien creyeron

guardarme, como en los pasados años25

de otros graves peligros me guardaron;

p. 189mas cuando los pasados compararon

con los que venir vieron, no sabían

lo que hacer de sí ni dó meterse;

que luego empezó a verse30

la fuerza y el rigor con que venían.

Mas de pura vergüenza constreñida,

con tardo paso y corazón medroso

al fin ya mi razón salió al camino.

Cuanto era el enemigo más vecino,35

tanto más el recelo temeroso

le mostraba el peligro de su vida.

Pensar en el temor de ser vencida,

la sangre alguna vez le calentaba,

mas el mismo temor se la enfriaba.40

Estaba yo a mirar, y peleando

en mi defensa mi razón estaba

cansada, y en mil partes ya herida;

y sin ver yo quién dentro me incitaba,

ni saber cómo, estaba deseando45

que allí quedase mi razón vencida.[315]

Nunca en todo el proceso de mi vida

cosa se me cumplió que desease

tan presto como aquesta; que a la hora[316]

p. 190se rindió la señora,50

y al siervo consintió que gobernase[317]

y usase de la ley del vencimiento.

Entonces yo sentime salteado

de una vergüenza libre y generosa;

corrime gravemente que una cosa55

tan sin razón hubiese así pasado.

Luego siguió el dolor al corrimiento

de ver mi reino en mano de quien cuento

que me da vida y muerte cada día,

y es la más moderada tiranía.60

Los ojos, cuya lumbre bien pudiera

tornar clara la noche tenebrosa,

y escurecer al sol a mediodía,

me convirtieron luego en otra cosa.

En volviéndose a mí la vez primera65

con el calor del rayo que salía

de su vista, que en mí se difundía,

y de mis ojos la abundante vena

de lágrimas, al sol que me inflamaba,

p. 191no menos ayudaba70

a hacer mi natura en todo ajena

de lo que era primero. Corromperse

sentí el sosiego y libertad pasada,

y el mal de que muriendo estó, engendrarse,

y en tierra sus raíces ahondarse75

tanto cuanto su cima levantada

sobre cualquier altura hace verse.

El fruto que de aquí suele cogerse,

mil es amargo, alguna vez sabroso;

mas mortífero siempre y ponzoñoso.80

De mí agora huyendo, voy buscando

a quien huye de mí como enemiga;

que al un error añado el otro yerro,

y en medio del trabajo y la fatiga

estoy cantando yo, y está sonando85

de mis atados pies el grave hierro;

mas poco dura el canto si me encierro

acá dentro de mí, porque allí veo

un campo lleno de desconfianza.

Muéstrame la esperanza90

de lejos su vestido y su meneo;

mas ver su rostro nunca me consiente.

Torno a llorar mis daños, porque entiendo

que es un crudo linaje de tormento

para matar aquel que está sediento,95

mostralle el agua por que está muriendo;

p. 192de la cual el cuitado juntamente

la claridad contempla, el ruido siente;

mas cuando llega ya para bebella,

gran espacio se halla lejos della.[318]100

De los cabellos de oro fue tejida

la red que fabricó mi sentimiento,

do mi razón revuelta y enredada

con gran vergüenza suya y corrimiento,

sujeta al apetito y sometida,105

en público adulterio fue tomada,

del cielo y de la tierra contemplada.[319]

Mas ya no es tiempo de mirar yo en esto,

pues no tengo con qué considerallo,

y en tal punto me hallo,110

que estoy sin armas en el campo puesto,

y el paso ya cerrado y la huida.

p. 193¿Quién no se espantará de lo que digo?

Que es cierto que he venido a tal estremo,

que del grave dolor que huyo y temo,115

me hallo algunas veces tan amigo,

que en medio dél, si vuelvo a ver la vida

de libertad, la juzgo por perdida,

y maldigo las horas y momentos

gastados mal en libres pensamientos.120

No reina siempre aquesta fantasía,

que en imaginación tan variable

no se reposa un hora el pensamiento.

Viene con un rigor tan intratable

a tiempos el rigor, que al alma mía125

desampara, huyendo, el sufrimiento,

lo que dura la fuerza del tormento.

No hay parte en mí que no se me trastorne

y que en torno de mí no esté llorando;

de nuevo protestando130

que de la vía espantosa atrás me torne.

Esto ya por razón no va fundado,

ni le dan parte dello a mi juicio,

que este discurso todo es ya perdido;

mas es en tanto daño del sentido135

este dolor, y en tanto perjuicio,

que todo lo sensible atormentado,

del bien, si alguno tuvo, ya olvidado

p. 194está de todo punto, y solo siente

la furia y el rigor del mal presente.140

En medio de la fuerza del tormento

una sombra de bien se me presenta,

do el fiero ardor un poco se mitiga.

Figúraseme cierto a mí que sienta

alguna parte de lo que yo siento145

aquella tan amada mi enemiga.

Es tan incomportable la fatiga,

que si con algo yo no me engañase

para poder llevalla, moriría;

y así, me acabaría150

sin que de mí en el mundo se hablase.

Así que, del estado más perdido

saco algún bien; mas luego en mí la suerte

trueca y revuelve el orden; que algún hora,

si el mal acaso un poco en mí mejora,155

aquel descanso luego se convierte

en un temor que me ha puesto en olvido

aquella por quien sola me he perdido.

Así, del bien que un rato satisface,

nace el dolor que el alma me deshace.160

Canción, si quien te viere se espantare

de la instabilidad y ligereza

y revuelta del vago pensamiento;

estable, grave y firme es el tormento

p. 195le di, que es causa; cuya fortaleza165

es tal, que en cualquier parte que tocare,

la hará revolver hasta que pare

en aquel fin de lo terrible y fuerte,

que todo el mundo afirma que es la muerte.


p. 197

CANCIÓN QUINTA

Si de mi baja lira[320]

tanto pudiese el son, que un momento

aplacase la ira

del animoso viento,

y la furia del mar y el movimiento;[321]5

y en ásperas montañas

p. 198con el suave canto enterneciese

las fieras alimañas,

los árboles moviese,

y al son confusamente los trajese;[322]10

no pienses que cantado

sería de mí, hermosa flor de Nido,[323]

el fiero Marte airado,

a muerte convertido,

de polvo y sangre y de sudor teñido;15

ni aquellos capitanes

en las sublimes ruedas colocados,[324]

p. 199por quien los alemanes

el fiero cuello atados,

y los franceses van domesticados.[325]20

Mas solamente aquella

fuerza de tu beldad sería cantada,

y alguna vez con ella

también sería notada

el aspereza de que estás armada;25

y cómo por ti sola,

y por tu gran valor y hermosura,

convertida en viola,[326]

llora su desventura

el miserable amante en su figura.30

Hablo de aquel cativo,

de quien tener se debe más cuidado,

p. 200que está muriendo vivo,

al remo condenado,

en la concha de Venus amarrado.[327]35

Por ti, como solía,

del áspero caballo no corrige

la furia y gallardía,

ni con freno le rige,

ni con vivas espuelas ya le aflige.40

Por ti, con diestra mano

no revuelve la espada presurosa,

y en el dudoso llano

huye la polvorosa

palestra como sierpe ponzoñosa.[328]45

Por ti, su blanda musa,

en lugar de la cítara sonante,

tristes querellas usa,[329]

p. 201que con llanto abundante

hacen bañar el rostro del amante.50

Por ti, el mayor amigo

le es importuno, grave y enojoso;

yo puedo ser testigo,

que ya del peligroso

naufragio fui su puerto y su reposo.55

Y agora en tal manera

vence el dolor a la razón perdida,

que ponzoñosa fiera

nunca fue aborrecida

tanto como yo dél, ni tan temida.60

No fuiste tú engendrada

ni producida de la dura tierra;

no debe ser notada

que ingratamente yerra

quien todo el otro error de sí destierra.[330]65

p. 202Hágate temerosa

el caso de Anajerete, y cobarde,

que de ser desdeñosa

se arrepintió muy tarde;

y así, su alma con su mármol arde.[331]70

Estábase alegrando

del mal ajeno el pecho empedernido,

cuando abajo mirando,

el cuerpo muerto vido

del miserable amante, allí tendido.75

Y al cuello el lazo atado,

con que desenlazó de la cadena

el corazón cuitado,

que con su breve pena

compró la eterna punición ajena.80

Sintió allí convertirse

p. 203en piedad amorosa el aspereza.

¡Oh tarde arrepentirse!

¡Oh última terneza!

¿Cómo te sucedió mayor dureza?85

Los ojos se enclavaron

en el tendido cuerpo que allí vieron,

los huesos se tornaron

más duros y crecieron,

y en sí toda la carne convirtieron;90

las entrañas heladas

tornaron poco a poco en piedra dura;

por las venas cuitadas

la sangre su figura

iba desconociendo y su natura;[332]95

hasta que, finalmente,

en duro mármol vuelta y trasformada,

hizo de sí la gente

no tan maravillada

cuanto de aquella ingratitud vengada.100

No quieras tú, señora,

p. 204de Némesis airada las saetas[333]

probar, por Dios, agora;

baste que tus perfetas

obras y hermosura a los poetas105

den inmortal materia,

sin que también en verso lamentable

celebren la miseria

de algún caso notable

que por ti pase triste y miserable.110


p. 205

SONETOS

I

Cuando me paro a contemplar mi estado,[334]

y a ver los pasos por do me ha traído,

hallo, según por do anduve perdido,

que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estó olvidado,5

a tanto mal no sé por dó he venido;

sé que me acabo, y más he yo sentido

ver acabar comigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte

a quien sabrá perderme y acabarme,10

si ella quisiere, y aun sabrá querello;

que pues mi voluntad puede matarme,

p. 206

la suya, que no es tanto de mi parte,

pudiendo, ¿qué hará sino hacello?[335]


p. 207

II

En fin, a vuestras manos he venido,

do sé que he de morir tan apretado,

que aun aliviar con quejas mi cuidado,

como remedio, me es ya defendido.

Mi vida no sé en qué se ha sostenido,5

si no es en haber sido yo guardado

para que solo en mí fuese probado

cuánto corta un espada en un rendido.[336]

Mis lágrimas han sido derramadas

donde la sequedad y la aspereza10

dieron mal fruto dellas y mi suerte.

Basten las que por vos tengo lloradas.

No os venguéis más de mí con mi flaqueza;

allá os vengad, señora, con mi muerte.


p. 208

III

La mar en medio y tierras he dejado

de cuanto bien, cuitado, yo tenía;

yéndome alejando cada día,[337]

gentes, costumbres, lenguas he pasado.

Ya de volver estoy desconfiado;5

pienso remedios en mi fantasía,

y el que más cierto espero es aquel día

que acabará la vida y el cuidado.

De cualquier mal pudiera socorrerme

con veros yo, señora, o esperallo,10

si esperallo pudiera sin perdello.

Mas de no veros ya para valerme,

p. 209

si no es morir, ningún remedio hallo;

y si esto lo es, tampoco podré habello.[338]


p. 210

IV

Un rato se levanta mi esperanza.

Tan cansada de haberse levantado

torna a caer, que deja, mal mi grado,

libre el lugar a la desconfianza.

¿Quién sufrirá tan áspera mudanza5

del bien al mal? ¡Oh, corazón cansado!

esfuerza en la miseria de tu estado;

que tras fortuna suele haber bonanza.[339]

Yo mismo emprenderé a fuerza de brazos

romper un monte, que otro no rompiera,10

de mil inconvenientes muy espeso.

Muerte, prisión no pueden, ni embarazos,

quitarme de ir a veros, como quiera

desnudo espirtu o hombre en carne y hueso.[340]


p. 211

V

Escrito está en mi alma vuestro gesto,

y cuanto yo escrebir de vos deseo;

vos sola lo escrebistes, yo lo leo

tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;5

que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,

de tanto bien lo que no entiendo creo,

tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;

mi alma os ha cortado a su medida;10

por hábito del alma misma os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;

por vos nací, por vos tengo la vida,

por vos he de morir y por vos muero.


p. 212

VI

Por ásperos caminos he llegado

a parte que de miedo no me muevo;

y si a mudarme o dar un paso pruebo,

allí por los cabellos soy tornado.[341]

Mas tal estoy, que con la muerte al lado5

busco de mi vivir consejo nuevo;

y conozco el mejor y el peor apruebo,[342]

o por costumbre mala o por mi hado.

p. 213

Por otra parte, el breve tiempo mío,

y el errado proceso de mis años,10

en su primer principio y en su medio,

mi inclinación, con quien ya no porfío,[343]

la cierta muerte, fin de tantos daños,

me hacen descuidar de mi remedio.


p. 214

VII

No pierda más quien ha tanto perdido;[344]

bástete, amor, lo que ha por mí pasado;

válgame agora haber jamás probado

a defenderme de lo que has querido.

Tu templo y sus paredes he vestido5

de mis mojadas ropas, y adornado,

como acontece a quien ha ya escapado

libre de la tormenta en que se vido.[345]

Yo había jurado nunca más meterme,

a poder mío y a mi consentimiento,10

en otro tal peligro, como vano.[346]

Mas del que viene no podré valerme;

y en esto no voy contra el juramento;

que ni es como los otros ni en mi mano.


p. 215

VIII

De aquella vista pura y ecelente

salen espirtus vivos y encendidos,

y siendo por mis ojos recebidos,

me pasan hasta donde el mal se siente.

Encuéntranse al camino fácilmente,[347]5

con los míos, que de tal calor movidos

salen fuera de mí como perdidos,[348]

llamados de aquel bien que está presente.

Ausente, en la memoria la imagino;

mis espirtus, pensando que la vían,10

se mueven y se encienden sin medida;

mas no hallando fácil el camino,

que los suyos entrando derretían,

revientan por salir do no hay salida.


p. 216

IX

Señora mía, si de vos yo ausente

en esta vida turo y no me muero,[349]

paréceme que ofendo a lo que os quiero,

y al bien de que gozaba en ser presente.

Tras este, luego siento otro acidente,5

que es ver que si de vida desespero,

yo pierdo cuanto bien de vos espero,

y así ando en lo que siento diferente.

En esta diferencia mis sentidos

están en vuestra ausencia y en porfía.10

No sé ya qué hacerme en mal tamaño.[350]

Nunca entre sí los veo sino reñidos.

De tal arte pelean noche y día,

que solo se conciertan en mi daño.


p. 217

X

¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,[351]

dulces y alegres cuando Dios quería!

Juntas estáis en la memoria mía,

y con ella en mi muerte conjuradas.

¿Quién me dijera, cuando en las pasadas5

horas en tanto bien por vos me vía,

que me habíades de ser en algún día

con tan grave dolor representadas?

Pues en un hora junto me llevastes

todo el bien que por términos me distes,10

llevadme junto el mal que me dejastes.

Si no, sospecharé que me pusistes

en tantos bienes, porque deseastes

verme morir entre memorias tristes.[352]


p. 218

XI

Hermosas ninfas, que en el río metidas,

contentas habitáis en las moradas

de relucientes piedras fabricadas

y en colunas de vidro sostenidas;

agora estéis labrando embebecidas,5

o tejiendo las telas delicadas;

agora unas con otras apartadas,

contándoos los amores y las vidas;

dejad un rato la labor, alzando

vuestras rubias cabezas a mirarme,10

y no os detendréis mucho según ando;

que o no podréis de lástima escucharme,

o convertido en agua aquí llorando,

podréis allá de espacio consolarme.[353]


p. 219

XII

Si para refrenar este deseo

loco, imposible, vano, temeroso,

y guarecer de un mal tan peligroso,

que es darme a entender yo lo que no creo,

no me aprovecha verme cual me veo,5

o muy aventurado o muy medroso,

en tanta confusión, que nunca oso

fiar el mal de mí que lo poseo,

¿qué me ha de aprovechar ver la pintura

de aquel que con las alas derretidas10

cayendo, fama y nombre al mar ha dado;

y la del que su fuego y su locura

llora entre aquellas plantas conocidas,

apenas en el agua resfriado?


p. 220

XIII

A Dafne ya los brazos le crecían,[354]

y en luengos ramos vueltos se mostraban;

en verdes hojas vi que se tornaban

los cabellos que al oro escurecían.

De áspera corteza se cubrían5

los tiernos miembros, que aún bullendo estaban;

los blancos pies en tierra se hincaban,

y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,

a fuerza de llorar, crecer hacía10

este árbol que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado, oh mal tamaño!

¡Que con lloralla cresca cada día

la causa y la razón por que lloraba!


p. 221

XIV

Como la tierna madre que el doliente

hijo le está con lágrimas pidiendo

alguna cosa, de la cual comiendo,

sabe que ha de doblarse el mal que siente,

y aquel piadoso amor no le consiente5

que considere el daño que haciendo

lo que le pide hace, va corriendo,

y dobla el mal, y aplaca el acidente;[355]

así a mi enfermo y loco pensamiento,

que en su daño os me pide, yo querría10

quitar este mortal mantenimiento.

Mas pídemelo, y llora cada día

tanto, que cuanto quiere le consiento,

olvidando su muerte y aun la mía.


p. 222

XV

Si quejas y lamentos pueden tanto,

que el curso refrenaron de los ríos,

y en los diversos montes y sombríos

los árboles movieron con su canto;

si convirtieron a escuchar su llanto5

las fieras tigres y peñascos fríos;

si, en fin, con menos casos que los míos

bajaron a los reinos del espanto;[356]

¿por qué no ablandará mi trabajosa

vida, en miseria y lágrimas pasada,10

un corazón comigo endurecido?

Con más piedad debría ser escuchada

la voz del que se llora por perdido

que la del que perdió y llora otra cosa.


p. 223

XVI

No las francesas armas odiosas,[357]

en contra puestas del airado pecho,

ni en los guardados muros con pertrecho

los tiros y saetas ponzoñosas;

no las escaramuzas peligrosas,5

ni aquel fiero ruido contrahecho

de aquel que para Júpiter fue hecho

por manos de Vulcano artificiosas,[358]

pudieron, aunque más yo me ofrecía

a los peligros de la dura guerra,10

quitar un hora sola de mi hado.

Mas infición de aire en solo un día

me quitó al mundo, y me ha en ti sepultado,

Parténope, tan lejos de mi tierra.[359]


p. 224

XVII

Pensando que el camino iba derecho,

vine a parar en tanta desventura,

que imaginar no puedo, aun con locura,

algo de que esté un rato satisfecho.

El ancho campo me parece estrecho;5

la noche clara para mí es escura;

la dulce compañía, amarga y dura,

y duro campo de batalla el lecho.

Del sueño, si hay alguno, aquella parte

sola que es ser imagen de la muerte10

se aviene con el alma fatigada.

En fin, que como quiera, estoy de arte,

que juzgo ya por hora menos fuerte,

aunque en ella me vi, la que es pasada.


p. 225

XVIII

Si a vuestra voluntad yo soy de cera,

y por sol tengo solo vuestra vista,

la cual a quien no inflama o no conquista

con su mirar, es de sentido fuera;

de do viene una cosa, que si fuera5

menos veces de mí probada y vista,

según parece que a razón resista,

a mi sentido mismo no creyera,

y es, que yo soy de lejos inflamado

de vuestra ardiente vista, y encendido10

tanto, que en vida me sostengo apenas.

Mas si de cerca soy acometido

de vuestros ojos, luego siento helado

cuajárseme la sangre por las venas.


p. 226

XIX

Julio, después que me partí llorando[360]

de quien jamás mi pensamiento parte,

y dejé de mi alma aquella parte

que al cuerpo vida y fuerza estaba dando,

de mi bien a mí mismo voy tomando5

estrecha cuenta, y siento de tal arte

faltarme todo el bien, que temo en parte

que ha de faltarme el aire sospirando;

y con este temor, mi lengua prueba

a razonar con vos ¡oh dulce amigo!10

del amarga memoria de aquel día

en que yo comencé como testigo

a poder dar del alma vuestra nueva,

y a sabella de vos del alma mía.[361]


p. 227

XX

Con tal fuerza y vigor son concertados[362]

para mi perdición los duros vientos,

que cortaron mis tiernos pensamientos

luego que sobre mí fueron mostrados.

El mal es que me quedan los cuidados5

en salvo destos acontecimientos,

que son duros, y tienen fundamentos

en todos mis sentidos bien echados.

Aunque por otra parte no me duelo,

ya que el bien me dejó con su partida,10

del grave mal que en mí está de contino;

antes con él me abrazo y me consuelo;

porque en proceso de tan dura vida

atajaré la guerra del camino.[363]


p. 228

XXI

Clarísimo Marqués, en quien derrama[364]

el cielo cuanto bien conoce el mundo;

si al gran valor en que el sujeto fundo,

y al claro resplandor de vuestra llama

arribare mi pluma, y do la llama5

la voz de vuestro nombre alto y profundo,

seréis vos solo eterno y sin segundo,

y por vos inmortal quien tanto os ama.

Cuanto del largo cielo se desea,

cuanto sobre la tierra se procura,10

todo se halla en vos de parte en parte;

y, en fin, de solo vos formó natura

una estraña y no vista al mundo idea,

y hizo igual al pensamiento el arte.


p. 229

XXII

Con ansia estrema de mirar qué tiene

vuestro pecho escondido allá en su centro,

y ver si a lo de fuera lo de dentro

en aparencia y ser igual conviene,

en él puse la vista; mas detiene5

de vuestra hermosura el duro encuentro

mis ojos, y no pasan tan adentro,

que miren lo que el alma en sí contiene.[365]

Y así, se quedan tristes en la puerta

hecha por mi dolor, con esa mano,10

que aun a su mismo pecho no perdona;[366]

p. 230donde vi claro mi esperanza muerta,

y el golpe que os hizo amor en vano

non esservi passato oltra la gonna.[367]


p. 231

XXIII

En tanto que de rosa y azucena

se muestra la color en vuestro gesto,

y que vuestro mirar ardiente, honesto,

enciende el corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena5

del oro se escogió, con vuelo presto,

por el hermoso cuello blanco, enhiesto,

el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera

el dulce fruto, antes que el tiempo airado10

cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,

todo lo mudará la edad ligera,

por no hacer mudanza en su costumbre.[368]


p. 232

XXIV

Ilustre honor del nombre de Cardona,[369]

décima moradora de Parnaso,[370]

a Tansilo, a Minturno, al culto Taso[371]

sujeto noble de inmortal corona;

p. 233si en medio del camino no abandona5

la fuerza y el espirtu a vuestro Laso,

por vos me llevará mi osado paso

a la cumbre difícil de Helicona.[372]

Podré llevar entonces sin trabajo

con dulce son que el curso al agua enfrena,10

por un camino hasta agora enjuto,

el patrio celebrado y rico Tajo,

que del valor de su luciente arena

a vuestro nombre pague el gran tributo.


p. 234

XXV

¡Oh hado esecutivo en mis dolores,[373]

cómo sentí tus leyes rigurosas!

Cortaste el árbol con manos dañosas,

y esparciste por tierra fruta y flores.

En poco espacio yacen mis amores5

y toda la esperanza de mis cosas,

tornadas en cenizas desdeñosas,

y sordas a mis quejas y clamores.

Las lágrimas que en esta sepultura

se vierten hoy en día y se vertieron10

recibe, aunque sin fruto allá te sean,

hasta que aquella eterna noche escura

me cierre aquestos ojos que te vieron,

dejándome con otros que te vean.[374]


p. 235

XXVI

Echado está por tierra el fundamento[375]

que mi vivir cansado sostenía.

¡Oh cuánto bien se acaba en solo un día!

¡Oh cuántas esperanzas lleva el viento!

¡Oh cuán ocioso está mi pensamiento5

cuando se ocupa en bien de cosa mía!

A mi esperanza, así como a baldía,

mil veces la castiga mi tormento.

Las más veces me entrego, otras resisto

con tal furor, con una fuerza nueva,10

que un monte puesto encima rompería.

p. 236Aqueste es el deseo que me lleva

a que desee tornar a ver un día

a quien fuera mejor nunca haber visto.


p. 237

XXVII

Amor, amor, un hábito vestí,[376]

el cual de vuestro paño fue cortado;

al vestir ancho fue, mas apretado

y estrecho cuando estuvo sobre mí.

Después acá de lo que consentí,5

tal arrepentimiento me ha tornado,

que pruebo alguna vez, de congojado,

a romper esto en que yo me metí.

Mas ¿quién podrá deste hábito librarse,

teniendo tan contraria su natura,10

que con él ha venido a conformarse?

p. 238Si alguna parte queda por ventura

de mi razón, por mí no osa mostrarse;

que en tal contradición no está segura.


p. 239

XXVIII

Boscán, vengado estáis, con mengua mía,

de mi rigor pasado y mi aspereza,

con que reheprenderos la terneza

de vuestro blando corazón solía.

Agora me castigo cada día5

de tal salvatiquez y tal torpeza;[377]

mas es a tiempo que de mi bajeza

correrme y castigarme bien podría.

Sabed que en mi perfeta edad y armado,

con mis ojos abiertos me he rendido10

al niño que sabéis, ciego y desnudo.

De tan hermoso fuego consumido

nunca fue corazón. Si preguntado

soy lo demás, en lo demás soy mudo.


p. 240

XXIX

Pasando el mar Leandro el animoso,[378]

en amoroso fuego todo ardiendo,

esforzó el viento, y fuese embraveciendo

el agua con un ímpetu furioso.

Vencido del trabajo presuroso,5

contrastar a las ondas no pudiendo,

y más del bien que allí perdía muriendo,

que de su propia vida congojoso,

como pudo esforzó su voz cansada,

y a las ondas habló desta manera,10

(mas nunca fue la voz dellas oída):

p. 241«Ondas, pues no os escusa que yo muera,

dejadme allá llegar, y a la tornada

vuestro furor esecutá en mi vida.»[379]


p. 242

XXX

Sospechas, que en mi triste fantasía

puestas, hacéis la guerra a mi sentido,

volviendo y revolviendo el afligido

pecho, con dura mano, noche y día;

ya se acabó la resistencia mía5

y la fuerza del alma; ya rendido

vencer de vos me dejo, arrepentido

de haberos contrastado en tal porfía.[380]

Llevadme a aquel lugar tan espantable,

do por no ver mi muerte allí esculpida,10

cerrados hasta aquí tuve los ojos.

Las armas pongo ya; que concedida[381]

no es tan larga defensa al miserable;

colgad en vuestro carro mis despojos.[382]


p. 243

XXXI

Dentro en mi alma fue de mí engendrado

un dulce amor, y de mi sentimiento

tan aprobado fue su nacimiento

como de un solo hijo deseado;

mas luego dél nació quien ha estragado5

del todo el amoroso pensamiento;

que en áspero rigor y en gran tormento

los primeros deleites ha trocado.

¡Oh crudo nieto, que das vida al padre[383]

p. 244y matas al abuelo! ¿por qué creces10

tan disconforme a aquel de que has nacido?

¡Oh celoso temor! ¿a quién pareces?

¡Que la envidia, tu propia y fiera madre,

se espanta en ver el mostro que ha parido![384]


p. 245

XXXII

Estoy contino en lágrimas bañado,

rompiendo el aire siempre con sospiros;

y más me duele nunca osar deciros

que he llegado por vos a tal estado,

que viéndome do estoy y lo que he andado5

por el camino estrecho de seguiros,

si me quiero tornar para huiros,

desmayo viendo atrás lo que he dejado;

si a subir pruebo, en la difícil cumbre,

a cada paso espántanme en la vía10

ejemplos tristes de los que han caído.

Y sobre todo, fáltame la lumbre

de la esperanza, con que andar solía

por la escura región de vuestro olvido.[385]


p. 246

XXXIII

Mario, el ingrato amor, como testigo[386]

de mi fe pura y de mi gran firmeza,

usando en mí su vil naturaleza,

que es hacer más ofensa al más amigo;

teniendo miedo que si escribo o digo5

su condición, abajo su grandeza,

no bastando su fuerza a mi crueza,

ha esforzado la mano a mi enemigo.

p. 247Y así, en la parte que la diestra mano

gobierna, y en aquella que declara10

el conceto del alma, fui herido.

Mas yo haré que aquesta ofensa, cara

le cueste al ofensor, que ya estoy sano,

libre, desesperado y ofendido.


p. 248

XXXIV

Gracias al cielo doy que ya del cuello

del todo el grave yugo he sacudido,

y que del viento el mar embravecido

veré desde la tierra sin temello.

Veré colgada de un sutil cabello[387]5

la vida del amante embebecido

en su error, y en su engaño adormecido,

sordo a las voces que le avisan dello.

Alegrárame el mal de los mortales;

mas no es mi corazón tan inhumano10

en aqueste mi error como parece,

p. 249porque yo huelgo, como huelga el sano,

no de ver a los otros en los males,

sino de ver que dellos él carece.[388]


p. 250

XXXV

Boscán, las armas y el furor de Marte,[389]

que con su propia sangre el africano

suelo regando, hacen que el romano

imperio reverdesca en esta parte,

han reducido a la memoria el arte5

y el antiguo valor italiano,

por cuya fuerza y valerosa mano

África se aterró de parte a parte.

p. 251Aquí donde el romano encendimiento,

donde el fuego y la llama licenciosa10

solo el nombre dejaron a Cartago,

vuelve y revuelve amor mi pensamiento,

hiere y enciende el alma temerosa,

y en llanto y en ceniza me deshago.[390]


p. 252

XXXVI

A la entrada de un valle, en un desierto,

do nadie atravesaba ni se vía,

vi que con estrañeza un can hacía

estremos de dolor con desconcierto;

ahora suelta el llanto al cielo abierto,5

ora va rastreando por la vía;

camina, vuelve, para, y todavía

quedaba desmayado como muerto.

Y fue que se apartó de su presencia

su amo, y no le hallaba, y esto siente:10

mirad hasta dó llega el mal de ausencia.

Moviome a compasión ver su acidente;

díjele lastimado: «Ten paciencia,

que yo alcanzo razón, y estoy ausente.»[391]


p. 253

XXXVII

Mi lengua va por do el dolor la guía;

ya yo con mi dolor sin guía camino;

entrambos hemos de ir con puro tino;

cada uno va a parar do no querría,

yo, porque voy sin otra compañía,5

sino la que me hace el desatino;

ella, porque la lleve aquel que vino

a hacella decir más que querría.

Y es para mí la ley tan desigual,

que aunque inocencia siempre en mí conoce,10

siempre yo pago el yerro ajeno y mío.

¿Qué culpa tengo yo del desvarío

de mi lengua, si estoy en tanto mal,

que el sufrimiento ya me desconoce?


p. 254

XXXVIII

Siento el dolor menguarme poco a poco,

no porque ser le sienta más sencillo,

mas fallece el sentir para sentillo,

después que de sentillo estoy tan loco.

Ni en sello pienso que en locura toco,5

antes voy tan ufano con oíllo,

que no dejaré el sello y el sufrillo,

que si dejo de sello el seso apoco.

Todo me empece, el seso y la locura;

prívame este de sí por ser tan mío;10

mátame estotra por ser yo tan suyo.

Parecerá a la gente desvarío

preciarme deste mal, do me destruyo:

yo lo tengo por única ventura.[392]


p. 255

CANCIONES

EN VERSOS CORTOS

I

Culpa debe ser quereros,[393]

según lo que en mí hacéis;

mas allá lo pagaréis,

do no sabrán conoceros,

por mal que me conocéis.

p. 256Por quereros, ser perdido

pensaba, que no culpado;

mas que todo lo haya sido

así me lo habéis mostrado,

que lo tengo bien sabido.

¡Quién pudiese no quereros

tanto, como vos sabéis,

por holgarme que paguéis

lo que no han de conoceros

con lo que no conocéis!


II

Yo dejaré desde aquí

de ofenderos más hablando;

porque mi morir callando

os ha de hablar por mí.

Gran ofensa os tengo hecha

hasta aquí en haber hablado,

pues en cosa os he enojado

que tampoco me aprovecha.

Derramaré desde aquí

mis lágrimas no hablando;

porque quien muere callando

tiene quien hable por sí.


p. 257

III

Acaso supo, a mi ver,[394]

y por acierto quereros,

quien tal yerro fue a hacer,

como partirse de veros

donde os dejase de ver.

Imposible es que este tal,

pensando que os conocía,

supiese lo que hacía,

cuando su bien y su mal

junto os entregó en un día.

Acertó acaso a hacer

lo que si por conoceros

hiciera, no podía ser

partirse, y con solo veros

dejaros siempre de ver.


IV

Pues este nombre perdí,[395]

Dido, mujer de Siqueo,

en mi muerte esto deseo

que se escriba sobre mí:

p. 258«El peor de los troyanos

dio la causa y el espada;

Dido, a tal punto llegada,

no puso más de las manos.»


V

De la red y del hilado[396]

hemos de tomar, señora,

que echáis de vos en un hora

todo el trabajo pasado.

Y si el vuestro se ha de dar

a los que se pasearen,

lo que por vos trabajaren,

¿dónde lo pensáis echar?


VI

¿Qué testimonios son estos[397]

que le queréis levantar?

Que no fue sino bailar.

p. 259¿Esta tienen por gran culpa?

No lo fue a mi parecer,

porque tiene por desculpa

que lo hizo la mujer.

Esta le hizo caer,

mucho más que no el saltar

que hizo con el bailar.


VII

La gente se espanta toda[398]

que hablar a todos distes,

que un milagro que hecistes,

hubo de ser en la boda.

p. 260Pienso que habéis de venir,

si vais por este camino,

a tornar el agua en vino,

como el danzar en reír.


VIII

Nadie puede ser dichoso;

señora, ni desdichado,

sino que os haya mirado.

Porque la gloria de veros

en ese punto se quita

que se piensa mereceros.

Así que, sin conoceros,

nadie puede ser dichoso,

señora, ni desdichado,

sino que os haya mirado.


p. 261

APÉNDICES

I

A LA MUY MAGNÍFICA SEÑORA DOÑA JERÓNIMA PALOVA DE ALMOGÁVAR, GARCILASO DE LA VEGA[399]

Si no hubiera sabido antes de ahora dónde llega el juicio de V. m. bastárame para entenderlo ver que os parescía bien este libro; mas ya estábades tan adelante en mi opinión que paresciéndome este libro bien hasta ahora por muchas causas, la principal por donde ahora me lo paresce es porque le habéis aprobado de tal manera, que podemos decir que le habéis hecho, pues por vuestra causa le alcanzamos a tenerp. 262 en lengua que le entendemos. Porque, no solamente no pensé poder acabar con Boscán que le tradujese,[400] mas nunca me osé poner en decírselo, según le vía siempre aborrecer a los que romanzan libros, aunque él a esto no lo llama romanzar, ni yo tampoco,[401] mas aunque lo fuera creo que no se escusara dello mandándolo V. m.

Estoy muy satisfecho de mí, porque antes que el libro viniese a vuestras manos,[402] ya yo le tenía en tanto como entonces debía; porque si ahora, después que os parece bien, empezara a conocerle, creyera que me llevaba el juicio de vuestra opinión. Pero ya no hay que sospechar en esto, sino tener por cierto que es libro que merece andar en vuestras manosp. 263 para que luego se le parezca dónde anduvo y pueda después andar por el mundo sin peligro; porque una de las cosas de que mayor necesidad hay doquiera que hay hombres y damas principales, es de hacer, no solamente todas las cosas que en aquella su manera de vivir acrecienta el punto y el valor de las personas, mas aun de guardarse de todas las que pueden abajarle: lo uno y lo otro se trata en este libro tan sabia y tan cortesanamente que no me parece que hay que desear en él, sino vello cumplido todo en algún hombre, y también iba a decir en alguna dama, si no me acordara que estábades en el mundo para pedirme cuenta de las palabras ociosas.

Demás de todo esto puédese considerar en este libro que, como las cosas muy acertadas, siempre se estienden a más de lo que prometen: de tal manera escribió el Conde Castellón[403] lo que debía hacer unp. 264 singular cortesano, que casi no dejó estado a quien no avisase de su oficio. En esto se puede ver lo que perdiéramos a no entenderle.

Y también tengo por muy principal el beneficio que se hace a la lengua castellana en poner en ella cosas que merezcan ser leídas, porque yo no sé qué desventura ha sido siempre la nuestra, que apenas ha nadie escrito en nuestra lengua sino lo que se pudiera muy bien escusar; aunque esto sería malo de probar con los que traen entre las manos estos libros que matan hombres.[404]

Y supo V. m. muy bien escoger persona por cuyo medio hiciésedes este bien a todos; que siendo, a mi parecer, tan dificultosa cosa traducir bien un libro como hacerle de nuevo, diose Boscán en esto tan buena maña, que cada vez que me pongo a leer este su libro, o por mejor decir, vuestro, no me parece que le hay escrito en otra lengua; y si alguna vez se me acuerda del que he visto y leído, luego el pensamiento se me vuelve al que tengo entre las manos. Guardó una cosa en la lengua castellana que muy pocos la han alcanzado, que fue huir de la afectación,p. 265 sin dar consigo en una sequedad; y con gran limpieza de estilo usó de términos muy cortesanos y muy admitidos de los buenos oídos, y no nuevos ni al parecer desusados de la gente. Fue, más desto, muy fiel traductor, porque no se ató al rigor de la letra, como hacen algunos, sino a la verdad de las sentencias, y por diferentes caminos puso en esta lengua toda la fuerza y el ornamento de la otra.[405] Así lo dejó todo tan en su punto como lo halló, y hallolo tal que con poco trabajo podrían los defensores deste libro responder a los que quisiesen tachar alguna cosa dél.[406] No hablo en los hombres de tan tiernos y tan delicados oídos, que entre mil cosas buenas que tendrá este libro, les ofenderá una o dos que no serán tan buenas como las otras; que destos tales no puedo creer sino que aquellas dos les agradan y las otras les ofenden, y podríalo probar con muchas cosas que ellos fuera de esto aprueban. Mas no es de perder tiempo con estos, sino remitirlos a quien les habla y responde dentro en ellos mismos, y volverme a los que con alguna aparencia de razón podrían en un lugar desear satisfacción de algo que les ofendiese; y es, que allí donde se trata de todas las maneras que puede haber de decir donairesp. 266 y cosas bien dichas a propósito de hacer reír, y de hablar delgadamente, hay algunas puestas por ejemplo que paresce que no llegan al punto de las otras ni merecen ser tenidas por muy buenas de un hombre que tan avisadamente trató las otras partes; y de aquí podrían inferir una sospecha de no tan buen juicio ni tanta fineza del auctor como le damos. Lo que a esto se puede responder es que la intención del auctor fue poner diversas maneras de hablar graciosamente y de decir donaires, y porque mejor pudiésemos conocer la diferencia y el linaje de cada una de aquellas maneras, púsonos ejemplo de todas, y discurriendo por tantas suertes de hablar, no podía haber tantas cosas bien dichas en cada una destas, que algunas de las que daba por ejemplo no fuesen algo más bajas que otras; y por tales creo yo que las tuvo, sin engañarse punto en ellas, un auctor tan discreto y tan avisado como este. Así que ya en esto se ve que él está fuera de culpa; yo solo habré de quedar con una, que es haberme alargado más de lo que era menester; mas enójanme las sinrazones, y hácenme que las haga con una carta tan larga a quien no me tiene culpa.

Confieso a V. md. que hube tanta invidia de veros merecer sola las gracias que se deben por este libro, que me quise meter allá entre los renglones o como pudiese; y porque hube miedo que alguno se quisiese meter en traducir este libro,[407] o por mejor decir, dañarle,p. 267 trabajé con Boscán que sin esperar otra cosa le hiciese luego imprimir, por atajar la presteza que los que escriben mal alguna cosa suelen tener en publicarla; y aunque esta traducción me diera venganza de cualquier otra que hubiera, soy tan enemigo de cisma, que aun esta tan sin peligro me enojara; y por esto, casi por fuerza, le hice que a todo correr le pasase, y él me hizo estar presente a la postrera lima, más como a hombre acogido a razón que como ayudador de ninguna enmienda.[408]

p. 268Suplico a V. md. que pues este libro está debajo de vuestro amparo, que no pierda nada por esta poca de parte que yo dél tomo, pues en pago desto os le doy escrito de mejor letra donde se lea vuestro nombre y vuestras obras.[409]


p. 269

II

CARTA DE GARCILASO AL EMPERADOR CARLOS V[410]

S. C. C. M.t[411]

La orden q̄ el Principe[412] a dado enel caminar de la gente es q̄ se deſenbarquen enbaya o en saona y de alli tomen el camino la via de alexandria y paren en medio desta ciudad y de alexandria lo qual se pone luego en obra y yo me parto delante para tener prouisto lo neceſsario en saona.

p. 270El capitan sabajosa va alo q̄ el principe y el embaxador[413] escriuen; lagente q̄ viene segū todos afirman es muy buena. Nro. Sor. la S. perſona de V. M.t[414] guarde con acrecētamjēto de nueuos Reynos y srios.[415] De genoua XX de mayo 1536.

S. C. C. M.t

Criado de V. S. M.t

Garcilaſso.[416]


p. 271

III

GARSIAE LASSI DE LA VEGA AD FERDINANDUM DE ACUÑA[417]

EPIGRAMMA

Dum Reges, Fernande, canis, dum Caesaris altam

Progeniem nostri, claraque facta Ducum,

Dum Hispana memoras fractas sub cuspide gentes,

Obstupuere homines, obstupuere Dei:

Extollensque caput sacri de vertice Pindi

Calliope blandis vocibus haec retulit;

Macte puer gemina praecinctus tempora lauro,

Qui nova nunc Martis gloria solus eras;

Hac tibi dat Bacchusque pater, dat Phoebus-Apollo

Nympharumque leves Castalidumque chori,

Ut quos divino celebrasti carmine Reges,

Teque simul, curva qui canis arma lyra,

Saepe legant, laudent, celebrent post fata Nepotes:

Nullaque perpetuos nox fuget atra dies.


p. 272

IV

OCTAVA RIMA

«Cristóbal de Castillejo, poeta de agudo ingenio en su tiempo, da el nombre de poeta solamente al nuestro —a Garcilaso— fol. 27 de sus obras, y da por suya, fol. 275, esta octava rima:

Y ya que mis tormentos son forzados,

Aunque vienen sin fuerza consentidos

¿Pues qué mayor alivio [a] mis cuidados

que ser por vuestra causa padecidos?

Si como son por vos bien empleados,

De vos fuesen, señora, conocidos,

La más crecida angustia de mi pena

Sería de descanso y gloria llena.»

(Don Tomás Tamayo de Vargas, Garcilaso de la Vega, Madrid, 1622, fol. 86 de las anotaciones.)


p. 273

V

ANÉCDOTA

«Garcilaso, como era un caballero muy cortesano, y el doctor Villalobos un muy del palacio y gracioso médico, así muy ordinariamente —es decir, frecuentemente— ambos se burlaban; y habiendo estado muy malo Garcilaso, curole el dotor y sanole muy cuidadosamente; y viendo que un día y otro se tardaba la paga, enviole un paje el dotor, que pues le había hecho tanto mal como volverle al mundo, que le pagase. Él —Garcilaso— abriendo un arca vacía, sacó della también una bolsa vacía, y enviósela con esta copla dentro:

La bolsa dice: —Yo vengo

Como el arca de moré,

Que es el arca de Noé

Que quiere decir: no tengo

(Miscelánea de don Luis Zapata, tomo XI del Memorial histórico español, pág. 297.) De este mismo juego de vocablos: Noé = no he = no tengo, usó también Barahona de Soto en su paradoja A la pobreza y Luis Rufo en Las quinientas apotegmas. (V. F. Rodríguez Marín, Luis Barahona de Soto, Madrid, 1903, págs 739-740.)

p. 274


p. 275

ÍNDICE ALFABÉTICO

DE PRIMEROS VERSOS

  Págs.
Acaso supo a mi ver, Versos cortos III. 257
A Dafne ya los brazos le crecían, Soneto XIII. 220
A la entrada de un valle, en un desierto, Soneto XXXVI. 252
Amor, amor, un hábito vestí, Soneto XXVII. 237
Aquella voluntad honesta y pura, Égloga III. 123
Aquí, Boscán, donde del buen troyano, Elegía II. 159
Aunque este grave caso haya tocado, Elegía I. 145
Boscán, las armas y el furor de Marte, Soneto XXXV. 250
Boscán, vengado estáis, con mengua mía, Soneto XXVIII. 239
Clarísimo Marqués, en quien derrama, Soneto XXI. 228
Como la tierna madre que al doliente, Soneto XIV. 221
Con ansia estrema de mirar qué tiene, Soneto XXII. 229
Con tal fuerza y vigor son concertados, Soneto XX. 227
Con un manso ruido, Canción III. 183
Cuando me paro a contemplar mi estado, Soneto I. 205
Culpa debe ser quereros, Versos cortos I. 255
De aquella vista pura y ecelente, Soneto VIII. 215
De la red y del hilado, Versos cortos V. 258
p. 276Dentro en mi alma fue de mí engendrado, Soneto XXXI. 243
Echado está por tierra el fundamento, Soneto XXVI. 235
El aspereza de mis males quiero, Canción IV. 187
El dulce lamentar de dos pastores, Égloga I. 1
En fin, a vuestras manos he venido, Soneto II. 207
En medio del invierno está templada, Égloga II. 27
En tanto que de rosa y azucena, Soneto XXIII. 231
Escrito está en mi alma vuestro gesto, Soneto V. 211
Estoy contino en lágrimas bañado, Soneto XXXII. 245
Gracias al cielo doy que ya del cuello, Soneto XXXIV. 248
Hermosas ninfas, que en el río metidas, Soneto XI. 218
Ilustre honor del nombre de Cardona, Soneto XXIV. 232
Julio, después que me partí llorando, Soneto XIX. 226
La gente se espanta toda, Versos cortos VII. 259
La mar en medio y tierras he dejado, Soneto III. 208
La soledad siguiendo, Canción II. 179
Mario, el ingrato amor, como testigo, Soneto XXXIII. 246
Mi lengua va por do el dolor la guía, Soneto XXXVII. 253
Nadie puede ser dichoso, Versos cortos VIII. 260
No las francesas armas odiosas, Soneto XVI. 223
No pierda más quien ha tanto perdido, Soneto VII. 214
¡Oh hado esecutivo en mis dolores, Soneto XXV. 234
¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas, Soneto X. 217
Pasando el mar Leandro el animoso, Soneto XXIX. 240
Pensando que el camino iba derecho, Soneto XVII. 224
p. 277Por ásperos caminos he llegado, Soneto VI. 212
Pues este nombre perdí, Versos cortos IV. 257
¿Qué testimonios son estos, Versos cortos VI. 258
Señora mía, si de vos yo ausente, Soneto IX. 216
Señor Boscán, quien tanto gusto tiene, Epístola. 169
Si a la región desierta, inhabitable, Canción I. 175
Si a vuestra voluntad yo soy de cera, Soneto XVIII. 225
Si de mi baja lira, Canción V. 197
Siento el dolor menguarme poco a poco, Soneto XXXVIII. 254
Si para refrenar este deseo, Soneto XII. 219
Si quejas y lamentos pueden tanto, Soneto XV. 222
Sospechas, que en mi triste fantasía, Soneto XXX. 242
Un rato se levanta mi esperanza, Soneto IV. 210
Yo dejaré desde aquí, Versos cortos II. 256

p. 279

ÍNDICE GENERAL

  Págs.
Introducción. VII
Datos bibliográficos. XXI
ÉGLOGAS
I.— El dulce lamentar de dos pastores. 1
II.— En medio del invierno está templada. 27
III.— Aquella voluntad honesta y pura. 123
ELEGÍAS
I.— Aunque este grave caso haya tocado. 145
II.— Aquí, Boscán, donde del buen troyano. 159
EPÍSTOLA
Señor Boscán, quien tanto gusto tiene. 169
CANCIONES
I.— Si a la región desierta, inhabitable. 175
II.— La soledad siguiendo. 179
III.— Con un manso ruído. 183
IV.— El aspereza de mis males quiero. 187
V.— Si de mi baja lira. 197
p. 280SONETOS
I.— Cuando me paro a contemplar mi estado. 205
II.— En fin, a vuestras manos he venido. 207
III.— La mar en medio y tierras he dejado. 208
IV.— Un rato se levanta mi esperanza. 210
V.— Escrito está en mi alma vuestro gesto. 211
VI.— Por ásperos caminos he llegado. 212
VII.— No pierda más quien ha tanto perdido. 214
VIII.— De aquella vista pura y ecelente. 215
IX.— Señora mía, si de vos yo ausente. 216
X.— ¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas! 217
XI.— Hermosas ninfas, que en el río metidas. 218
XII.— Si para refrenar este deseo. 219
XIII.— A Dafne ya los brazos le crecían. 220
XIV.— Como la tierna madre que al doliente. 221
XV.— Si quejas y lamentos pueden tanto. 222
XVI.— No las francesas armas odiosas. 223
XVII.— Pensando que el camino iba derecho. 224
XVIII.— Si a vuestra voluntad yo soy de cera. 225
XIX.— Julio, después que me partí llorando. 226
XX.— Con tal fuerza y vigor van concertados. 227
XXI.— Clarísimo Marqués, en quien derrama. 228
XXII.— Con ansia estrema de mirar qué tiene. 229
XXIII.— En tanto que de rosa y azucena. 231
XXIV.— Ilustre honor del nombre de Cardona. 232
XXV.— ¡Oh hado esecutivo en mis dolores! 234
XXVI.— Echado está por tierra el fundamento. 235
XXVII.— Amor, amor, un hábito vestí. 237
XXVIII.— Boscán, vengado estáis con mengua mía. 239
XXIX.— Pasando el mar Leandro el animoso. 240
XXX.— Sospechas que en mi triste fantasía. 242
XXXI.— Dentro en mi alma fue de mí engendrado. 243
p. 281XXXII.— Estoy contino en lágrimas bañado. 245
XXXIII.— Mario, el ingrato amor, como testigo. 246
XXXIV.— Gracias al cielo doy que ya del cuello. 248
XXXV.— Boscán, las armas y el furor de Marte. 250
XXXVI.— A la entrada de un valle, en un desierto. 252
XXXVII.— Mi lengua va por do el dolor la guía. 253
XXXVIII.— Siento el dolor menguarme poco a poco. 254
CANCIONES EN VERSOS CORTOS
I.— Culpa debe ser quereros. 255
II.— Yo dejaré desde aquí. 256
III.— Acaso supo a mi ver. 257
IV.— Pues este nombre perdí. 257
V.— De la red y del hilado. 258
VI.— ¿Qué testimonios son estos? 258
VII.— La gente se espanta toda. 259
VIII.— Nadie puede ser dichoso. 260
APÉNDICES
I.— A la muy magnífica señora doña Jerónima Palova de Almogávar, Garcilaso de la Vega. 261
II.— Carta de Garcilaso al Emperador Carlos V. 269
III.— Garsiae Lassi de la Vega ad Ferdinandum de Acuña, Epigramma. 271
IV.— Octava rima. 272
V.— Anécdota. 273
Índice alfabético de primeros versos. 275

p. 283

ESTE LIBRO SE ACABÓ DE IMPRIMIR
EN LA TIPOGRAFÍA DE «CLÁSICOS CASTELLANOS»
EL DÍA III DE FEBRERO
DEL AÑO MCMXI


NOTAS

[1] Heredaba D. García, por su padre D. Pedro, el apellido Suárez de Figueroa; pero, hijo segundón, educado acaso con su abuela D.ª Elvira, hermana de D. Íñigo, el famoso Marqués de Santillana, tomó el apellido de esta, la cual a su vez quiso conservar el de su madre D.ª Leonor Laso de la Vega en vez del de su padre D. Diego Hurtado de Mendoza. El solar de la Vega se halla en las Asturias de Santillana, en la ribera del Besaya, a una legua de Santillana y otra del mar. (V. Navarrete, Vida de Garcilaso, Ilust. I.)

[2] «Don Pedro era un caballero de sanas entrañas y sin malicia, y junto con esta bondad, amigo de justicia y del bien del reino, y por esto se metió tanto en estos bullicios.» (Sandoval, Hist. de Carlos V, lib. V.)

[3] Así dicen Herrera, Tamayo y Cienfuegos; pero Navarrete supone que debió criarse en la Casa Real, según la antigua costumbre que hacía educar junto a los príncipes a los hijos de los nobles.

[4] Tamayo de Vargas, fol. 4.

[5] V. Égloga I, notas a los versos 2 y 258.

[6] V. Soneto XXVI, nota.

[7] Los del linaje de la Cueva se oponían a aquel desposorio en su interés de que D.ª Isabel, única sucesora de Alburquerque, casara de modo que no se perdiera el nombre de la casa; tuvieron de su parte al Emperador, el cual despachó una cédula desde Bruselas a 4 de setiembre de 1531, prohibiendo que aquel matrimonio siguiera adelante; no obstante parece ser que los novios fueron desposados, en secreto, en una iglesia de Ávila, siendo testigo Garcilaso; noticioso de lo cual el Emperador le impuso dicho destierro, como castigo, en ocasión en que fue a servirle contra los turcos que asediaban a Viena. (V. Navarrete, Vida, 35 y siguientes.)

[8] Véase la carta de creencia otorgada a Garcilaso por D. Juan Ribera, Capitán General de Toledo, en 12 de mayo de 1522. (Navarrete, Vida, pág. 203.)

[9] V. Menéndez y Pelayo, Antología, XIII, pág. 38.

[10] Cuenta D. Luis Zapata en su Carlo Famoso que yendo Garcilaso a Roma a reunirse con el Emperador, después de cierta aventura galante, saliole al paso una dama que le anunció el peligro que le amenazaba por los facinerosos, hacia cuyas guaridas inconscientemente caminaba; agradeciendo el aviso, resolvió el caballero seguir adelante, y al internarse en un bosque, oyó resonar de silvos, cuernos y bocinas, con que se convocaban los salteadores; más de trescientos, bien armados, le rodearon; lanza en ristre, y firme en su caballo, les acometió; y matando a unos, hiriendo a otros y haciendo huir a los restantes, logró llegar, salvo y con honra, a su destino. Es evidente que en el fondo de este fantástico relato hay, por lo menos, de cierto la opinión de valiente en que el poeta vivió.

[11] Navarrete, Vida, pág. 85.

[12] Dejó Garcilaso tres hijos: Garcilaso, D. Pedro y D.ª Sancha, y otro, además, D. Lorenzo, que se sospecha fuese natural; murió el primero a los veinticinco años en la defensa de Ulpiano contra los franceses; profesó el segundo en la Orden de Santo Domingo; casó D.ª Sancha con D. Antonio Puertocarrero, y D. Lorenzo, espíritu cáustico, desterrado a Orán, como autor de una aguda sátira, dícese que murió en el camino.

[13] Un epigrama latino se hallará en el Apéndice de este volumen.

[14] Los sonetos, por hallazgos posteriores, montan hoy a 38, algunos de dudosa autenticidad, según se advertirá en su lugar; figuran, además, en la presente edición, varias composiciones que el autor escribió en versos cortos, la carta-prólogo escrita para la traducción de El Cortesano de Boscán, y otra breve carta del poeta al Emperador.

[15] Las obras de Boscán y algunas de Garcilasso de la Vega, repartidas en cuatro libros. — Escudo del Emperador con el Plus Ultra. — Cvm Privilegio Imperiali. Carles Amorós. — Colofón: «Acabaronse de imprimir las obras de Boscán y Garcilasso de la Vega: en Barcelona, en la Officina de Carles Amoros, a los XX del mes de Março: Año de M.D.XLIII.» 4.º, 8 hojas preliminares, más 242 de texto.

[16] El mismo Boscán en su carta a la Duquesa de Soma, prólogo del segundo libro de sus poesías, declara la parte que tomó Garcilaso en la reforma: «Comencé a tentar este género de verso, en el cual al principio hallé alguna dificultad, por ser muy dificultoso y tener muchas particularidades diferentes del nuestro; pero después pareciéndome, quizá con el amor de las cosas propias, que esto comenzaba a sucederme bien, fui paso a paso metiéndome con calor en ello; mas esto no bastara a hacerme pasar muy adelante, si Garcilaso con su juicio, el cual, no solamente en mi opinión, mas en la de todo el mundo, ha sido tenido por regla cierta, no me confirmara en esta mi demanda, y así alabándome muchas veces este mi propósito y acabándomele de aprobar con su ejemplo, porque quiso él también llevar este camino, al cabo me hizo ocupar mis ratos ociosos en esto más particularmente.»

[17] F. Rodríguez Marín, Luis Barahona de Soto, página 282.

[18] Versos 37 y 40 de su égloga III.

[19] Prólogo de Francisco de Medina a las Anotaciones de Herrera, pág. 8.

[20] Elegía II, verso 24.

[21] Elegía II, verso 145 y siguientes.

[22] Hizo lugar honroso en sus escritos al nombre de D. Fernando de Toledo, gran Duque de Alba, Eg. II; D. Pedro de Toledo, Virrey de Nápoles, Eg. I; fray Severo, ayo del gran Duque, Eg. II; D.ª María de la Cueva, Condesa de Osuna, Eg. III; D. Bernardino de Toledo, Eleg. I; D.ª Catalina Sanseverino, la Flor de Gnido, Canc. V; Mario Galeota, soneto XXXIII; D. Fernando de Guzmán, hermano del poeta, soneto XVI; Julio César, poeta napolitano, soneto XIX; D. Alonso de Ávalos, Marqués del Vasto, soneto XXI; D.ª María de Cardona, Marquesa de la Padula, soneto XXIV, y particularmente a su amigo Boscán, Eg. II, Eleg. II, epíst., sonetos XXVIII y XXXV, y versos cortos VII.

[23] Véanse las notas a los versos 2 y 258 de la Eg. I, y al 20 de la Eg. II.

[24] V. M. Menéndez y Pelayo, Juan Boscán, páginas 132-138.

[25] Égloga I:

El dulce lamentar de dos pastores

Cristo y el pecador triste y lloroso

He de cantar sus quejas imitando, etc.

[26] Se halla noticia de tal sistema ortográfico y de sus pormenores en el libro del Conde de la Viñaza, Biblioteca histórica de la Filología Castellana, Madrid, 1893, número 544.

[27] Dedicó Garcilaso esta égloga a D. Pedro de Toledo, el gran justador, primer Marqués de Villafranca y Virrey de Nápoles desde 1532 a 1553; fue hijo segundo de don Fadrique de Toledo y tío carnal del gran Duque de Alba D. Fernando. Hombre de carácter y talento, recibió del César el virreinato de Nápoles en momentos de peligro; al encargarse de él, llevó consigo desde Alemania a Garcilaso, consiguiendo que el Emperador le sacase de su destierro del Danubio. Fue su más constante protector. (Navarrete, págs. 44 a 49.)

[28] Salicio laméntase de celos; Nemoroso llora la muerte de su pastora Elisa. Salicio es Garcilaso, y Elisa, según todos los comentadores, es D.ª Isabel Freyre, dama portuguesa, esposa de D. Antonio de Fonseca. Muchos, desde Herrera, han creído que este D. Antonio es el Nemoroso de la égloga; muchos más, desde el Brocense, han dicho que Nemoroso no es sino Boscán, «porque nemus es bosque», y D. Luis Zapata, autor del Carlo Famoso, asegura, en efecto, que Boscán conoció a Elisa en la Corte, como dama que era de la Emperatriz D.ª Isabel de Portugal, y «fue su servidor antes que casase»; pero ambas opiniones en lucha han dado sus razones contrarias y se han destruido mutuamente. Y dice D. Manuel de Faria y Sousa: «Lo cierto es que no fue Boscán ni otro alguno, sino que Garcilaso se representa con ambos nombres, y esto es ordinario en los escritores de églogas... El introducir nombres sirve solo al diálogo; pero la persona es una sola. Así en la égloga de Garcilaso, lo mismo es Salicio que Nemoroso.» El enamorado de D.ª Isabel Freyre, según el mismo Faria, no fue Boscán, sino Garcilaso «que de sus amores fue muy derretido estando ella en Palacio, y a ella son los más de sus versos... como quien la galanteó antes de casar». Sa de Miranda llama siempre Nemoroso a Garcilaso. D.ª Carolina Michaëlis de Vasconcellos defiende la opinión de Faria y Sousa, y el maestro Menéndez y Pelayo dice: «Prefiero la tradición de Faria a la de Zapata, porque no es verosímil, ni posible siquiera, que la divina lamentación de Nemoroso, que es lo más tierno y apasionado que brotó de la pluma de Garcilaso, sea el eco o el reflejo de una pasión ajena, de la cual, por otra parte, no hay rastro en los versos de Boscán. Garcilaso ha puesto en aquellas estancias todo su corazón, y habla allí en nombre propio, no en el de su amigo, ni mucho menos en nombre del marido de su dama.» Todo esto con más extensión y con la documentación necesaria puede verse en el tomo XIII de la Antología de Menéndez y Pelayo, págs. 55 a 60.

[29] Estado Albano: el Reino de Nápoles, llamado así, acaso, por la vieja y famosa Alba-Longa, o por Alba, ciudad también famosa, donde los romanos hospedaban a los reyes bárbaros, sus cautivos. Se ha creído que Albano es nombre propio (Bello-Cuervo, Gram., París, 1907, § 1171), y se ha dicho que representa al mismo Virrey (Mérimée, Litt. Esp., París, 1908, pág. 156); no advirtieron tal cosa los comentadores antiguos; ni D. Pedro era hombre para juegos pastoriles, ni Albano figura para nada en las églogas de Garcilaso, y si llama la atención encontrar en las ediciones antiguas estado-Albano, no siendo entonces obligada la mayúscula inicial de verso, téngase presente que también se imprimía tigre Hircana, campo Placentino, campo Sarracino, arte Cortesana, sangre Turca, etc., sin tratarse de nombres propios. Son ejemplos del texto de Tamayo, Eg. II.

[30] Marte, para los griegos era el más odioso de los inmortales; los romanos le tenían por dios favorable y bienhechor; este rasgo, en pequeño, retrata a ambos pueblos.

[31] sobras = superas. Sobrar tiene la misma etimología que superar, y en este caso tiene también la misma significación, que es la del latín superare. Repítese en la Eg. II, versos 1529 y 1540. El poeta juega aquí del vocablo entre faltar y sobrar, este último en sus acepciones culta y corriente.

[32] dino = digno, como maníficas, Eg. II, v. 395. Demuestra que en aquel tiempo se pronunciaba dino, aun en lenguaje culto, el hecho de encontrar en buenos poetas rimas como contino, dino, etc. (F. Rodríguez Marín, Luis Barahona de Soto, pág. 402.)

[33] Perífrasis del laurel con que se coronaban los guerreros triunfantes y los poetas heroicos, los eróticos se coronaban de mirto, y de hiedra los poetas menores. (Herrera, pág. 411.) Apolo dijo al laurel-Dafne—: «Tu follaje adornará mi cabellera y mis armas, y servirás de atavío a los guerreros del Lacio al resonar los alborozados gritos de la victoria y al desplegar el Capitolio sus triunfales pompas.» Ovidio, Metamórfosis, lib. I, fáb. X; véase adelante el soneto XIII.

[34] La hiedra simboliza afecto y humildad; repítese esta imagen adelante, versos 135 y 243 de esta misma égloga: «Fue Ciso —la hiedra— un mancebo que servía a Baco de danzante... y ejercitándose una vez delante él en aquel oficio, cayó en el suelo y se mató del golpe; y la tierra por honra de Baco crió... una planta, que luego que salió por la tierra, comenzó a abrazar la vid de la mesma suerte que solía en las danzas y bailes abrazar y rodear Ciso a Baco.» (Herrera, pág. 411.)

[35] el altura. En tiempo de Garcilaso era lícita esta construcción: el alegría, Eleg. I, v. 261; el ausencia, Eleg. II, versos 72 y 80; el aspereza, canc. IV, v. 1; el amarga memoria, soneto XIX, v. 11, etc.; pero luego se admitió el con femenino, tan solo en el caso en que siguiese a acentuada, el alma, etc. (R. Menéndez Pidal, Gram. Hist., § 100,2.)

[36] Herrera escribió aquí un’ alta haya; en el verso siguiente, un’ agua; en el 69, un’ hora, y así en muchos casos análogos, Eg. I, v. 217, 218, 257, etc.; Eg. II, 580, 718, etc.; yo he prescindido del apóstrofo y de la vocal a, huyendo de la contradicción de otros editores que, en iguales circunstancias, y sin motivo razonable, han escrito unas veces un alta, un agua, un hora, etc., y otras, una alta, una agua, una hora; comp., por ejemplo, en la edición de Castro, Eg. I, v. 46, 47, 218, y 69, 259; Eg. II, 182, 718, etc.

[37] Galatea, Elisa, Camila, Gravina, Flérida y Filis son los nombres de las pastoras de Garcilaso, pero la historia recuerda preferentemente a la primera unida al nombre del poeta: «Aquella cuyo nombre entronizado — por vos ha sido más que de Catulo — el nombre de su Lesbia celebrado... — Más que del claro Castillejo, Ana, — Más que de Garcilaso, Galatea...» (F. Rodríguez Marín, Barahona, pág. 29.)

[38] mesquina, como entristesco, Eg. I, v. 254; mesclado, Eg. II, v. 252, etc.; estas formas con sc tienen en castellano más abolengo y más historia que las modernas con zc. (R. Menéndez Pidal, Gram. Hist., § 112,3.)

[39] Tal pensamiento encontró Herrera (pág. 406) en Dante, Ariosto y Jorge de Resende; este último dijo así: «Senhora, pois me matais — Por vos dar meu coraçãm. — Peço vos que me digais — De que manera tratais — A os que vossos nam sãm...» Aun cuando en lengua extraña, entiendo que estos versos pueden aquí servir para comprender mejor los de Garcilaso.

[40] «Injustamente, en mi humilde opinión, censuró Hermosilla, como ociosamente pleonástico, este verso, que tan sentidamente exprime el dolor de Salicio por la inconstancia de Galatea. Dudo que a nadie parezcan más expresivos aquellos acumulados pleonasmos de Homero que el mismo escritor llama bellísimos: “Pero Aquiles pretende sobre todosLos otros ser, a todos dominarlos, — Sobre todos mandar, y como jefe, — Dictar leyes a todos.”» Bello-Cuervo, Gramática, París, 1907, § 411, nota.

[41] No ha desaparecido aún la creencia vulgar en los agüeros de las aves. Dicen de la lechuza, ave nocturna, que cuando grazna sobre la chimenea de alguna casa es anuncio de una gran desgracia para la familia que allí viva (La Mancha). Sobre la antigüedad de estas supersticiones y lo arraigadas que estuvieron en España y en el mediodía de Francia, véase Amador de los Ríos, Hist. de la Lit., IV, 520, etc.; Rev. de España, tomo 17 y 18; Fauriel, Histoire de la poésie provenç., III, 305, etc.; Restori, La Gesta del Cid, pág. 208; sobre los agüeros de las aves en nuestra literatura medioeval, véase R. Menéndez Pidal, La Leyenda de los Infantes de Lara, pág. 8.

[42] Garcilaso recuerda en muchas de sus poesías el patrio, celebrado y rico Tajo, felice y claro río de su tierra natal, Eg. III, v. 106, 197, 214, 246 y 300; Eg. II, v. 528, 532; Son. XXIV, v. 12, etc.; lo cual llenaba de satisfacción al insigne toledano D. Tomás Tamayo de Vargas; en cambio, el nombre de la ciudad de Toledo no aparece nunca en estos versos, aun cuando el poeta habla de ella en la Eg. III, a no ser como apellido de la casa de Alba.

[43] Dice el Brocense: «Alegoría es, como si dijera: De la suerte que el agua se huía por camino desusado, ansí imaginaba que me habías de dejar por otro.»

[44] El uso de cúyo, interrogativo, ha desaparecido de nuestro idioma. «No creo que sean aceptables en el día las construcciones: ¿Cúyo buque ha naufragado? ¿Cúya casa habitas? ¿A cúya protección te acoges?, sin embargo de recomendarlas su precisión y sencillez y la autoridad de nuestros clásicos.» (Bello-Cuervo, Gramática, París, 1907, § 336.)

[45] «La parra se casa con el olmo y es su amiga, porque crece en él, que, según Virgilio, se maridaban las parras a los olmos, y hoy se usa junto a Barcelona. La que estaba sola se decía viuda, y así la llama Catulo; y al olmo nombra el mesmo, marido de la vid...» (Herrera, 423.)

[46] Hay que leer: Y-de-ha-cer...para que el verso resulte cabal. La f del latín se conservó en el castellano escrito hasta fines del siglo XV: fablar, fazer, folgar, foja, fijo, etc., y después fue sustituida por la h, que era verdadera aspirada en los siglos XV y XVI. No he encontrado ningún caso en que Garcilaso prescindiese de la aspiración de la h: véase más abajo, versos 162, 209; Eg. II, v. 462, 472, 490, 509, 535, 545, etc; cuando a la h precede una consonante, el verso no sirve para dar idea de la aspiración: Eg. II, 500, 510, 516, 536, 623, 630, etc.; a fines del siglo XVI los escritores empiezan a vacilar, y unas veces aspiran la h y otras no. (R. Menéndez Pidal, Gramática Hist., § 38,2; F. Rodríguez Marín, Luis Barahona de Soto, págs. 399-402.) Extraño es que Boscán elidiese ya la h en muchos casos al uso moderno. (M. Menéndez y Pelayo, Antología, XIII, pág. 215.)

[47] Herrera puntúa aquí de esta manera: ...abundo en mi majada; — La manteca y el queso está sobrado. El sentido es el mismo, pero la frase parece mejor con la variante seguida en el texto.

[48] Títiro: divinidad campestre de la alegre corte de Baco. Los poetas bucólicos usaban este nombre como sinónimo de pastor. El mantuano títiro, llamado más comúnmente el cisne de Mantua, es el poeta latino Virgilio.

[49] «Esto de mirarse en el mar —dice el Brocense—, primero lo dijo Teócrito, y de allí lo tomó Virgilio, y luego los demás. Y con todo eso dicen que es yerro decirlo, porque en el mar ni en aguas corrientes no se puede ver la figura.» Salicio no mentía; Herrera lo defiende con ejemplos clásicos; pero mejor testimonio es el de la experiencia: puede verse la figura en cualquier remanso de agua corriente.

[50] cierto, con valor adverbial, por ciertamente, como dulce por dulcemente, Eg. II, v. 1100; inmenso por inmensamente: «Las grandes virtudes inmenso le aplacen.» (Juan de Mena, Las Trescientas, copla CCXIII.)

[51] Esta ingenua declaración de Salicio no estaba mal vista en los pastores de églogas; pruébanlo los ejemplos de Herrera, pág. 246; no obstante, el ingenioso Lope, que en multitud de ocasiones recordó a Garcilaso, parodió este pasaje en su Gatomaquia: «Pues no soy yo tan feo, — Que ayer me vi, mas no como veo, — En un caldero de agua, que de un pozo — Sacó para regar mi casa un mozo, — Y dije: “¿Esto desprecia Zapaquilda? — Oh celos, oh impiedad, oh amor, reñilda.”»

[52] Estremo es la Extremadura, así dicha, según Mariana, por haber sido mucho tiempo frontera, y lo extremo y postrero que por aquella parte poseían los cristianos.

[53] «Las tristes lágrimas mías — En piedras hacen señal — Y en vos nunca por mi mal.» Canción antigua de la cual no cita Herrera, pág. 428, más que estos versos.

[54] No volviendo siguiera los ojos a los desgraciados a quienes tú hiciste derramar lágrimas. Esto se lee de una manera muy diferente en los textos de Tamayo, Azara y Castro.

[55] un espesura. La elisión de la a ha sido lícita ante vocal, aun fuera de los casos indicados en la nota al verso 46; escritores en prosa, poco anteriores a Garcilaso, usaban también, con los poetas, de esta licencia; Micer Gonzalo de Santa María en Evangelios e Epistolas (1485), reedición de Upsala, 1908, escribía un statua, 78-3; un estrella, 281-12.

[56] He enmendado el verso de Herrera que, sin duda, por error de imprenta dice así: Al que todo mi bien quitarme me puede.

[57] Filomena es el ruiseñor; tiene una trágica leyenda. Un viejo rey de Atenas, Pandión, tenía dos hijas bellísimas, y Tereo, rey de Tracia, casó con una de ellas, con Procné. Cierto día Procné quiso ver a su hermana Filomena, y el rey Tereo marchó a Atenas para traer a sus palacios a la princesa, su cuñada. A la vista de la joven ardió Tereo en ciega pasión; durante el viaje le descubrió sus torpes deseos, y al llegar a una selva triunfó de su virginidad. Vuelta en sí Filomena, juró al cielo venganza. «Yo misma —dijo a Tereo— he de arrostrar la vergüenza para publicar tu delito: he de descubrirlo al universo entero.» El feroz tirano, en su ira, para que no le delatase, le cortó la lengua y la dejó presa en cárcel de rocas. Filomena bordó en una tela la historia de su desgracia, y con una criada la envió a su hermana Procné, que la lloraba creyéndola muerta. Procné, secretamente, la sacó de su cárcel; sintió hacia su marido un odio mortal; ¿qué venganza podía ser la más cruel?... Sacrificó en sí misma su amor de madre; mató a Itis, su propio hijo; puso a hervir una parte de él en vasijas de cobre, y, en la comida, sirvió a su esposo aquel manjar. Pregunta el padre: «¿Dónde está Itis?» Procné contesta: «Está contigo.» Y entonces Filomena se adelanta y arroja la lívida cabeza del niño al rostro de Tereo. Prorrumpe este en horrorosos lamentos; desnudando la espada corre tras de las hijas de Pandión; pero ellas, como si tuvieran alas, huyeron. Y en efecto, alas tenían: Filomena, transformada en ruiseñor, desapareció en una arboleda inmediata; Procné, hecha golondrina, aún tiene en su plumaje, como vestigios de su cruel asesinato, manchas de sangre. Tereo, sediento de venganza, fue convertido en abubilla, la de vistoso penacho y pico de dardo; hay quien dice que se transformó en gavilán; Itis, quedó en jilguero. (Ovidio, Metamórfosis, lib. VI, fáb. VI.) Ahora bien: el ruiseñor no es blanco, la blanca Filomena, por lo cual al Brocense le pareció mejor la blanda Filomena, y esta enmienda siguieron Azara, Castro y otros; también la defiende Tamayo (fol. 41-43), porque aquel ruiseñor blanco que presentaron, según dicen, a Agripina, mujer de Claudio, túvolo Plinio ya por maravilla; pero dice Herrera (pág. 429): «con licencia de ellos no hizo mal Garcilaso en dalle tal apuesto, porque el color blanco es purísimo y el más perfeto de los colores, y por traslación al ánimo se toma por sincero, y así blanca significa simple, sencilla, pura y piadosa...»

[58] Este nombre, Nemoroso, ha servido también de adjetivo poético aplicado a cosas propias de bosques; Castro cita ejemplos de Cairasco de Figueroa en su Templo militante, y de Lope de Vega en su Arcadia; San Juan de la Cruz en la Canción entre el alma y su esposo, dice: «Mi amado, las montañas, — Los valles solitarios nemorosos, — Las ínsulas extrañas, — Los ríos sonorosos, — El silbo de los aires amorosos...»

[59] Piérides, las Musas. Piero, rey de Macedonia, tenía nueve hijas que creían cantar mejor y ser más sabias que las nueve Musas, tanto que, audaces, como poetas vanidosos, se disputaron con ellas el triunfo de las artes, y en castigo de su temeridad fueron convertidas en urracas. (Ovidio, Metamórfosis, lib. V, fáb. IV.) No obstante la poesía suele llamar también Piérides a las Musas verdaderas, sin duda, porque, según Hesiodo, nacieron en la Piérida, provincia de Macedonia.

[60] Si Nemoroso y Salicio son Garcilaso (nota al verso 2), Elisa y Galatea deben ser D.ª Isabel Freyre; las quejas de ambos pastores son, en efecto, compatibles como episodios de un mismo amor. El afortunado rival a quien alude Salicio en los versos 127-137 y en el 180, acaso fue D. Antonio de Fonseca, marido de D.ª Isabel; esto parece confirmar el epígrafe de la Canción primera en versos cortos, según el manuscrito de Iriarte: «A D.ª Isabel Freyra, porque se casó con un hombre fuera de su condición.»

[61] Según la estructura de las demás estrofas, este verso debiera ser endecasílabo; el Brocense lo enmendó de este modo: Más convenible fuera aquesta suerte; pero Herrera, aunque advirtió el defecto, tuvo a bien respetarlo.

[62] coluna. Evolución tardía del cultismo columna. El grupo de consonante mn dio ñ en su primitiva evolución: damnu, daño; somnu, sueño. (V. R. Menéndez Pidal, Gram. Hist., § 47,2,a.)

[63] Esta estancia tiene 15 versos en vez de los 14 que le corresponden, y Tamayo (notas, fol. 43), por indicación de Luis Tribaldos de Toledo, propone una enmienda en que se suprime un verso «y se quita la superfluidad, y aquel blanco pecho, que tiene algo de lascivo, y se refiere la gloria a los cabellos, el dorado techo, sobre el cuello, la coluna, con mayor encarecimiento». En cuanto a Herrera, lo que quisiera corregir es lo de blando pecho, y decir en su lugar blanco. Muchas ediciones han aceptado esta corrección, entre ellas la de Tamayo. Por lo demás, el mismo Herrera, pág. 436, dijo: «¿quién ha de poner mano en obras de un escritor tan alabado y recebido de la opinión pública? Basta apuntar este error, y quede así solamente notado.»

[64] Cargar la mano; no es pequeño mérito de un poeta tan ilustre como Garcilaso haber sabido mantener correcto y elegante su lenguaje, sin desdeñar giros, frases y modismos sacados de la entraña del castellano: Por el paso en que me ves, te juro..., Eg. II, v. 653; Callar que callarás, íd., 922; Yo, para mi traer..., íd., 899; Dar al travieso, íd., 952; Daca, hermano..., íd., 969; Diz que..., íd., 1076; Entrar con pie derecho, íd., 1467; Dar de mano, íd. 1478; Tomar a destajo, Eg. III, 193; Traer por los cabellos..., canc. IV, v. 7; Darse buena mano, Apéndice I; A todo correr, Apéndice I, etc. Complétase esta nota con las de los versos 360, Eg. I, y 142, Eg. II. El culto Herrera se indignaba de esto.

[65] El Brocense enmendó aquello que; pero Herrera dejó aquella, interpretando, sin duda, así: «Aquella cosa que con medrosa forma o imagen se nos ofrece de noche y pone horror.»

[66] Parece que en este verso puede elidirse la aspiración de la h, pero acaso le corresponda esta lectura: «Su-luz-pu-ra-y-her-mo-sa.» (V. nota anterior, al verso 157.)

[67] Este pensamiento es el mismo de la famosa cantilena de Esteban Manuel de Villegas (1595-1669): «Yo vi sobre un tomillo — quejarse un pajarillo — viendo su nido amado, — de quien era caudillo — de un labrador robado...» Hállase en poetas latinos y en otros castellanos; nació en las Geórgicas de Virgilio, según Herrera, pág. 439.

[68] La noche no consuela su llanto ni sus quejas.

[69] Dolor tan grande no puede soportarse en modo alguno.

[70] Deseo insistir en la intención de la nota al verso 289, de esta misma égloga, sobre la simpatía de Garcilaso por ciertas formas del castellano familiar, recordando al lado de esta: más ardiente que la llama, las siguientes: más dura que mármol, v. 57; más helada que nieve, v. 59; más fuerte que el hierro, v. 265; más rubio que el oro, v. 274; lo quiero más que a mis ojos, Eg. II.ª, v. 747, etc.

[71] La noche de la muerte de Elisa.

[72] Aquel duro trance es el trance del parto. Lucina es Diana, a quien tenían los gentiles por abogada en los partos y, a la vez, por diosa de la castidad. «Suponía la fábula que Diana, nacida momentos antes que Apolo, había presenciado los dolores y padecimientos de su madre Latona, y que esto le inspiró tal horror al matrimonio y compasión por las mujeres en el trance de ser madres, que imploró de Júpiter el don de perpetua virginidad y la facultad de favorecer los alumbramientos difíciles.» (Gebhardt, Los dioses de Grecia y Roma, tomo I, pág. 119.)

[73] inesorable, inexorable; véase Eg. II.ª, v. 253, nota.

[74] Recordaba estos sentidos versos Cristóbal Mosquera de Figueroa en su lamentación por la muerte de Garcilaso: «¡Murió Salicio; ya Salicio es ido! — ¡Salicio es ido! luego respondieron — Las selvas, redoblando su ruído... — Y tú, Apolo, ¿dó estabas, que testigo — No fuiste cuando el cuerpo dio en el suelo — Por mano del sacrílego enemigo?... — Y tú, Venus dorada... — ¿Por qué no socorriste el doloroso — Trance de tu poeta?...»

[75] Diana cazadora, la diosa de los riscos y los montes, encontró una vez al gentil pastor Endimión dormido en una gruta. Endimión, hijo de Júpiter, tiene la facultad de dormir eternamente, sin envejecer ni morir. Diana, la Luna, enamorada de él, baja todas las noches en su carro de plata, a contemplarle en silencio, a besarle y a reposar a su lado. (Véase Gebhardt, obr. cit., tomo I, pág. 133.)

[76] comovida; reducción de la forma culta conmovida; casos análogos tramontar, Eg. I, v. 412; ecelencia, Eg. II, v. 1741; comovió, Eg. II, v. 1817; lacivo, Eg. III, v. 93, etc.; véase nota al v. 1298 de la Eg. II.

[77] Tercera rueda: Juan de Mena, Las Trescientas, tercer cerco. «Es el cielo de Venus, cuya luz cría amorosos efectos, y de ninguna otra benina estrella se engendran cosas tan cercanas al poder de la hermosa Venus.» (Herrera, pág. 444.)

[78] El escrupuloso Herrera, a quien no podía ocultarse el convencionalismo pastoril, en vez de disculpar a Garcilaso, le hace aquí la siguiente reconvención: «Mucho es gastar un día en el canto; porque Salicio comenzó al salir del sol.» y «Nemoroso acaba al poner del sol.» (Pág. 445.)

[79] recordando, despertando. De esta significación antigua de recordar hay un bello ejemplo en el romance de Melisenda: «Vase para los palacios — donde sus damas están — dando palmadas en ellas — Las empezó de llamar: — Si dormides, mis doncellas, — si dormides, recordad! — Las que sabedes de amores — consejos me queráis dar...» (R. Menéndez Pidal, El Romancero Español, The Hispanic Society of America, 1910, págs. 25-26.)

[80] Intervienen tres pastores: Albanio, Salicio y Nemoroso y la pastora Camila, ninfa de Albanio. «Esta égloga es poema dramático, que también se dice ativo, en que no habla el poeta, sino las personas introducidas... Tiene mucha parte de principios medianos de comedia, de tragedia, fábula, coro y elegía.» (Herrera, pág. 537.) «Es muy desigual, y aunque en ella se hallan muchos pedazos excelentes, en el todo no puede compararse con la primera.» Azara. Fue escrita después del socorro de Viena y después del destierro del poeta en la isla del Danubio; seguramente en Nápoles, hacia 1533.

[81] Se ha creído que la fuente que aquí se cita es una que hay en Batres, antigua posesión de la casa del autor, de la cual dice Tamayo (fol. 45) que se ha conservado con el nombre de Fuente de Garcilaso, y como ilustre monumento de sus escritos se venera.

[82] Hay que leer sua-ve, en dos sílabas, y no su-a-ve, como rui-do, canc. IV, v. 98; en cambio dos versos antes del presente se encuentra ru-í-do; más adelante veremos como monosílabos peor, mío, míos, río, día, etc., Son. VI, 7; Son. VII, 10; Son. VIII, 6; Son. XXVI, 13; Eg. II, 1472; Eg. III, 330. «De esta sinéresis, enemicísimas de la buena prosodia, abusaron nuestros clásicos... a extremo tal, que más pueden pasar por vicio común de aquella época que por rudeza de oído de este o aquel versificador.» (V. Rodríguez Marín, Luis Barahona de Soto, págs. 411-413.)

[83] Claros ojos, delicada y blanca mano, cabello de oro y cuello de marfil; la belleza de Elisa (Eg. I, v. 267 y sigs.) coincide exactamente con la de Camila que aquí describe Albanio; conviene apuntar la sospecha de que este Albanio no sea sino Garcilaso, y, asimismo, que la parte sentimental de esta égloga sea una nueva ofrenda del poeta hacia aquella dama cuyos amores, de que fue tan derretido (Eg. I, nota al v. 2), le inspiraron toda la égloga anterior, cuatro bellas octavas de la tercera (versos 217-248), las dos primeras canciones en versos cortos y acaso los sonetos XXV y XXVI. No he podido persuadirme de que Albanio sea el gran Duque de Alba, como se ha dicho. (V. adelante, nota al v. 1716.)

[84] Conviene advertir de estos tercetos dichos por Albanio que son los más antiguos que hay en castellano, aparte los de Boscán, y de algo debe servirles este mérito frente aquella ventaja que puedan llevarles los de Quevedo, de los Argensolas y del gran incógnito sevillano, autor de la Epístola Moral (siglo XVII). (V. Menéndez y Pelayo, Antología, XIII, pág. 237.)

[85] «Imita en estas tres estanzas la famosa oda de Horacio Beatus ille. No se pone aquí porque la saben aun los muchachos medianamente instruidos y porque tenemos en castellano más de veinte traducciones.» (Azara.)

[86] «Don Francisco Gómez de Quevedo, ejemplo de las ingeniosidades de los nobles de nuestra nación, me escribe que le parece que se ha de leer así: Que en nuevo gusto nunca el bien se pase. Basta su parecer para que se siga.» (Tamayo, fol. 46.)

[87] «Dice Virgilio, tomándolo de Homero, al fin del libro VI de la Eneida, que hay dos puertas del sueño: por la de marfil salen los sueños falsos, y por la de cuerno, los verdaderos. Ebúrnea es de marfil.» (Brocense, nota 118.)

[88] El mejor testimonio de la consideración que mereció a Garcilaso el castellano familiar y corriente está en la frecuencia con que se vale de adagios y refranes: el mal, comunicado, se mejora; de un mal, ajeno bien se empieza, Eg. II, v. 259; no hay mejor cirujano que el bien acuchillado, Eg. II, v. 355; no es malo tener quien llore al pie del palo, Eg. II, v. 363; fácilmente, el sano da consejo al doliente, Eg. II, v. 400; de un dolor a otro se empieza, Eg. II, v. 494; a quien no espera bien, no hay mal que dañe, Eg. II, v. 774; etc. (V. Eg. I, v. 289, nota.)

[89] «Este verso está en Boscán en un soneto.» (Brocense, nota 123.) Castro podía haber repetido en este lugar lo que dijo con motivo del v. 32 de la Eg. III.

[90] Sujeto estaba enteramente, y destinado por el cielo, a consumirse en vivo amor, Eleg. II, v. 76; a poder suyo, se hubiera resistido, mas no hay defensa contra lo que el destino determina, Son. VII. Los que creyeron en el fatalismo, pensando que la fuerza del hado podía ahogar nuestro libre albedrío, fueron juzgados por herejes; de aquí que Herrera, pág. 551, y Tamayo, fol. 37, hayan intentado defender la ortodoxia de nuestro poeta. Acaso Garcilaso había aceptado esta opinión, a la vez que su respeto a los dioses, a las musas y a natura, como uno de tantos aderezos poéticos, resucitados por el clasicismo, de la antigüedad pagana; pero lo cierto es que los poetas, en materia de amor especialmente, y el vulgo, en esta y otras muchas materias, han concedido siempre gran influencia al poder del destino, a pesar de las decisiones ecuménicas de la religión.

[91] Esta referencia al parentesco entre Camila y Albanio habrá sido recogida, seguramente, por el Sr. Menéndez y Pelayo en el próximo tomo XIV de su Antología, para identificar definitivamente las personas en ambos pastores representadas.

[92] Ofrecerse a Diana era jurar castidad, vivir en las selvas y consagrarse a los ejercicios de la caza; era parte del culto de esta religión ofrendar a la diosa, en su silvestre altar, la testa del jabalí, los cuernos del ciervo y otros tales despojos de las piezas cobradas.

[93] aflitos por aflictos, afligidos. (V. nota adelante, verso 1298.)

[94] Empieza a faltar sombra al ruiseñor —Filomena— en el otoño, cuando los árboles van quedando sin hoja.

[95] secutando, ejecutando; esecutarse, canc. I, v. 16; esecutivo, Son. XXV, v. 1; en el Son. XXIX, v. 14, esecutá, ejecutad. (* exsecutare, Körting, Lateinisch-Romanisches Wörterbuch, 1907, núm. 3483.) En español antiguo se escribía executar; pero la x equivale al grupo cs, y este grupo, en palabras cultas, podía simplificarse en s, como hoy se simplifica en las formas vulgares: desaminar, desención, etc., Eg. I, v. 377, inesorable.

[96] «Este es proverbio latino, Nulla mala hora est, quin alicui sit bona. No hay mal sin bien, catá para quien.» (Brocense, nota 127.)

[97] «Superno, adj. Supremo, o lo que está más alto. Es del latino Supernus y tiene poco uso.» (Dicc. Aut., 1739.)

[98] grúa, grulla. «Escribe Eliano que las grúas duermen todas de noche, y que tres o cuatro velan haciendo guarda a las demás, y que por no vencerse del sueño, sufren un fatigoso y molesto trabajo, porque levantando un pie, tienen en él con gran cuidado una piedra, para que cuando las acometa el sueño y se haga señor dellas, las despierte el ruido de la piedra que se les cayere.» (Herrera, 555.)

[99] Esta fama ha quedado a los ánsares desde aquella hazaña en que, gracias a ellos, se salvó Roma. «Teniendo los Galos sitiado el Capitolio, lo asaltaron una noche que los centinelas estaban dormidos; pero los ánsares con sus graznidos despertaron a Manlio, que con sus romanos rechazó el asalto.» (Azara.)

[100] Primo de Faetón era el rey de Liguria, el cual llorando la muerte de su pariente se convirtió en cisne. De esta fábula va una nota más amplia en el Son. X, v. 14.

[101] «La fábula de la perdiz se cuenta en Ovidio, y dice que era —Talo— un criado de Dédalo, y que halló —es decir, inventó— la sierra, y Dédalo de envidia de tan buena invención le echó de una torre abajo, y agora las perdices por miedo de la caída hacen nido en el suelo huyendo de los techos.» Brocense, nota 129. (Ovidio, Metamórfosis, lib. VIII, fáb. IV.)

[102] En este lugar y en tres pasajes más de la presente égloga, versos 720, 934 y 1129, ensaya Garcilaso la rima interior, imitando al Petrarca. Es esta rima pariente de los viejos versos leoninos usados alguna vez en la Eneida y no desconocidos en el Cantar de mío Cid. (V. la obra de este título por D. R. Menéndez Pidal, Madrid, 1908, tomo I, parte 1.ª § 35.) Garcilaso estuvo poco afortunado en esta rima trabada; sus continuadores, Cervantes, Cetina, Tirso, Barahona y otros, no tuvieron mejor éxito. (V. sobre esto una interesante nota de D. F. Rodríguez Marín en Luis Barahona de Soto, pág. 330.)

[103] No hay mejor cirujano que el bien acuchillado. Proverbio antiguo.

[104] al pie del palo, al pie de la horca. «También es refrán, que alude a los que ahorcan.» (Brocense, nota 132. V. Eg. II, v. 142, nota.)

[105] contrastar: hacer oposición y frente, combatir y lidiar. (Dicc. Aut., 1739.)

[106] maníficas, magníficas. V. Eg. I, v. 34, nota.

[107] «Quiere el licenciado Cristóbal de Mesa que diga retórico por filósofo, por ser más propia la elocuencia de aquel que déste.» (Tamayo, notas, fol. 49.) Sin embargo, por lo que Salicio ha venido discurriendo para consuelo de Albanio, cabe que este pudiese calificarle con lo de filósofo además de lo de elocuente.

[108] «El silencio es alimento de las enfermedades de amor.» (Herrera, 559.)

[109] Camila, deseosa de conocer a la ninfa de Albanio, levantose con tanta prisa que no dio lugar al pensamiento para discurrir sobre la imposibilidad de que en la fuente se encontrase mujer alguna. Conviene intentar esta explicación para que no parezca excesiva la candidez, o acaso la coquetería de Camila.

[110] boca arriba tendido: Garcilaso repite algunas veces esta imagen como última expresión del aniquilamiento y postración del ánimo; en esta misma égloga, versos 118, 659, y Canción I, versos 13 y 37; la rusticidad de la vida pastoril disculpa la llaneza de esta figura, no bien acogida por algunos críticos.

[111] «Proverbio latino: malis mala succedunt. Por eso decimos: Bien vengas, mal, si vienes solo.» (Brocense, nota 139.)

[112] la mi muerte. «Los pronombres posesivos y demostrativos se suponen envolver el artículo cuando preceden al substantivo: Mi libro, el libro mío... Pero antiguamente solía construirse el posesivo con el artículo, precediendo ambos al substantivo, en sentido determinado; uso que subsiste en las expresiones el tu nombre, el tu reino, de la oración dominical; en el mi consejo, la mi cámara, y otras de las provisiones reales.» (Bello-Cuervo, Gramática, París, 1907, § 878.)

[113] Murió Garcilaso, y «luego que se oyó su muerte, se desataron en elogios y en lágrimas las lenguas y las Musas compitiéndose las naciones extranjeras unas a otras. En Toledo fue universal el luto y el llanto, en una muerte tan digna de sentimiento, que hasta hoy no acabó de llorarla bien el Tajo, como predijo él mismo en este que quiso ser verso y fue vaticinio.» (Cienfuegos, Vida de San Francisco, Madrid, 1726, pág. 52.)

[114] «Cosa muy vulgar es decir que el cisne canta dulcemente siempre, pero más al fin de su muerte. Dícelo Platón in Phaedone, y Plutarco y muchos poetas griegos y latinos; pero Luciano se burla mucho desto, y Eliano, grave historiador, en el libro 1.º de Varia Historia, y Plinio, libro 10, cap. 23. Puede ser que en unas tierras cantan y en otras no; a lo menos en España no sabemos que canten, mas de que en Tordesillas oyeron muchas gentes entre los juncos del río unos gaznidos (sic) espantosos, tanto que pensaron ser alguna cosa monstruosa, y algunos se atrevieron a llegar allá, y hallaron un cisne que había venido de otra parte, y murió muy presto. Desto hubo muchos testigos.» (Brocense, nota 146.)

[115] De la ninfa Eco y del castigo que Juno la impuso por ayudar a Júpiter en sus devaneos tiénese noticia a mano en el tomo II, pág. 17, de esta Colección, nota a los versos 294-295, acto I de El Vergonzoso en Palacio, de Tirso de Molina.

[116] Porque también Eco fue muy desgraciada en sus amores con Narciso.

[117] Eco no puede mostrarse; pero se oye su voz, que es lo único que de ella ha sobrevivido.

[118] «Para que se entienda la propiedad destas ninfas que aquí pone, digo que Nayades, son de los ríos; Napeas, de los collados; Dríades, de los bosques; Hamadríades, de los árboles; Oreades, de los montes; Henides, de los prados.» (Brocense, nota 149.)

[119] Las napeas son la verdadera guarda del bosque. Creo, a pesar de Castro, que en esta frase no hay nada contrario a la Gramática.

[120] A las orejas de algún purista acaso suene mal esta expresión, como a la de aquellos contemporáneos de Herrera que hubieran querido enmendar divinos oídos, «por parecerles que no significan orejas, en el sermón vulgar, sino las del asno... lo cual no es otra cosa que una solicitud demasiadamente curiosa y afectada, y que procede antes de inorancia, que del conocimiento de la fuerza y hermosura de nuestra habla... ¿Mas qué, merecen menos las orejas, varia y hermosísima parte de la composición humana, que las otras que constituyen el cuerpo? ¿No son ministras de nobilísima operación? ¿No es esta voz bien compuesta? El oído, ¿no es ajeno de la significación dellas? ¿Pues qué barbaria se ha introducido en los ánimos de los nuestros, que huyen como si fuese sacrilegio inespiable, el uso de esta dición?...» (Herrera, Anotaciones, 568-569.)

[121] Dríades o Hamadríades son las ninfas de los bosques que viven en los troncos de los árboles:

«Y así las ninfas, el cantar rompido,

Volviendo al campo do el oculto moro

Riquezas guarda con el puño avaro,

Desnudas se metieron

En las encinas huecas, do salieron.»

Luis Barahona de Soto. Fin de la égloga de las Hamadríades.

[122] viso, vista, italianismo usado especialmente por los poetas del siglo XV. «Señora, flor de azucena — Claro viso angelical,» Villasandino, Canc. Baena, 18-a. «Tanto quel viso de la criatura — Por la diáfana claror de los cantos — Pudiera traer objetos a tantos — Cuantos celaba so sí la clausura.» (Juan de Mena, Las Trescientas, cap. XV.)

[123] Por el paso en que me ves... El culto Herrera nos hace saber el carácter popular de esta forma de juramento al decir de ella, como censura, que es traída de en medio de la plebe.

[124] Albanio no hubiera pensado en suicidarse con un arma, «porque la muerte de hierro es trágica y no conviene a la rustiqueza y simplicidad de pastores». (Herrera, 570.)

[125] En situación semejante a la de Albanio, Carino, pastor de Sannazaro, fue distraído de su desesperación por el vuelo de unas palomas, y tal recurso es, acaso, más verosímil que el que utiliza Garcilaso, pero, desde luego, se advierte en la intención de este el deseo de valerse de un fenómeno puramente natural, y al mismo tiempo decisivo, para vencer la voluntad de Albanio sin dejar sospecha sobre la firmeza y sinceridad de su resolución.

[126] Tamayo, notas, fol. 18, discute el sentido de este terceto: «Si el último verso se aplica al atónito, es floja la sentencia; si al segundo, no tiene ninguna. Si se lee rendido, en vez de tendido, parece que puede ser alusión al rendimiento del ánimo cuando se ha caído en la cuenta, haciendo equívoca la translación. Los más ingeniosos lo juzguen.» La enmienda de tendido en rendido se ha propuesto también para la Canc. I, v. 13 y 37.

[127] presupuesto, usado como substantivo se toma por el motivo, causa o pretexto con que se ejecuta alguna cosa. (Dicc. Aut.)

[128] Salicio piensa llevar a Gravina el nido de su ruiseñor, con agravio de la desdeñada Galatea, si no es que se trata de un segundo nombre de esta misma pastora, exigido aquí por la consonancia de encina.

[129] Herrera acentúa pásso, como si Camila dijese: no paso, me quedo en este valle; ha parecido mejor acentuar pasó, como hizo el Brocense, entendiendo que esta palabra se refiere al corzo herido que Camila persigue.

[130] Tal ocurrió a la ninfa Calisto, que por corresponder a los amores de Júpiter, perdió la compañía de las demás ninfas, y, además, Juno, en venganza, la transformó en osa. (Ovidio, Metam., lib. II, fáb. IV.)

[131] desbañar, quiere decir afligir, congojar, lo contrario de bañar, que, según Tamayo, fol. 51-52, se usó en latín —balineum, balineare— con la significación de aliviar, quitar cuidados. El mismo Tamayo trae unos versos de otro poeta, sin decir quién es, en donde aparece también desbañar dicha acepción de afligir.

[132] Un elogio semejante hállase también en el último terceto del Son. XXI.

[133] estampa, idea, original, dibujo y molde principal o prototipo. (Dicc. Aut.)

[134] me adiestra: por me guía o me conduce.

[135] prendedero: «cierto instrumento, que se hace de hierro, alambre u otro metal, y consta de dos o tres ganchos pequeños, con que regularmente las aldeanas prenden sus sayas, cuando las enfaldan.» (Dicc. Aut.)

[136] cornado. Moneda de baja ley que mandó batir el rey D. Alfonso el Onceno el año de 1331 para remediar la falta de dinero, carestía y falta de mantenimientos. (Dicc. Aut.) A lo cual Sancho respondió que por la ley de Caballería que su amo había recibido no pagaría un solo cornado aunque le costase la vida. (Don Quijote, tomo I, cap. 17.)

[137] Eurídice, huyendo del pastor Aristeo, fue mordida en un talón por una sierpe y murió el día de su boda; Orfeo, su esposo, fue a buscarla a los infiernos, y de tal modo embelesó a las divinidades infernales con su voz y su lira, que le concedieron sacase a Eurídice. (Ovidio, Metamórfosis, lib. X, fáb. I.)

[138] Son divinidades infernales las tres Furias hermanas, Alecto, Tisífone y Meguera, las de ojos de ira y cabellera de culebras.

[139] fosado: foso.

[140] entramos y entrambos eran formas igualmente usadas en tiempo de Garcilaso, pero la primera tiene más color popular; él mismo dice entrambos en otros lugares.

[141] En esto hay un recuerdo de la fábula del lindo Narciso, el cual, habiéndose visto en una fuente, gustó tanto de su propia belleza, que falleció de amor. (Ovidio, Metamórfosis, lib. III, fáb. V.)

[142] puedes, debes no son consonantes, ni tampoco culebras, negras, v. 945; acabo, hago, v. 1007; faunos, silvanos, v. 1157; sangre, hambre, v. 1205; sangre, estambre, v. 1242 y 1663; campo, blanco, v. 1257, y a propósito de esto dice Tamayo, fol. 54: «en este género de metro, como tan lleno de consonancias, no ofende al oído que alguna difiera en alguna letra... fuera de que en el furor de tan largo discurso como este de Nemoroso, es más permitida esta licencia, que denota el valor acreditado de Garcilaso, que podía reconocer sin reprehensión en sí, facultad libre para no reparar en menudencias tan accidentales.»

[143] «aferrar, de que en los siglos XVI y XVII se decía indiferentemente afierro o aferro, no admite hoy sino la última forma.» (Bello-Cuervo, Gram., pág. 77, n.)

[144] Empiezan aquí los loores a la casa de Alba.

[145] Se refiere a la ciudad de los duques, de la cual dice el refrán: «Alba de Tormes, baja de muros y alta de torres.» (Herrera, 626.)

[146] Habla de Fr. Severo, monje italiano, preceptor del gran Duque D. Fernando. «Este fraile fue el que, abusando de la confianza del Duque de Alba, D. Fadrique, engañó miserablemente a Luis Vives, que era el verdadero preceptor que el Duque de Alba quería para su nieto... Severo, que iba a Lovaina, se encargó de hablar a Vives y de entregarle una carta sobre el asunto, pero ni una cosa ni otra hizo, a pesar de haber tenido con él larga conversación más de diez veces. Ofendido el Duque por no recibir contestación, creyó que el sabio valenciano despreciaba su oferta, y dio la plaza de preceptor al mismo Fr. Severo, que con tan malas artes la había granjeado.» (Menéndez y Pelayo, Antología, tomo XIII, pág. 48.)

[147] Quintana se equivocó haciéndole benedictino y siciliano. (Obras inéditas de D. Manuel José Quintana, Madrid, 1872, págs. 117 y 118.) Era dominico y había nacido en Plasencia de Lombardía o en su campo. (M. Menéndez y Pelayo, l. c.)

[148] Refiérese a las famosas batallas entre cartagineses y romanos en la segunda guerra púnica.

[149] «En aterrar quieren los gramáticos hacer una distinción entre atierro, en sentido de “echar por tierra”, y aterro, en el metafórico de “consternar”, creyendo, sin duda, que en esta segunda acepción el verbo se deriva de terror.» (R. Menéndez Pidal, Gram. Hist., § 112 bis,-2.)

[150] «¿Cómo se pueden traducir en lenguaje vulgar estas maravillas? ¿Sería, por ventura, Fr. Severo un físico más o menos teósofo, a estilo de su tiempo, una especie de Cardano o de Agripa, iniciado en la magia natural, y aun en la teurgia? Si algo de esto hubiese sido, por otra parte lo sabríamos, y quizá los procesos de la Inquisición nos diesen razón de él como nos la dan del licenciado Torralba. Es muy probable que Severo tuviese algunos conocimientos de ciencias naturales, aparte de su física escolástica, y que las cultivase para recreo propio y de sus amigos; pero todo lo demás debe de ser pura fantasmagoría poética. Y lo que me confirma más en esta idea es que Garcilaso, en varios lugares de esta égloga, no hace más que poner en verso mucha parte de las prosas octava y novena de la Arcadia de Sanazzaro, como ya advirtieron en sus respectivos comentarios el Brocense y Herrera: los prodigios de Severo son los mismos que se refieren del mágico Enareto en la novela italiana... la adaptación de estos pasajes a Severo pudo tener algún fundamento en los estudios y aficiones de este; pero pudo ser también mero capricho del poeta. Una de las muchas convenciones del género bucólico era el uso frecuente de la magia y de las supersticiones gentílicas.» (M. Menéndez y Pelayo, Ob. cit., págs. 53 y 54.)

[151] amancilla: entristece.

[152] pastoriles, avena: instrumentos músicos; la avena es una especie de flauta, voz poética y puramente latina. (Dicc. Aut.)

[153] «El Rey D. Juan el Segundo prendió a D. Fernando Álvarez de Toledo, Conde de Alba, y su hijo D. García, que después fue primer Duque de Alba, le hizo mucha guerra desde las fortalezas de su padre, mayormente desde la villa de Piedrahita, que es a diez leguas de Béjar, procurando su libertad; pero muriendo el Rey don Juan, D. Enrique el 4.º, su hijo, luego que fue jurado por rey, voluntariamente sacó de la prisión al Conde de Alba y a D. Diego Manrique, Conde de Treviño.» (Herrera, 588.) Esta era la época de las famosas rivalidades entre la nobleza y el Condestable D. Álvaro de Luna. «De este D. Fernando Álvarez de Toledo hace mención el Bachiller Fernán Gómez de Cibda-real, y Hernando del Pulgar lo incluye entre sus Claros Varones, tít. V.» (Navarrete, pág. 154.)

[154] Hijo de D. García y de una tía carnal del Rey Católico fue D. Fadrique de Toledo, segundo Duque de Alba, el cual casó con D.ª Isabel Pimentel, de la casa de Benavente, y fue también Marqués de Coria. (V. Herrera, 588; Navarrete, 156.)

[155] «Don Fadrique, siendo vivo su padre, D. García, fue general de los cristianos en los pueblos de la frontera de Granada.» (Herrera, 589.)

[156] Esto fue en la guerra de Navarra. El Duque de Alba fue el jefe del ejército que conquistó aquel reino para D. Fernando el Católico, 1515. (Mariana, lib. XXX, cap. XXII.)

[157] «Este caballero, D. García, fue hijo mayor de D. Fadrique de Toledo y de D.ª Isabel Pimentel, Duques de Alba y Marqueses de Coria, y padre del Duque don Fernando.» (Herrera, pág. 589.) Hermano de D. García, pero de otra madre, de D.ª Isabel de Zúñiga, hija del Duque de Béjar, fue D. Pedro de Toledo, primer Marqués de Villafranca y Virrey de Nápoles. (Navarrete, página 156.)

[158] inicas, inicuas; refiérese a las Parcas. (V. adelante v. 1581, nota.)

[159] «Militando D. García de Toledo con el Conde Pedro Navarro en la costa de África, paso a la conquista de la isla de los Gelves. Luego que desembarcó quiso internarse en el país desierto y arenoso. Era el tiempo extremamente caloroso, y su gente, fatigada del ardor del sol y del cansancio, fue a beber a unos pozos, donde los moros estaban en emboscada. Dieron sobre los nuestros, que de pura sed y fatiga apenas se pusieron en defensa. D. García les animó con la voz y con el ejemplo; y con una pica en la mano peleó como valeroso soldado, hasta que muertos o dispersos todos sus españoles, oprimido de la muchedumbre, lleno de heridas, cayó muerto en la arena a los veintitrés años de su edad, el de 1510.» (Azara.) «Allí pereció la flor de la gente española... murieron casi 4000 escogidos soldados con sus capitanes y oficiales, pocos a hierro, muchos con sed y ahogados en aquellas cuevas y bocas cubiertas de la tierra y en aquellos tragaderos ascondidos.» (Herrera, 595.) Por esta derrota se levantó aquel cantar español: «Y los Gelves, madre — malos son de tomare.» etc. (Brocense, nota 169.)

[160] Queda dicho que cuando murió D. García solo contaba veintitrés años de edad, lo cual disculpa el elogio de su belleza, que parecería poco oportuno si se tratase de un guerrero veterano. (V. Eleg. I, v. 116, nota.)

[161] vista, nombre; en vista, advervio, como a la vista. Palabras iguales, pero equívocas, pueden formar rima, porque, en realidad, al tener distinta significación, vienen a ser palabras diferentes; Tirso y Barahona usaron de esto (Rodríguez Marín, Luis Barahona de Soto, pág. 404), y aun hoy se ha defendido como licencia que se debe permitir. (E. Benot, Prosodia castellana y versificación, tomo III, pág. 236.)

[162] Doña Beatriz Pimentel, hija del Conde de Benavente, mujer de D. García y madre de D. Fernando, el gran Duque de Alba.

[163] Don Fernando Álvarez de Toledo nació en Piedrahita, villa de la provincia de Ávila, en el año de 1507, y murió en Lisboa a 11 de diciembre de 1582, a los setenta y cinco años de edad. (V. Navarrete, 156-157.)

[164] «Si bello infante n’ apparia che’ l mondo — Non hebbe un tal dal secol primo al quarto.» (Ariosto, canto 46) Pónese como término de ponderación el nacimiento de Jesús a los 4000 años de la Creación.

[165] El monte Parnaso tiene dos cumbres. En una estaban los templos de Apolo y Diana, y en otra, el de Baco. (Herrera, pág. 188.)

[166] Aquellas nueve lumbres, las nueve Musas.

[167] Pintan mancebo a Febo, porque naciendo y escondiéndose todos los días, nunca siente vejez, y le llaman intonso, porque nadie puede cortar de su frente su cabellera de luz.

[168] Las Musas, luengamente, es decir, desde hacía mucho tiempo tenían visto y sabido lo que había de ser el porvenir del recién nacido.

[169] nétar, voz semiculta, por néctar, como vitoria, Eg. I, v. 35; acidente, Eg. II, v. 131; eleción, íd., 166; aflitos, íd., 229; efeto, íd., 253; noturna, íd., 297 y 301; jatancia, íd., 1513, etc.; la pronunciación de estas palabras respondía a su ortografía, como demuestra el hecho de encontrar en rima trompetas, perfetas y otros casos análogos. (F. Rodríguez Marín, Luis Barahona de Soto, pág. 402.)

[170] Este mancebo de quien habla Garcilaso es su amigo Juan Boscán; da su nombre más abajo, v. 1349. Boscán, siendo muy joven, entró en la casa de Alba a ser ayo de D. Fernando. «El ayo, en las costumbres de entonces, tenía más de camarada que de pedagogo, pero aun así, no es verosímil que se confiara tal cargo a quien, por lo menos, no excediese en diez años a su educando.» (Menéndez y Pelayo, Antología, XIII.) Hace igual conjetura Navarrete, pág. 161. Debió, pues, nacer Boscán a fines del siglo XV, y murió en 1542.

[171] El robusto oficio de la silvestre caza. Eg. III, v. 147.

[172] «En el año de XXIV (1524), en Burgos, un caballero servía a una dama a quien también el Duque de Alba servía, y aún no era Duque; y en aquel tiempo se habían comenzado a usar los arcabuces, y teníase por caso de menos valer, entre caballeros, usar de arcabuces, principalmente los que se preciaban de la espada. Y aquel caballero preciábase de gran tirador de arcabuz; y estando los dos delante de la dama, sacó el Duque un lienzo, y poniéndolo en las narices dijo: “¡Oh, como hiede por aquí a pólvora!” Entonces riose la dama, y corriose el caballero; y luego lo más secreto que pudo apartó al Duque y desafiole a espada y capa a la puente de San Pablo, a cierta hora de la noche. Y llegando el Duque, dijo el otro: “¿Qué armas traéis?” Dijo el Duque: “Espada y daga.” Dijo el otro: “Yo no tengo más que espada.” Entonces el Duque sacó su daga y echola de la puente abajo en el río. Comenzaron su desafío; y allí se hicieron amigos y trataron de que no se supiese este hecho; mas húbose de descubrir, porque al tomar de las capas que estaban en el suelo, se trocaron, y el Duque no cayendo en ello, descubrió en palacio la encomienda que tenía la capa del otro, y por aquí se vino a saber el desafío.» (Brocense, nota 177.)

[173] «Himeneo era el dios de las bodas. El diestro pie calzado significa buen agüero, porque la reina Dido, para desatar el casamiento de Eneas, tenía un pie descalzo, como dice Virgilio.» (Brocense, nota 179.) De este rito de calzarse o descalzarse el pie derecho, para significar firmeza o rompimiento de los lazos matrimoniales, entre los gentiles recogió varios datos Tamayo, notas, fol. 62-65.

[174] «Comprehende aquí Garcilaso las costumbres de las bodas antiguas (paganas). Dice que alternaban el canto las que ponían a la novia en el lecho... Las que llama aquí vírgines eran las pronubas antiguas, aunque no vírgines, pero castas, que tenían este oficio a su cargo...» (Tamayo, notas, fol. 65.)

[175] «Esta señora era hija del Conde de Alba de Liste, y prima y mujer del Duque.» (Herrera, 603.)

[176] Al divino Herrera, pág. 603, le escandalizó este atrevimiento de Garcilaso «que muy ajeno es de su modestia y pureza, y que deslustró mucho la limpieza y honestidad de toda esta descrición.» Pero no se trata de cosa indigna, impura ni inmodesta, sino de la casta y legítima correspondencia del lecho conyugal, y aun solamente del deseo de D. Fernando, no del suceso. Homero, Virgilio, y el mismo Petrarca, llegaron en sus versos a mayores libertades. (V. Tamayo, notas 61-62.)

[177] «Toca aquí la ficción del filósofo Pródico, la cual refiere Xenofon. Y es, que Hércules siendo mancebo, yendo por un camino llegó adonde se partían dos caminos, y estando dudoso por cuál iría, vio venir por cada uno una doncella, una muy hermosa, y otra robusta y varonil; cada una le rogaba que fuese por su camino, y la muy hermosa, al parecer exterior, que era Voluptas, el deleite, prometía en su camino muchos regalos y descansos; la otra, que era Virtud, le prometía mal camino y muchos trabajos, pero prometía al cabo dellos descanso y fama, al revés de la otra. Hércules dijo que más quería trabajos con aquella condición; y fuese tras la Virtud.» (Brocense, nota 181.)

[178] A partir de este verso cuenta Garcilaso el viaje que el Duque hizo a Alemania para intervenir en el socorro de Viena, amenazada por Solimán, gran Sultán de Turquía. Garcilaso acompañaba al Duque en dicho viaje: año de 1532. (Navarrete, págs. 32 y 33.)

[179] «mudable: atributo propio de los franceses.» (Herrera, pág. 605.)

[180] «Pasadas las asperezas del Pirineo recibió orden el Duque de caminar con más rapidez, dejó su escolta y comitiva, y solo con Garcilaso, atravesó por la posta de Francia hasta París, donde cayó enfermo, acaso de las fatigas del viaje; su amigo le asistió esmeradamente, hasta que ya convalecido pudieron ambos continuar adelante...» (Navarrete, pág. 40.)

[181] «Parece que es alusión a la Morbania, deidad falsa y ridícula de los antiguos.» (Tamayo, notas, fol. 66.)

[182] «Esculapio fue gran médico, tenido por los antiguos por dios de la medicina. Fue hijo de Apolo y padre de Padalirio y Macaón, grandes médicos.» (Brocense, nota 182.) «Halló muchas cosas útiles a la salud de los hombres. Fue tan excelente en la curación de los enfermos, que fuera de la opinión de todos, dicen que restituyó a muchos desesperados a la vida y que volvió a ella a muchos muertos. Acusado por esto ante Júpiter, lo mató con un rayo... Enojado Apolo desta muerte, mató a los Cíclopes que fabricaron el rayo a Júpiter.» (Herrera, pág. 606.)

[183] Repuesto D. Fernando de su enfermedad, Garcilaso y él continuaron su viaje; llegaron al Rin, y embarcados en sus aguas, pasaron a Colonia.

[184] «Dícelo por Julio César, que pasó del Rheno (Rin) contra alemanes.» (Brocense, nota 183.)

[185] «Fue Santa Úrsula hija de Dioneto, nobilísimo príncipe de Inglaterra; padeció martirio con once mil vírgenes de la mesma nación en Colonia Agripina, a la ribera del Rin, por los capitanes de Atila que la tenían cercada, en el año de nuestra salud, 352, siendo emperador Marciano.» (Herrera, pág. 607.)

[186] Aquel tirano fue, según se cree, Giula, capitán general de Atila. (Azara.)

[187] estaba en dubio, en duda; dubio es voz latina.

[188] Emplea metafóricamente suelta la rienda a su navío, como ahora decimos dar rienda suelta al llanto, al entusiasmo, a los deseos; de otro modo «parecería dura esta translación del uso de los caballos al de la navegación; pero es elegantísima, y como tal usada de los antiguos griegos y latinos de mejor fama...» (Tamayo, notas, fol. 66.)

[189] El César Carlos V recibió en sus brazos al Duque de Alba en Ratisbona, donde se hallaba convocada la Dieta entendiendo en el conflicto político-religioso promovido por el protestantismo. (Navarrete, 32.) Era también aquella ciudad punto de reunión para los caballeros que acudían al socorro de Viena.

[190] «El Príncipe turco, Solimán, que dos años antes había sojuzgado la Hungría y puesto, aunque infructuosamente, cerco sobre Viena, salió segunda vez de Constantinopla con innumerables gentes, para repetir el asedio de aquella ciudad.» (Navarrete, pág. 32.)

[191] Eran gentes de diversos pueblos y opiniones, pero con un solo propósito e intención. Los nuestros ocupaban mucho menos terreno que los enemigos... Este pasaje ha tenido mala interpretación en la edición de Castro.

[192] Sobrar: exceder, sobrepujar. V. Eg. I, v. 28, nota.

[193] Sobrado: el que excede a otro. V. Eg. I, v. 28, nota.

[194] En el ejército del César había alemanes, flamencos, italianos y españoles: «El Emperador al ver la gran tempestad que sobrevenía pidió auxilio a la Dieta, escribió al Marqués del Vasto para que recogiese toda la infantería española que acababa de poner fin a la guerra de Florencia, y juntase más italiana, avisó a los hombres de armas ordinarios de Flandes y Borgoña, y pidió a los grandes y ciudades de España apercibiesen hombres de armas y todo recaudo, preparándose a sostener solo este glorioso empeño, en que ni el Rey de Francia ni el de Inglaterra quisieron ayudarle.» (Navarrete, pág. 32-33.)

[195] Tirar, quitar, apartar.

[196] Su gente, no se refiere al guerrero, sino al cauto italiano, que en el valor del Duque recordaba el de los famosos capitanes de la antigua Roma.

[197] Habla en estos versos de Cornelio Escipión el primer Africano, única esperanza de la República, vencedor del terrible y duro Aníbal, y demoledor de la fiera Cartago.

[198] así molesta, acaso deba interpretarse tan molesta, del mismo modo que en frases como «no puedo dudar de un hombre tan honrado; tan cordiales relaciones quedaron rotas»... En el castellano antiguo, tan y así tenían un valor equivalente en comparaciones. (V. R. Menéndez y Pidal, El Cantar de mío Cid, tomo I, parte II, § 180.) Compárense en esta misma égloga, versos 1671, 1735 y 1769. El Brocense interpretó de otro modo «dividiendo aquella palabra, assí, en dos, a sí, que es en latín sibi», y la mayor parte de las ediciones han seguido esta enmienda del Brocense.

[199] Se entiende mejor leyendo el pensamiento ambigo, como propone Tamayo, fol. 67; el estado cristiano estaba en dubio, v. 1493; el suceso de esta guerra era dudoso, v. 1578; su remedio, por consiguiente, ambiguo. Las tropas del César apenas eran, en efecto, la mitad de las que llevaba el sultán. (Navarrete, pág. 43.) La forma ambigo corresponde a ambiguo, como inicas a inicuas, verso 1223, y como antigo a antiguo.

[200] «Salió, el Emperador, de Ratisbona con la caballería flamenca y un lucido tren de artillería, pasando por el Danubio a Linz, seguido de numerosa comitiva en barcas construidas al efecto, con el nombre de nasadas, cuya dilatada hilera formaba una escuadra de sorprendente vista.» (Navarrete, pág. 42.)

[201] Gran tirano: entiéndase por el Sultán de Turquía, Solimán el Magnífico, contra quien fue toda esta expedición.

[202] «Los Cíclopes fueron unos salvajes en Sicilia, que no tenían más de un ojo en la frente, y eso quiere decir en griego Ciclops. Dicen los poetas que son los herreros de Vulcano, al cual llaman aquí el gran maestro.» (Brocense, nota 191.)

[203] Nuestro lenguaje antiguo empleaba las formas esora, la hora, a esas horas, etc., con el valor castellano actual entonces, como el francés alors y el italiano allora; esta interpretación conviene en este caso a aquellas horas, en vez de suponer como Tamayo, notas, fol. 68, el latinismo ora por ribera, cuyo uso, si ha existido, debió ser rarísimo en castellano: comp. a la hora, Canc. IV, v. 49, nota.

[204] Noticioso el Sultán de los preparativos con que acudía el Emperador, retirose de Viena a Gratz, sin aventurarse a darle la batalla, y después retrocedió definitivamente a Constantinopla. (Navarrete, págs. 42 y 43.)

[205] «Don Fernando estuvo en la persecución de algunos de los capitanes enemigos, y anhelando teñir su espada en sangre turca, sintió que la suerte no preparase a los imperiales más difíciles triunfos.» (Navarrete, pág. 43.) Cree este autor que Garcilaso no debió tomar parte en estos sucesos por haber sido desterrado por el Emperador desde el principio de la jornada, cuando el Duque y el poeta llegaron a Ratisbona. (V. nota a la Canc. III, v. 3.)

[206] Cuentan que los antiguos coronaban con ramos sus naves después de una victoria, y que tales ramos solían poner en el sagrario o capilla de popa; a esta costumbre pudo aludir Garcilaso, aun cuando lo que dice puede también decirse metafóricamente por las naves que volvían vencedoras.

[207] Ha dicho el Sr. Menéndez y Pelayo, Antología, XIII, pág. 54, que el pastor Albanio, enfermo de mal de amores por la hermosa Camila, debe de ser el Duque de Alba, D. Fernando; a esto quiero decir que no acierto a comprender cómo a Garcilaso pudo ocurrírsele introducir dos veces al Duque en esta Égloga con tan distinto carácter, a saber: como Duque en persona y como pastor; como esposo enamorado, correspondido y satisfecho, y, a la vez, como amante desesperado y loco furioso; téngase presente que mientras Nemoroso ha estado elogiando al Duque por su prudencia y su valor, ha tenido a sus pies al mismo Albanio, aletargado y rendido en su locura.

[208] Es necesario leer glo-ri-o-so, como o-di-o-sas, soneto XVI, v. 1; nuestros poetas clásicos medían a la manera latina e italiana, la-bi-os, o-di-o, glo-ri-a, y del mismo modo los derivados fu-ri-o-so, in-ge-ni-o-so, etc. (V. Elías Zerolo, Noticias de Cariasco y del empleo del verso esdrújulo en el siglo XVI. Legajo de Varios, París, 1897, y F. Rodríguez Marín, Luis Barahona de Soto, págs. 405-411.)

[209] lustre por lustro, que fue primitivamente espacio de cuatro años, y que «el uso y abuso de los gramáticos lo ha hecho de cinco». (Herrera, pág. 267.) Cuando la expedición a Alemania (1532) el Duque D. Fernando solo tenía veinticinco años, y Garcilaso veintinueve.

[210] coruscar, lucir, brillar. El Dicc. Aut. solo da coruscante y corusco, «resplandeciente, sumamente lucido y brillante».

[211] Describe pastoralmente el tiempo de la cena, de la cual es indicio el humo que sale por los alcores, chimeneas.

[212] Garcilaso dedicó esta Égloga, según afirmación de D. Antonio Puertocarrero, su yerno, a D.ª María de la Cueva, esposa de D. Juan Téllez Girón, Conde de Osuna, fundador del Colegio Mayor y Universidad de dicha villa, y gran amigo de los hombres de letras. D.ª María, ya viuda, fue Camarera mayor de la Reina D.ª Isabel de Valois, tercera mujer de Felipe II, y falleció en Madrid a 19 de abril de 1566. (V. F. Rodríguez Marín, Luis Barahona de Soto, Madrid, 1903, pág. 73.)

[213] Garcilaso no ha dejado más octavas rimas que las que componen esta Égloga y la que nos conservó Castillejo (V. Apéndice IV): «La octava rima, enteramente desconocida en todas las literaturas de la Península antes de Boscán, es una de las adquisiciones más importantes que este hizo para nuestra métrica, y quizá el género en que sobresalió más. Su modelo inmediato, aunque no único, fueron las estancias compuestas por Bembo para el Carnaval de la corte de Urbino en 1507.» (M. Menéndez y Pelayo, Antología, XIII, 237.)

[214] Entiende Tamayo, fol. 68, «que es demasía sin fruto decir que la lengua está en la boca, pues ¿adónde había de estar?,» y sin más que esto, en algunas ediciones se ha corregido el presente verso, imprimiendo: «Mas con la lengua muerta y fría la boca», que es la lectura que el mismo Tamayo proponía. Yo respeto tal demasía porque he visto que Herrera, más escrupuloso que nadie en estas cuestiones, la conserva, y el elegante prosista Cienfuegos, hablando precisamente de la muerte de Garcilaso por la honda impresión que causó en el espíritu del Marqués de Lombay, la repite diciendo: «él vio fría y difunta en su boca aquella espiritosa lengua, ramillete de las más cultas flores de la erudición y de la elocuencia...» (Vida del Grande San Francisco de Borja, Madrid, 1726, pág. 48.)

[215] «Carta por el papel, en significación latina o italiana.» (Azara.)

[216] «En Boscán se hallan en una estancia de una canción los versos que dicen:

Hablaré yo lo menos que tuviere

Que esto será lo más que yo pudiere.

¿Quién tomó a quién en este último verso? ¿Boscán a Garcilaso o Garcilaso a Boscán? Tamayo afirma, notas, fol. 69, que Boscán aprovechose de este verso como de hacienda de amigo. Ignoro en qué se fundó para decir lo que dijo.» (Castro, pág. 21.)

[217] Nadie ha hablado de Garcilaso que no haya repetido este famoso verso, el cual glosa Cienfuegos (Vida del Grande San Francisco de Borja, Madrid, 1726, pág. 50) de esta manera: «Él había nacido para decidir aquella antigua batalla entre las armas y las letras, siendo a un tiempo milagro de ambas escuelas... Él hizo cantar las Musas al son de los clarines y de las cajas roncas, como al compás de las cítaras templadas...»

[218] somorgujar y somormujar, verbo que significa meter debajo del agua, chapuzar, zabullir; la forma verbal se ha hecho sobre el substantivo somorgujo, cuya etimología es * submergulio, derivado de submergo, y con el sentido de submergulus. (V. R. Menéndez Pidal, Gramática Hist. § 65.)

[219] calar, bajar, descender. «Entonces se levantó (Don Quijote) y... dándole soga el primo y Sancho, le dejaron calar al fondo de la caverna espantosa.» (Don Quijote, I.ª Parte, cap. XXII.)

[220] lacivo por lascivo, como picina por piscina. (Santa Teresa, Las Moradas, ed. Cl. Castellanos, Madrid, 1910, 11-23; v. nota al v. 383 de la Eg. I.)

[221] «Burlaba un poeta de este verso: nadando dividieron y cortaron, porque parece que hay en él ripia para henchir el verso, y sobra el cortaron. Digo que de no entender el punto, se erraba él, porque se ha de leer:

El agua clara con lascivo juego

Nadando dividieron; y cortaron,

Hasta que el blanco pie, etc.»

(Brocense, nota 219.)

[222] Por lo visto alguno protestó de que el poeta sacase de las aguas a estas ninfas, que siendo moradoras de dicho elemento no podrían vivir en tierra seca. Tamayo defiende a Garcilaso con el testimonio de varios autores clásicos.

[223] delgadeza, domestiqueza, Eg. II, v. 180, y selvatiquez, Son. XXVIII, tienen procedencia italiana.

[224] «Debe Toledo a Garcilaso muchas alabanzas, pues no deja ocasión en que las olvide; y aquí no son encarecidas, sino verdaderas las del oro de sus arenas, pues hasta hoy se experimenta lo que en los tiempos antiguos fue tan recibido.» (Tamayo, notas, fol. 71.) Del aurífero Tajo hablan muchos autores latinos.

[225] El de Tracia es Orfeo, a quien se refieren las dos octavas siguientes.

[226] «No dejaré de notar el cuidado de las palabras de Garcilaso en todo lo que es ornato de las mujeres, cuya blancura, particularmente en los pies, repite tantas veces.» (Tamayo, notas, fol. 65.)

[227] Por si alguno aspira a resolver la cuestión advertiré que hay discrepancia entre los autores sobre si la sierpe que mordió a Eurídice fue pequeña o grande. (V. Brocense, nota 215.)

[228] En otro lugar, Eg. II, v. 942, fue necesario decir parte de esta fábula. Dejaron, pues, a Orfeo, marido de Eurídice, que sacase a su esposa de los infiernos, pero con la condición de que no había de mirarla hasta que saliese de los límites y jurisdicción de ellos, y no habiendo podido abstenerse de verla, le fue arrebatada por segunda vez; Orfeo, desesperado de su infortunio, retirose sobre el monte Hemo. (Ovidio, Metam., lib. X, fáb. I.)

[229] Hallábase Cupido ofendido contra Apolo porque este se había atrevido a burlarse de las astucias del Amor; fue su venganza dispararle una flecha dorada para rendirle al amor de Dafne, y, al mismo tiempo, inspirar a esta un gran desamor hacia Apolo.

[230] La fábula de Apolo y Dafne se trata más adelante en el Son. XIII.

[231] Cupido hiere con dos géneros de saetas; con las de oro engendra el amor firme y verdadero, v. 152; con las de plomo inspira la antipatía y el desdén. (Ovidio, Metam., lib. I, fáb. X.)

[232] Adonis, hijo de Mirra, de famosísima belleza, fue amado de Venus con la mayor ternura. Un día estando cazando hirió a un jabalí, el cual se volvió contra él con la mayor furia y le mató. (Ovidio, Metam., lib. X, fáb. X.) Y quieren decir que aquel jabalí no fue sino el dios Marte, enamorado de Venus, y convertido expresamente en aquella fiera para matar a Adonis por los celos que le tenía. (Brocense, nota 217.)

[233] Porque Herrera creyó excesivo el color de este detalle, contesta Tamayo, notas, fol. 71: «Melindre es llamar complosiones torpes estos afectos cuidadosos en Garcilaso, pues es imitación de Virgilio; díjolo doctamente nuestro poeta con alusión a la costumbre antigua de recibir con la boca, los parientes y amigos, el último aliento de los que se morían...»

[234] Pinta Garcilaso en las dos octavas siguientes «la ciudad, cabeza y asiento del Imperio de España, Toledo, su patria, con tanta grandeza y suavidad de palabras, que dudo haya cosa mejor tratada en todas sus obras, ni más digna de la majestad de tan insigne madre, ni del ingenio de tan noble hijo...» (Tamayo, notas, fol. 72.)

[235] «Aquí comienza un género de Bucólica que llaman los griegos canto amebeo, que es responsorio, en el cual se suele guardar esta ley: que el que comienza es libre, y puede mudar propósitos, mas el que responde y sigue, o ha de decir mucho más en la misma materia, o lo contrario; y ansí se hace aquí imitando el proceder de Virgilio en la primera y séptima Égloga.» (Brocense, nota 225.)

[236] Describe exactamente el curso del Tajo en torno de la ciudad de Toledo.

[237] Refiérese a las ruedas de las azudas, máquinas hidráulicas con que se saca agua de los ríos por el impulso de su misma corriente. «Se llaman azudas, voz arábiga, significadora de su color y de su ruido, propiedad particular de las lenguas orientales.» (Tamayo, notas, fol. 73.)

[238] «En la pompa funeral que las diosas silvestres hacían a la ninfa, observa sin afectación, Garcilaso, la costumbre de los entierros antiguos... Los antiguos esparcían flores sobre los cuerpos o sepulcros de sus defunctos... Flores cortadas para dar a entender, sin duda, la fragilidad de la vida que retratan las rosas...» (Tamayo, notas, fol. 73 y 74.)

[239] «Era señal de tristeza el desperdicio de los cabellos; en los libros sagrados no hay pocos ejemplos de los hebreos,» y lo mismo entre griegos y latinos. (Tamayo, notas, fol. 74.)

[240] Recuerda nuevamente Garcilaso la muerte de doña Isabel Freyre. (V. Eg. I, v. 2, nota.)

[241] «Una ninfa muerta, a quien las divinidades de los bosques, saliendo de los árboles en que están metidas, cantan y lloran a su vez, y después de haber cumplido con esta triste solemnidad, se vuelven a esconder en los huecos mismos de las encinas, era un argumento nuevo, al paso que sencillo, y que por su naturaleza y por la calidad de los interlocutores podía ser enriquecido con todas las galas del sentimiento y la fantasía.» Tal decía D. Manuel José Quintana (Poesías castellanas, ed. 1830, pág. 371.) a propósito de la famosa Égloga de Barahona de Soto, llamada de las Hamadríades, cuyo argumento, como se ve, dejó indicado Garcilaso en este lugar.

[242] El Brocense dice que halló en un libro antiguo, en vez de degollada, igualada, que significa amortajada. Herrera afirma que degollada se tomaba por desangrada, «como decimos cuando sangran mucho a uno, que lo degolló el barbero.» Covarrubias en su Tesoro de la Lengua castellana, escribe: «Cuando sacan a uno mucha sangre por las venas, solemos decir que conviene degollarle, si el accidente requiere tanta evacuación.» Azara dice que «más natural era que se leyese en el verso desangrada, puesto que D.ª Isabel murió de sobreparto. Tamayo acepta la voz degollada siguiendo a Herrera.» (Castro, pág. 22.)

[243] Dice al mar de Lusitania porque D.ª Isabel era portuguesa; había venido a la Corte española como dama de honor de la Infanta D.ª Isabel de Portugal, casada en 1526 con Carlos V.

[244] Es encarecimiento de las labores de las ninfas, pues el presentar como en relieve figuras llanas «es artificio de la mejor pintura»... (Tamayo, notas, fol. 76.)

[245] trastornarse, trasponerse. Barahona de Soto dio a trastornarse esta misma acepción en los siguientes versos de su Égloga III:

«Cual con sencillo rostro y pecho tierno

Al levantar del sol o al trastornarse

Te ofrecerá el panar recién cogido...»

[246] «Adagio es latino: Aquae furtivae dulciores. Mucho sabe lo hurtado.» (Brocense, nota 225.) No latino, sino hebreo, cree Tamayo, fol. 77, esto de que las aguas hurtadas son las más dulces o las que mejor saben.

[247] «Aquí, sin duda, se descuidó nuestro poeta, porque hace dos vientos, siendo uno; porque al que los griegos llaman zephyro, porque trae vida, llaman los latinos favonio, porque favorece la vida, de modo que la cosa es una y los nombres son dos.» (Brocense, nota 227.) A este parecer se inclina también Herrera; pero D. Tomás Tamayo defiende a Garcilaso con el testimonio de muchos escritores antiguos que, como él, tuvieron a zefiro y favonio por vientos diferentes, notas, fol. 78. D. Adolfo de Castro, pág. 23, prescindiendo de esa defensa, cree que, «o Garcilaso se engañó o puso el nombre de otro viento que equivocaron los escribientes o los impresores». Queda, pues, esta cuestión en planta como la de la sierpe de Eurídice, Eg. III, v. 130.

[248] «El cuerno de Amaltea —o cornucopia—, que denota la fertilidad y abundancia de las cosas, no era de buey como fingían los pintores, sino de plata, que quien la tuviere puede pedille lo que quisiere, que se lo dará. Fue Amaltea... una mujer vieja y muy rica que contrataba, la cual guardaba en un cuerno la mayor parte de la ganancia... y robándoselo Hércules lleno de dineros, vivía a su gusto y deleite, y de aquí tuvo origen decir que el cuerno de Amaltea ministraba a Hércules todos los bienes.» (Herrera, pág. 686.)

[249] Dijo Garcilaso esto de morir la yerba «por la opinión de Pitágoras que creía que las plantas y otras cosas, no solo vivían, sino que sentían el mal que les hacían; o porque la resolución de la forma no es otra cosa que muerte.» (Tamayo, notas, fol. 79.) Esto último, sin necesidad de acudir a la doctrina pitagórica, es suficiente explicación, dada la natural inclinación y libertad que tienen los poetas para suponer vida y sentimientos en lo inanimado.

[250] escogiolo. Andrés Rey de Artieda en sus Discursos, epístolas y epigramas de Artemidoro, Zaragoza. 1605, censuraba a Garcilaso esta forma, porque, según él, sería más concreto escogiole. (Castro, pág. 23.) Nuestro texto —es decir, el de Herrera— es loísta, Eg. II, v. 1088, 1099, 1307, 1308, 1364, 1399, 1400, 1567, etc.; en todos estos casos el de Tamayo es leísta. La indecisión entre le y lo, que aún dura en nuestra lengua, viene manifestándose desde los textos más antiguos. (V. R. Menéndez Pidal, El Cantar de Mío Cid, tomo I, Parte II, § 130.)

[251] Al Duque de Alba en la muerte de D. Bernardino de Toledo, su hermano. — De regreso de la conquista de Túnez (1535), y de resultas de los muchos padecimientos que en aquel país ardiente, seco y arenoso había pasado, murió el gallardo joven D. Bernardino de Toledo, hermano del gran Duque de Alba y amadísimo amigo de Garcilaso. Murió en Túnez, según Argote de Molina, Nobleza de Andalucía, lib. II, cap. XXII; en Trápana, camino de Palermo, según Sandoval, Historia de la vida del Emperador Carlos V, lib. XXII, § 48, o en la ciudad de Palermo, como dice Navarrete, pág. 67, desmintiendo a los anteriores.

[252] «Frase italiana.» Azara, pero por empero: «quise, no obstante, probar si me bastaría el ingenio para escribirte»...

[253] «Algunos, pareciéndoles que está falto este verso de Garcilaso, no considerando la diéresis, lo han enmendado o dañado desta suerte: No quedará ya toda tu alma entera; pero Garcilaso que conocía mejor los números, se contentó con aquel modo, porque demás de sinificar así la falta del alma, que él pretendió mostrar, no es flojo número de verso, sino artificioso y no ajeno de suavidad.» (Herrera, 305. Del mismo parecer es Tamayo, notas, fol. 30.)

[254] Erídano es el río fabuloso donde las Helíades, hermanas de Faetón, lloran su muerte convertidas en álamos. (Son. XII, 14.) Han creído muchos que se trataba del Po, otros, del Ródano, y autor de tanta antigüedad como Esquilo, dijo que era un río de España. (Herrera, 305.)

[255] Lampecie, Lampetura y Faetura fueron las tres Helíades.

[256] Censuró Juan de Mal-lara la dislocación de esta frase tal como aparece en el verso, y defendieron a Garcilaso Herrera y Tamayo: «la prosa no tiene licencias, a los versos se les consienten... el juicio de la una se puede quedar al oído, como el de la otra a la licencia de los poetas; pero menos lo fue Mal-lara, que docto y hombre de bien, y rara vez juzgan bien de los poetas los que no lo son». (Tamayo, notas, fol. 31.)

[257] «Abastanza. Voz antigua, hoy desusada enteramente en nuestra lengua. Los italianos la han conservado.» (Azara.)

[258] «Más propio es esto que dice Garcilaso para alabar una dama que a un caballero... mas, porque D. Bernaldino era mancebo de edad tierna que no había dado muestra de su valor, pudiera emplear esto en lamentar las esperanzas perdidas.» (Herrera, pág. 311.) Esta misma consideración requiere el pasaje de la Eg. II, v. 1254 y siguientes. Por lo demás, en muchos autores antiguos se encontraron ejemplos semejantes, «porque la hermosura es siempre digna de imperio y no desdice a la fortaleza viril». (Tamayo, notas, fol. 56.)

[259] «Declara la índole y lo que prometían las esperanzas de su valor.» (Herrera, pág. 312.)

[260] «Cosa muy usada fue poner dioses a los ríos, pintándolos recostados, y alzado el medio cuerpo, y con las urnas debajo el brazo, enviar de allí los ríos como de una fuente; coronábanlos por la mayor parte con guirnaldas de cañas, y cubiertos hasta el ombligo de un carbaso, que es vestidura floja y ancha, y desnudos la parte superior del cuerpo; tal se ve Tibre en Roma en casa Cesi, tal Arno en los huertos del Pontífice y tal describe Virgilio en el 8.º al mesmo Tibre...» (Herrera, 312.)

[261] Trinacria es lo mismo que decir Sicilia. (Herrera, 316.)

[262] Los lascivos sátiros, compañeros de Baco, provocadores y deshonestos, con su busto de hombre, cuerpo de caballo y patas de carnero, tuvieron para los antiguos tal realidad, que algunos historiadores hablan de sátiros de carne y hueso conocidos por las gentes. (V. Herrera, 317.)

[263] Refiérese a Héctor, defensor de Troya, vencido y muerto por Aquiles.

[264] Recuerda de nuevo la fábula de Adonis. (Véase Eg. III, 176, nota.)

[265] Oeta es un monte de Tesalia que, según Estrabón, lib. 9, se extiende de oriente a occidente, desde las Termópilas hasta el golfo de Arta. (V. Herrera, 331.)

[266] «Alcides se llamó Hércules por su gran fuerza, porque en griego Alce es fuerza. Otros dicen que por su agüelo Alceo. Dicen que sintiéndose morir de la ponzoña de la camisa, que su mujer Dejanira le había enviado, hizo una hoguera en el monte Oeta y allí se quemó. Esta ficción quieren que sea la purificación de los excelentes hombres que suben a ser dioses, dejando acá la vestidura grosera del alma.» (Brocense, nota 59.)

[267] «El claro padre. D. García de Toledo, que murió en los Gelves de poca edad. El sublime abuelo. D. Fadrique, Duque de Alba.» (Azara.)

[268] «El mar, sin duda, cerca la tierra y la tierra el mar, mas creyendo los antiguos que este era mayor, dijeron que la coronaba... Pero los modernos que con curiosidad lo tienen especulado, prueban ser mayor la tierra que el Océano, según, no sus superficies, sino sus cuerpos, en que es, sin comparación, mayor la tierra, como fácilmente se deduce de sus diámetros...» (Tamayo, notas, fol. 35.)

[269] Como si dijese desde el polo Sur al polo Norte Calisto es la Osa Mayor. Antes fue una bella ninfa de quien Júpiter anduvo enamorado. La iracunda Juno la convirtió en osa, y entonces Júpiter la transportó al cielo. (Ovidio, Metam., lib. II, fáb. IV.)

[270] Elegía a Boscán; la escribió Garcilaso a su amigo desde Sicilia, de regreso de su expedición a Túnez con el ejército del Emperador, año de 1535. Esta Elegía y la anterior debieron ser escritas hacia la misma fecha.

[271] «Anquises fue hijo de Asáraco y padre de Eneas, que lo engendró en Venus junto a la Ribera de Simois, río de Troya.» (Herrera, 356.)

[272] «Este confusísimo terceto quiere decir que el Mantuano Virgilio, en sus eternos versos, nos conserva la memoria de que Anquises está enterrado en Trápana —ciudad de Sicilia—. Libro III de la Eneida.» (Azara.)

[273] «Llama César Africano al Emperador Carlos quinto porque venció a África.» (Brocense, nota 66.)

[274] De la celebridad de este verso dan testimonio Sa de Miranda, en su égloga Nemoroso; Barahona de Soto, en su soneto a Herrera, a propósito de las Anotaciones, y Lope de Vega, v. Cayetano A. de la Barrera, Nueva biografía, tomo I de las Obras de Lope de Vega, publicadas por la R. A. Española, Madrid, 1890, pág. 122.

[275] Dice Cienfuegos (Vida del Grande San Francisco de Borja, Madrid, 1726, pág. 49) que «lo que más robaba en Garcilaso la afición del Marqués de Lombay... era el no haber sentido jamás en sus labios respiración que empañase la fama ajena...; escribiendo con pluma elegante en todos los estilos, solo parece que ignoraba el de la sátira, en que son elocuentes y agudos aun los menos discretos».

[276] Llama la patria de la Sirena a Nápoles, que antes se llamó Parténope, por una de las tres Sirenas así llamada, cuyo cuerpo allí se halló. (Brocense, nota 66.)

[277] Nápoles fue tierra de muchos deleites y regalos, según el testimonio de los clásicos (V. notas de Azara y Tamayo, y acaso por esto la tradición la hizo patria de las Sirenas.) Era una ciudad nobilísima, vestida de jardines y bellos edificios, y llena de caballeros y gente rica, «domicilio de hombres ociosos, que muchos, por huir de negocios, se iban de Roma a ella». (Herrera, págs. 359-364.)

[278] Sobre estos amores a que alude el poeta véase adelante, nota al Son. XXVI, v. 1.

[279] «Quiere decir: Este temor persigue la esperanza y oprime el gran deseo de su holganza, con el cual deseo van mis ojos.» (Brocense, nota 69.)

[280] «La túnica de diamante significa la fortaleza, que tan importante es para la guerra; aunque escribe San Isidoro que pintaban a Marte con el pecho desnudo y sin armas, porque el que se halla en la guerra, se debe arrojar en la batalla sin miedo de la muerte.» (Herrera, pág. 346.)

[281]

«Y en medio de la guerra peligrosa...

Te acuerdas del amor y del ausencia

Y maldices allí el rigor de Marte

Pronosticando en ti dura sentencia...»

(Cristóbal Mosquera de Figueroa, Elegía a la muerte de Garcilaso, Anotaciones de Herrera, pág. 40.) Pocos meses después de escribir Garcilaso la presente Elegía se cumplió, en efecto, este siniestro presentimiento de su muerte.

[282] «Y se cumplió —su pronóstico— hasta en sus términos literales, porque murió... asaltando una torre como a su valor cuadraba, pero no cayó traspasado de hierro agudo y fuerte, sino prosaicamente descalabrado por una piedra...» (M. Menéndez y Pelayo, Antología, XIII, pág. 147.)

[283] Las venas dulcemente desatado, es una cláusula casi absoluta en que el participio desatado no concierta con el substantivo de su oración, venas, sino con el sujeto principal, aquel, mantenido por el pensamiento aun dentro de la aposición; en prosa habría que decir, las venas dulcemente desatadas. Es tan rara tal construcción que las gramáticas no dan cuenta de ella; sin embargo, pueden recogerse algunos ejemplos:

—«Los alemanes, — El fiero cuello atados, — Y los franceses van domesticados.» (Garcilaso, Canc. V, v. 18.) — «Desnuda el pecho anda ella.» (Góngora.) — «Desnuda el pecho, el brazo descubierta.» (Góngora.) — «Febo... cantó — Revuelto en oro la encrespada frente.» (Herrera.) — «estuve... ya entregado — Al agudo cuchillo la garganta.» (Ercilla.) — «El cuerpo de nieve pura — Que excede a toda blancura — Vestido del sol los rayos — Vertiendo abriles y mayos — de la blanca vestidura.» (Cristobalina Fernández.) (V. Castro, Poetas líricos, etc., pág. 31, nota.)

[284] Elogia también la playa de Barcelona, patria de Boscán, D. Diego Hurtado de Mendoza en su carta V, a María de Peña (Auts. Esps. poetas líricos de los siglos XVI y XVII, pág. 59): «Que, como desparece Barcelona — Y huye aquella plaza gloriosa, — Ansí va enflaqueciendo la persona...»

[285] Alude a D.ª Ana Girón de Rebolledo, dama valenciana, esposa de Boscán. «Era de singular belleza, como se deduce de estos versos de Garcilaso. D. Diego Hurtado de Mendoza la llama sabia, gentil y cortés, en una epístola a Boscán. Este, en su respuesta, encarece la vida quieta, dulce y sosegada que llevaba en compañía de su esposa, de quien elogia con entusiasmo la belleza, bondad y discreción. Dícese que juntos leían y saboreaban los poetas clásicos, especialmente Homero, Virgilio, Catulo y Propercio, lo cual arguye en pro de la cultura literaria de doña Ana... Al frente de las ediciones de Boscán va un prólogo que, bien leído, a nadie puede ser atribuido sino a D.ª Ana...» (M. Serrano y Sanz, Apuntes para una Bibl. de Escritoras Españolas, Madrid, 1903, tomo I, pág. 459. V. Menéndez y Pelayo, Antología, XIII, págs. 131-136.)

[286] La presente Epístola es el único ensayo de verso suelto que de Garcilaso conocemos. Boscán y Garcilaso fueron los primeros artífices castellanos que se ejercitaron en esta clase de verso. En sus composiciones es preciso apreciar el valor histórico más que el artístico. El verso suelto tuvo que pasar por muchas pruebas antes de conseguir la perfección clásica del Aminta de Jáuregui. (V. Menéndez y Pelayo, Antología, XIII, pág. 239.)

[287] «...facilidad, descuido, libertad sin afectación de palabras ni exornación de sentencias, todo lo tiene esta carta, cuya llaneza, en vano y sin razón es culpada, pues ella es particular alabanza en este género de escritura.» (Tamayo, notas, fol. 38.)

[288] Garcilaso había venido desde Nápoles a Barcelona, enviado por el Virrey D. Pedro, para informar personalmente al Emperador de los desastres que había causado en las costas de Italia la armada de Barbarroja. Debió llegar a Barcelona poco después del 4 de septiembre de 1534, y estuvo en ella hasta el 1.º de octubre, en que emprendió su regreso a Nápoles, haciendo en doce días el camino, a caballo, desde Barcelona a Valclusa. (V. Navarrete, pág. 237.)

[289] De Boscán a Garcilaso hay una sincera expresión de amistad honda y sentida en el soneto: Garcilaso, que al bien siempre aspirante...

[290] En honor de Garcilaso se ha dicho que, en medio de la llaneza de esta carta, da idea de su erudición el hecho de que la mayor parte de sus consideraciones sobre la amistad coinciden con la doctrina de Aristóteles en su Ética, lib. VIII. (V. Conti, Col. de poesías castellanas, traducidas al italiano, Parte 1.ª, tomo II, pág. 345.)

[291] «Vulgar dicho es: Beatius est dare, quam accipere.» (Brocense, nota 76.)

[292] Volvía Garcilaso esta vez a Italia por la Provenza, patria de los trovadores, no siendo acaso prudente ir por mar a causa de las naves de Barbarroja que lo infestaban. (Navarrete, pág. 59.)

[293] Varlet, palabra francesa antigua, como vaslet, hoy valet: criado, fámulo.

[294] Argén, es otro galicismo, que solamente por donaire emplea Garcilaso en esta ocasión.

[295] Mosén Durall, uno de los mejores amigos de Boscán, fue un caballero principal y rico de Barcelona, maestro racional o contador del Principado, y hombre de noble trato y buen burlar, según el mismo Boscán en su Epístola a Hurtado de Mendoza. Era muy gordo el Dorall, y por eso dice Garcilaso lo de abrazad si pudiereis. (Herrera, pág. 384.)

[296] 12 del mes de octubre del año 1534. Escribe Garcilaso desde Valclusa, do nació madona Laura, claro fuego del Petrarca.

[297] como perdido: ciegamente, como loco. «Noto que es frase particular de las ponderaciones de nuestro poeta, esta como perdido, así en el Son. VIII, v. 7: Salen fuera de sí como perdidos.» (Tamayo, notas, fol. 17.)

[298] Hállase repetido este pensamiento en varios poetas, en Horacio, Petrarca, Tansillo, y aun en el mismo Garcilaso, Eleg. II, v. 176 y sigs. Horacio en la Oda 22, libro I, acaba diciendo:

«...ya me ponga alguno

En la región al sol más allegada,

Do no vive ninguno,

Siempre será de mí Lalage amada:

La del reír gracioso

La del parlar muy más que miel sabroso.»

(Brocense, nota 19.)

[299] esecutarse, ejecutarse. (V. Eg. II, v. 253, nota.) La doble ss que pone Herrera, conforme a la ortografía de su tiempo, en essecutarse, fuessedes, supiesse, desso, passarse, etc., no la conservamos en ningún caso.

[300] A esto aludió F. de Cangas, diciendo:

«Porque no quiere el amor — La muerte del amador, — Sino tomallo a partido; — Que perdonar al rendido — Es gloria del vencedor.» (Herrera, Anotaciones, pág. 224.)

[301] Lo de tendido en este verso y en el 13 de esta misma canción fue enmendado en rendido por D. Diego Hurtado de Mendoza, considerando aquella voz menos digna, «pero juzga doctamente D. Juan de Fonseca y Figueroa que no se ha de mudar, por ser modo ordinario de los poetas latinos jacere ante pedes... y en los griegos frecuentísimamente, mirando por ventura a la costumbre de los que rogaban tocando las rodillas y echados a los pies.» (Tamayo, notas, fol. 18.) (V. Eg. II, v. 661, nota.)

[302] La amarillez de los que aman, dice Herrera que «debe proceder, por ventura, de tristeza y profundo cuidado, porque arrebatados en consideración de lo que desean, gastan y destruyen la propia virtud y impiden sus operaciones con la vigilia y trabajo de los espíritus», pero reconoce como causa general «la poca fuerza del calor natural que no puede digerir bien ni hacer buena sangre». (Anotaciones, pág. 225.)

[303] Contrastar: hacer frente, resistir.

[304] «Pensaron los antiguos que los vientos eran intérpretes y mensajeros que llevaban los ruegos y votos y todas las palabras a las orejas de los dioses... y los votos que no tenían suceso y eran vanos, pensaban que los vientos no los llevaban ante los dioses, antes los disipaban o arrojaban lejos, en regiones apartadas.» (Herrera, pág. 231.)

[305] Los últimos versos de esta estancia, mal conocidos en su forma original, han sido modificados a su manera por cada anotador, como puede verse en Tamayo, notas, fol. 20.

[306] Herrera llama aquí la atención con estas palabras: «Ningún poeta élogo (de elegía), conforme a lo que yo he leído dellos y me acuerdo, pudo alcanzar a decir tanto como esto.» (Anotaciones, pág. 233.)

[307] En esta Canción hay diez versos agudos, uno en la Canción primera, cuatro en la tercera y cuatro en el Soneto XXVII, y estos versos troncados o mancos, que llama el toscano, «son dinos de reprehensión», como dice Herrera, pág. 232. Tienen versos endecasílabos agudos el Marqués de Santillana, y en el Boscán, Sa de Miranda, Hurtado de Mendoza y otros. Siglo XVI. Parece seguro que en tiempos de Garcilaso, el rigor del criterio paroxitónico, o de acentuación grave, que después ha prevalecido, no se cumplía ni entre los mismos italianos, puesto que en el mismo Orlando de Ariosto hay cinco o seis casos de versos agudos. Hoy solamente son lícitos en ciertas combinaciones métricas. (Menéndez y Pelayo, Antología, XIII, págs. 219 y sigs.; Rodríguez Marín, Luis Barahona de Soto, págs. 414-417.)

[308] «Más abajo de Presbourg, ciudad de la Hungría occidental, se divide el Danubio en dos brazos, los cuales no se reúnen hasta Komorn, plaza fuerte de la Hungría oriental, y forman una gran isla a la que se ha dado el nombre de Schut. Previendo Carlos V —cuando el socorro de Viena, 1532— que Solimán podía traer embarcados por el río víveres y pertrechos de guerra, para estorbarlo envió algunas tropas a esta isla con orden de formar en ellas cuantas baterías se juzgasen necesarias.» (Navarrete, páginas 40-43.)

[309] En la isla de Schut, cuya frondosidad y belleza tanto alaba Garcilaso, estuvo él preso, en efecto, de orden del Emperador, desde marzo a junio de 1532, por su intervención en el desposorio de su sobrino con D.ª Isabel de la Cueva. Ya se ha dado noticia de este suceso en la Introducción.

[310] «... Tú, Danubio, río divino, — Envolviste en tus ondas sus razones...» (Elegía a la muerte de Garcilaso, por Cristóbal Mosquera de Figueroa, Anotaciones de Herrera, pág. 39.)

[311] Fieras tiene el valor de belicosas, y el poeta lo dice particularmente por los antiguos suevos, etc., pobladores de las naciones del Danubio. (Herrera, pág. 240.)

[312] De esta Canción hace Tamayo, notas, fol. 21, el siguiente elogio: «Es tal, que a mi ver, no tienen todas las lenguas juntas cosa más culta, y así, es la primera de las obras de Garcilaso, que cuando sola quedara de tanto como tenemos que agradecer al tiempo que nos ha conservado, como de quejarnos dél por lo que nos quitó, bastaba para la honra de un gran varón; porque si se mira la poesía, es cuidadosa; si la materia, importantísima; si la disposición, extremada; si la dificultad de la mucha filosofía que en sí encierra, reducida con suma claridad a lo que solo el ingenio capacísimo de Garcilaso podía comprehender, no otro...» Poco menos dice Herrera en sus Anotaciones, pág. 250.

[313] El licenciado Juan López de Úbeda dice en el prólogo de su Vergel de Flores divinas (1582) que Garcilaso, Boscán, Castillejo y otros muchos autores después de haber gastado tiempo en escribir versos a lo humano, vueltos en sí, y comprendiendo la vanidad de sus escritos, «escribieron cosas maravillosas a lo divino, como la Conversión, de Boscán, que anda escrita de molde; la Elegía al Alma, de Garcilaso, y ansí otras muchas». No se sabe a que elegía de Garcilaso alude Úbeda. (Menéndez y Pelayo sospecha que acaso quiso referirse a esta Canción cuarta, Antología, XIII, pág. 393.)

[314] «Confesado: habiendo publicado mi mal. Este verso humilló mucho la grandeza de esta estanza.» (Herrera, pág. 250.) Es la única alusión de Garcilaso al dogma católico.

[315] «Describe hermosamente aquella interna discordia y guerra en que contrasta, reluchando, la razón, con el apetito sensual y bruto...» (Herrera, pág. 252.)

[316] a la hora por luego, inmediatamente: el escribano Rodrigo de Idoyaga, que actuó en el proceso de Garcilaso por lo del desposorio, empleaba con frecuencia este giro: «dijo que estaba presto de las complir, y para ello ir a la hora a la villa de Tolosa.» «E luego a la hora, visto lo susodicho, el dicho Corregidor dijo:» (Navarrete, págs. 211 y 220.) «Él, avergonzado, conoció su yerro; pidió perdón, que le dio a la hora de buena gana, contento de sastisfacerse de su injuria con la muestra de su valor y esfuerzo.» (Mariana, Historia. Conquista de Sevilla.)

[317] Se rindió la razón al apetito.

[318] «Aquí moraliza la fábula de Tántalo, el cual fingen los poetas que está en el infierno metido en el río con el agua hasta la boca, y cuando quiere beber, le huye el agua.» (Brocense, nota 40.)

[319] «Moraliza la fábula de Venus, que fingen los poetas que la prendió Vulcano en una sutilísima red, tomándola en adulterio con el dios Marte.» (Brocense, nota 41.) «Clemente Alejandrino dice en el Libro 2.º de su Pedagogo, que las cadenas con que fue presa Venus... son el oro y ornato mujeril... los aderezos, y vestidos y joyas, señales del adulterio...» (Herrera, Anotaciones, pág. 256. Trató esta fábula Ovidio en sus Metamórfosis, lib. IV, fáb. III.)

[320] Escribió Garcilaso esta Canción a la Flor de Gnido —D.ª Catalina San Severino, hermana del Príncipe de Bisignano y viuda del Duque de Traggeto— para persuadirla a ser menos esquiva con Mario Galeota, su cortejante, gran amigo del poeta. Hay otras opiniones, como se verá en la nota al verso 12; pero esta, apoyada directamente en el testimonio de D. Antonio Puertocarrero, yerno de Garcilaso, parece la más autorizada. (Herrera, pág. 266.) De esta bellísima composición dicen los críticos que nada le faltó si acertó con su halago a conseguir lo que antes no pudieran los rendimientos y obsequios del galán. (Navarrete, pág. 52.) El nombre de Mario Galeota aparece otra vez en el Soneto XXXIII.

[321] Este género de estrofas que Garcilaso trajo al castellano han quedado en nuestra poética con el nombre de liras por aparecer esta palabra en el primero de los presentes versos. Entre los que siguieron a Garcilaso escribiendo en liras sus canciones, ninguno honró tanto esta combinación métrica como el ilustre Fr. Luis de León.

[322] Tal fue el maravilloso prodigio que obró el infortunado Orfeo en los montes de Tracia lamentando la pérdida de su bella esposa Eurídice. (V. notas a los versos 942, Eg. II, y 144, Eg. III.)

[323] «En Nápoles hay un barrio que se dice Il Seggio di Gnido, que es como una parte donde se ayuntan los caballeros. Allí había muchas damas, entre las cuales una, llamada Violante Sant Severino, hija del Duque de Soma, era servida de un amigo de Garcilaso llamado Fabio Galeota.» (Brocense, nota 43.) Por Fabio, hijo de Vicencio Belprato, Conde de Aversa, que sirvió a Violante San Severino, escribió Garcilaso esta Canción, dice Tamayo, fol. 10, sin tener en cuenta la explicación dada antes por Herrera; y de estas afirmaciones viene la duda sobre si los interesados en esta Canción fueron Mario o Fabio, Catalina o Violante.

[324] En lo de sublimes ruedas se debe entender carros triunfales. (Herrera, pág. 268.) Si aludiese a la rueda de Fortuna sería superfluo el plural ruedas, como dice Tamayo, fol. 24; mas Garcilaso habla de los Capitanes romanos y sus triunfos, y así sublimes ruedas serán los carros triunfales y sublimidad del triunfo en que aquellos Capitanes se manifestaban al pueblo entre trofeos de sus victorias y cautivos encadenados; «y al tiempo que los truhanes van delante de los carros triunfales diciendo: ¡Viva, viva la invencible Roma!, por otra parte los pobres cautivos van, en sus corazones, diciendo a los dioses: ¡Justicia, justicia!...» (A. de Guevara, Reloj de Príncipes.) (Razonamiento de un germano al Senado de Roma.)

[325] Aquellos capitanes que domesticaron a los alemanes y a los franceses fueron los romanos, domesticadores también de España.

[326] Dice bien Herrera, pág. 266, que lo de ver una alusión al nombre de Violante, en convertido en viola, y negar por ello que esta Canción fuese escrita a D.ª Catalina, «es conjetura muy flaca y de poco fundamento». La conjetura es del Brocense, nota 43.

[327] Venus apareció en el mar flotando en una concha. A la concha de Venus amarrado, es alusión al apellido Galeota, como si dijera galeote, forzado de la galera de Venus. En esto están de acuerdo el Brocense, nota 43, y Herrera, pág. 269.

[328] Palestra: «En la habla griega significa lucha. Halló la palestra Mercurio, y su invención dice Filostrato que fue en Arcadia; y por ser el autor della, fingieron que era su hija.» (Herrera, Anotaciones, 269.) Garcilaso dice la polvorosa palestra, por el lugar o sitio donde se lucha.

[329] De estos versos se deduce que el cortejante de la Flor de Gnido era poeta; y, al efecto, dice el Brocense, nota 43, que «entre las rimas de diversos poetas hay una elegía de Fabio Galeota a Violante, que comienza: Andrete senza me, chara Violante...» Tal noticia defiende mucho a Fabio en cuanto a la propiedad de esta Canción de Garcilaso; mas, por lo que toca a Mario, candidato de Herrera, siendo joven, cortesano, galanteador y amigo de nuestro poeta, en tiempos en que tanto se estimaba la poesía en los palacios, no es difícil suponer que también escribiría versos.

[330] «Este lugar muchos le han querido enmendar por no entenderle; quiere decir: No debe ser notada una dama de ingrata, pues no tiene otra falta.» (Brocense, nota 43.) «No debe merecer nombre de ingrata quien carece de todos los demás vicios.» (Herrera, 270.)

[331] «Esta fábula cuenta largamente — Ovidio, Metam., lib. XIV, fáb. XIII. En suma es que Ifis andaba muy enamorado de Anaxárite, y no pudiéndola enternecer a sus plegarias, amaneciole un día ahorcado a la puerta. Y ella, como le vio, quedose helada y fue vuelta en mármol.» (Brocense, nota 43.) Está traducida por D. Diego de Mendoza, en coplas españolas, en la carta que empieza: «Amor, amor que consientes — que los días se me alarguen...» (V. Auts. Esps. Poetas líricos de los s. XVI y XVII, pág. 73.)

[332] Por las venas la sangre iba... Los comentadores de Garcilaso han creído hallar en estos versos una noticia de la circulación de la sangre, anterior a las alusiones del español Servet y a la explicación científica del inglés Hervey.

[333] «Es Némesis la venganza divina que castiga los soberbios y sus arrogancias.» (Herrera, 273.)

[334] El primero que aclimató el soneto en España fue Boscán; Garcilaso acabó de perfeccionar su estructura. Antes que ellos, el Marqués de Santillana escribió sonetos castellanos, pero su ensayo no fructificó. Sobre esto véase M. Menéndez y Pelayo, Antología, XIII, págs. 227-232.

[335] Lope imitó ceñidamente este soneto en el primero de sus Rimas Sacras, y el Duque de Sesa túvolo por modelo cuando en otro soneto, «con puntas de festivo, pero con ribetes de melancólico», lamentó la ruina de su hacienda. (V. F. Rodríguez Marín, Barahona, pág. 68.)

[336] Es caso tan lastimoso acuchillar a un rendido que el amante pudo fiar en esta imagen para mover su dama a compasión. Asimismo dijo Torres Naharro: «¿Cuál honra te pudo ser — Dar lanzada a moro muerto...» (Herrera, pág. 82.)

[337] Resulta corto este verso, llanamente pronunciado. Herrera le impone una diéresis violenta: Y-en-do-me a-le-jan-do-ca-da-dí-a. Tamayo le antepone una sílaba: Y-yen-do-me ale-jan-do... Remedio más sencillo parece deshacer la sinéresis del verso que uno y otro conservan en medio del verso, midiendo: Yen-do-me-a-le-jan-do-ca-da-dí-a. A esto da derecho la libertad con que los clásicos usaron de la diéresis y de la sinéresis, como se ve en Lope: Se-a-jus-to o-no-sea-jus-to; y en Góngora: E-llas-po-nían-el-de-dal; Y-yo-po-ní-a-la a-gu-ja. (V. Rodríguez Marín, l. c. en la nota, Eg. II, v. 15.)

[338] Dice el poeta que consolaría su amargura volviendo a ver a su dama, ¡teniendo siquiera la esperanza de volverla a ver!; fuera de esto, solo aguarda consuelo en la muerte; mas tan desgraciado se considera, que cree que ni la misma muerte le ha de hacer la misericordia de llevárselo —tan pronto como quisiera él—. Este mismo pensamiento puso Fernando de Cangas en una copla citada por Herrera en sus Anotaciones: «Y si es remedio a mi pena — Morir por causa tan buena — Yo sé que no moriré; — Porque no mereceré — Gozar de gloria tan llena.» El ilustre Azara dice que Garcilaso puso en los seis últimos versos de este soneto «una antítesis ridícula, esto es: que morirá si ve o no ve a su dama.» No es cierto: el poeta no dice que morirá si ve a su dama; todo lo contrario.

[339] Tras de la tempestad viene la calma. «Con lluvia y noche scura — Si el cielo se escurece, él se serena. — No si falta ventura — Agora ha de durar siempre la pena.» Horacio. (V. Brocense, nota 5.)

[340] Las amarguras de la ausencia inspiraron a Garcilaso, además del presente soneto, los núms. III, IX, XIX, XX y XXXVI. Del presente y del IX sospechó Tamayo, fols. 7 y 8, que debieron ser escritos en la isla del Danubio, donde el poeta estuvo desterrado. Esto mismo puede sospecharse del núm. XI.

[341] En este pasaje y en la Canc. IV, v. 6, da Garcilaso a la frase traer por los cabellos un valor distinto de su uso corriente. Dice traer por los cabellos de la violencia con que es aportado al discurso algún argumento, autoridad o consecuencia: «puesto que los refranes son sentencias breves (dijo Don Quijote a Sancho), muchas veces los traes tan por los cabellos que más parecen disparates que sentencias»; pero Garcilaso no se refiere al discurso, sino a la violencia moral de ser una persona arrastrada involuntariamente a una determinada acción. Tornado, vuelto, era ya para Herrera voz envejecida y desusada.

[342] Conocer lo mejor y, sin embargo, seguir lo peor es dejar triunfar la pasión sobre el pensamiento, el apetito sobre la voluntad, y esto es tan humano y tan frecuente, que se encontrará repetido en muchos poetas; Herrera cita ejemplos de Ovidio, Petrarca, Chariteo, Salvago, Rebeiro y Hurtado de Mendoza.

[343] Empleamos hoy quien, quienes, cuando el relativo se refiere a persona o cosa personificada; pero el uso antiguo lo empleaba también algunas veces como relativo de cosa: «Quiérote contar las maravillas que este transparente alcázar solapa, de quien yo soy el alcaide...» (Cervantes.) Por ligero tinte de personificación que a una cosa se atribuya, como en este verso ocurre con inclinación, cabe el uso de quien, según se puede ver en Rioja, Ercilla, Jovellanos, Alcalá Galiano, etc. (V. Andrés Bello, Obras completas, tomo IV, Madrid, 1903, págs, 179-182.)

[344] El pensamiento de este soneto es muy común entre los poetas. El amante libre de pasados amores y de sus amarguras, jura no volver por tales pasos; pero se le ofrece una nueva ocasión, un amor que no es como los otros ni está en su mano poderse valer contra él, y el poeta rinde su corazón una vez más.

[345] Esta antigua costumbre, de la cual hablan Virgilio, Horacio, Tasso y otros muchos poetas, no se ha perdido aun entre los marineros, y particularmente la conservan los pescadores.

[346] Como, no me parece aquí correlativo de tal, leo así: «Yo, como vano e incauto había jurado nunca más meterme, etc...»

[347] al camino por en el camino; este uso de al se conserva aún como provincialismo: «Ricardo no estuvo al baile; le encontré al arco del Alcázar.» (Ávila.)

[348] como perdidos: ciegamente como locos. (V. Canc. I, verso 12.)

[349] turo de turar: durar, permanecer. En los valles del Pirineo aragonés es aun corriente esta palabra en la forma de aturar: «atúrame exas crabas:=» detenme esas cabras.

[350] tamaño, tam magnus, quiere decir propiamente tan grande, pero aquí no con valor comparativo, sino absoluto, como cuando decimos: no se puede vivir en clima tan frío. Del uso de esta palabra en este verso han hablado largamente Herrera, Prete Jacopin y Tamayo de Vargas, y un buen comentario de ello se encuentra en Rodríguez Marín, Luis Barahona de Soto, pág. 680-681.

[351] «Este soneto es, sin comparación, el más dulce y suave de los de Garcilaso.» (Azara.)

[352] «Acordábase el Cisne que sus plumas habían vestido más color de fuego que de nieve... que su corazón había quemado muchas veces las alas en torno de unas luces mentidas... y comenzó a llorar lo que antes había cantado; porque derribando de su memoria las imágenes que habían ocupado sus aras, deshojando esperanzas y prendas antiguas, decía inspirado de mejor Numen: ¡Oh, dulces prendas por mi mal halladas!» (Cienfuegos, Vida del Grande San Francisco de Borja, Madrid, 1726, pág. 52.)

[353] También Herrera en un soneto decía al Betis: «... destilado — Iré en tu curso largo y extendido, — en llanto desatado — Seré en tus blancas manos recogido.» (Anotaciones, pág. 129.)

[354] Dicen que fue Dafne una hermosísima hija del río Perseo, de Tesalia, y que encendido Apolo en amor loco, la seguía, perdido por ella; y ya que la iba alcanzando, suplicó Dafne a la Tierra, su madre, que la recogiese en sí, librándola de aquel trance, y la tierra escuchó su voto y transformó a la doncella en un bello laurel, al pie del cual tanto ha llorado Apolo su imposible amor, que con sus lágrimas mantiene al laurel siempre verde y lozano. (Ovidio, Metam., lib. I, fáb. X.)

[355] El símil de la madre y el hijo doliente contenido en estos primeros versos, hállase también rimado por Boscán y Hurtado de Mendoza, y procede, según el Brocense, nota 16, y Menéndez y Pelayo, Antología, XIII, 302, del gran poeta del amor, Ausías March: «Li’n pren aixi com dona ab son infant, — Que si veri li demana plorant, — Ha tant poch seny que no l’sab contradir.» (Cants d’Amor, XXVIII.)

[356] Recuerda en estos versos el prodigio del amoroso llanto de Orfeo, por manera semejante a como se lee en las dos primeras liras de la Canción A la Flor de Gnido.

[357] Hizo Garcilaso este soneto como epitafio a la sepultura de su hermano D. Fernando, que murió de pestilencia en Nápoles, de edad de veinte años, hallándose en el ejército del Emperador Carlos V contra los franceses.

[358] Ese fiero ruido que quiere imitar el estampido del rayo que Vulcano labró en las fraguas del Etna para el padre Júpiter, es el ruido de la artillería, «cruelísimo linaje de máquina militar que llamaron bombarda, del estruendo y ardor, y nosotros lombarda... Pero no eran estas como las de ahora, sino más cortas y más gruesas, que por ventura debían ser las piezas que hoy llaman morteros.» (Herrera, págs. 149-150.)

[359] Parténope es la ciudad de Nápoles, como queda dicho en la Eleg. II, v. 38.

[360] «Por ventura fue este numeroso y bellísimo y afectuoso soneto escrito a Julio César, poeta napolitano, de la nobilísima casa Caraciola de aquel reino.» (Herrera, página 184.)

[361] Garcilaso, partiendo de Nápoles, parece ser que había ido precisamente adonde vivía la dama de Julio, y Julio había quedado en Nápoles, donde vivía la dama de Garcilaso; uno y otro, pues, podían cambiarse nuevas, noticias, de sus damas respectivas. ¿Por qué ha de ser ridículo de puro exquisito, este modo de explicarse? Azara es algo descontentadizo: Garcilaso no escribió este soneto para nosotros, sino para Julio, que estaría bien enterado de los pormenores de su asunto, y que, por consiguiente, no había de tropezar en las dificultades de que Azara protesta.

[362] Una ausencia de la dama del poeta le inspiró las quejas del presente soneto.

[363] En un ejemplar antiguo que manejó el Brocense, nota 24, leíase largueza en vez de guerra, palabra que, a mi juicio, aclara más el pensamiento del poeta, el cual, acongojado por la partida de su dama, abrázase a su propia pena, deseando atajar así la largueza del camino, es decir, deseando abreviar su vida.

[364] «Este soneto fue escrito a D. Pedro de Toledo, Marqués de Villafranca y Virrey de Nápoles; aunque algunos piensan que a D. Alonso de Ávalos, Marqués del Vasto, grande amigo de Garcilaso.» (Herrera, pág. 168.)

[365] «El argumento de este soneto es caso particular, y por eso difícil de inteligencia. Parece que yendo a ver a su señora, que tenía descubiertos los pechos, el poeta puso los ojos en ellos, alargándose en la consideración de la belleza del alma, aunque el duro encuentro de la hermosura corporal impidió su intento, y compelió a olvidar su primer pensamiento y parar en la belleza exterior.» (Herrera, pág. 170.)

[366] La precedente explicación pareció a Herrera más acertada que las demás conjeturas que se le ocurrieron, y en esto coincidió con el Brocense, el cual decía de este primer terceto, que la dama, pesándole de que el poeta le hubiese visto el pecho, «acudió con la mano a cubrillo y hiriose, con algún alfiler de la beatilla, en él». (Nota 25) Tamayo, fol. 11, se muestra conforme con esta interpretación más material que espiritual; sin embargo, Azara dice que «las circunstancias con que lo visten Herrera y Sánchez son conjeturas que no satisfacen».

[367] gonna: ropa larga de mujer, a manera de bata. El poeta, considerando la picadura del alfiler como golpe de saeta de amor, se duele de que su herida no hubiese pasado más allá de la gonna. Este verso «del Petrarca, Canc. IV, Stanc. II, reprehenden, por ser introducido entre los castellanos; más engáñanse, no considerando que debía de ser este soneto para alguna señora de Italia, donde tan favorecido vivió Garcilaso, fuera de que no es cosa vituperable cuando se toman estos versos de hombres insignes»... (Tamayo, notas, fol. 11.)

[368] Dice la Pipota en Rinconete y Cortadillo: «Holgaos, hijos..., que vendrá la vejez y lloraréis en ella los ratos que perdisteis en la mocedad, como yo los lloro»; que no es otra cosa sino lo que dijo Ausonio en su famoso epigrama: «Collige, virgo, rosas...», mil veces repetido y parafraseado por los poetas españoles y extranjeros (V. ejemplos en Herrera, Anotaciones, págs. 175, 186, y F. Rodríguez Marín, Barahona, págs. 295-297 y 628-630), y asimismo, lo que una vieja de antigua edad aconsejaba a la bella Melisenda, encendida en amores del Conde Ayuelos: «Mientras sois moza, mi hija, — placer vos querades dar — que si esperáis a vejez — no vos querrá un rapaz.» (R. Menéndez Pidal, El Romancero Español, The Hispanic Society of America, 1910, pág. 26.)

[369] «Este soneto fue escrito a la Marquesa de la Padula, D.ª María de Cardona, hija del Marqués D. Juan de Cardona... Fue su esposo D. Artal de Cardona, Conde de Colisano... Después casó en el año de 1538 con D. Francico de Este, hermano del Duque de Ferrara. Por ella escribió Mario de Leo el Amor preso, y a ella dedicó el Gesualdo sus Comentos en Petrarca. Fue muy discreta y valerosa, inclinada al conocimiento de la historia y poesía, y aunque no muy hermosa, tuvo mucha gracia y donaire.» (Herrera, pág. 187.)

[370] Se ha hecho clásico este elogio de llamar décima Musa a una dama docta, como cuarta Gracia a una dama bella, siendo nueve las Musas, las moradoras del Parnaso, y las Gracias, tres; D. Adolfo de Castro llama a doña Cristobalina Fernández de Alarcón décima musa antequerana (Auts. Esps. Poetas Líricos de los siglos XVI y XVII, Madrid, 1854, tomo I, pág. 31), y el Sr. Rodríguez Marín (Luis Barahona de Soto, Madrid, 1903, pág. 425), a propósito de D.ª Rosalía de Castro, dice también «la dulce Rosalía, décima musa del Parnaso de España, y no primera, sino única, del gallego».

[371] Luis Tansillo (¿1510?-1568), poeta italiano, autor del malicioso poema Il Vendemmiatore, que la Inquisición condenó, y de Le Lagrime di San Pietro. Estuvo con Garcilaso en la expedición a Túnez. — Antonio Sebastián Minturno, obispo y literato italiano († 1574), que escribió varias poesías y libros de erudición. — Bernardo Tasso, (1493-1569), poeta italiano también, Secretario del Príncipe de Salerno, cantor de la bella Ginebra Malatesta, amante de Tulia de Aragón y padre del famosísimo Cisne de Sorrento, que escribió la Jerusalén conquistada y la Aminta. Bernardo Tasso fue autor del poema Amadigi (Amadís de Gaula).

[372] Helicona por Helicón. Monte de Grecia consagrado por los poetas como el Pindo y el Parnaso; en él tenían su morada Apolo y las Musas.

[373] Habla el poeta junto a la sepultura de su dama.

[374] Este soneto, por su honda melancolía y por la llaneza de su forma, me parece uno de los mejores de Garcilaso. Es un lamento lleno de amargura. Los que le han censurado cuando sutiliza y alambica a la manera italiana, no debieran haber callado su elogio en este lugar.

[375] El poeta, experimentado en amarguras, había jurado nunca más amar, pero una sirena napolitana cautivó su espíritu, soneto VII; dio cuenta a Boscán del principio de esta aventura en el soneto XXVIII, guardando, respecto a quien fuese la dama, absoluta reserva; esto pudo ocurrir a fines de 1532; el poeta no era ya un mancebo, pero se enamoró con loco encendimiento, y rindiose apasionadamente a la sirena misteriosa, soneto V; un feliz descuido del tocado, soneto XXII, le arriesgó a un consejo malicioso, soneto XXIII, y, al mismo tiempo, lamentaba rigores, cuidados, arrepentimientos y sospechas, sonetos XV, XX, XXVII, XXX y XXXI. Llegó la empresa de África: el poeta, desde Túnez, duélese de su ausencia, soneto XXXV; y desde Sicilia, a su regreso, confía a Boscán sus inquietudes, temeroso de olvidos y mudanzas, Elegía II. Volvió el poeta a Nápoles, hacia septiembre de 1535; su dama no le había sido infiel, pero había muerto, o acaso murió poco después de su llegada; en los sonetos XXV y XXVI hay un hondo dolor, un dolor verdadero; un año después murió el poeta. Tal pudo ser, en fin, esta historia sencilla y sentimental. Una duda: estos dos últimos sonetos pueden ser también a la muerte de D.ª Isabel Freyre. (V. Eg. I., v. 2, nota.)

[376] «Niega Morel-Fatio (L’Espagne au XVIe et au XVIIe siècle, pág. 602) que este soneto, imitado de Ausías March, pueda ser de Garcilaso, porque este no se hubiera atrevido a truncar el endecasílabo, y le atribuye a Boscán o D. Diego de Mendoza. Pero es cierto que Garcilaso, en la Canc. II, usa con insistencia los versos agudos (véase la nota a la Canc. II, v. 68), y nada tiene de particular que los emplease imitando unos versos de Ausías, puesto que el original catalán los tiene también. Hay de este soneto una refundición en que los agudos se han convertido en graves (publicada por Knapp, por Morel y por Walberg, notas a Juan de la Cueva, pág. 91), según copias distintas: Amor, amor, me ha un hábito vestido. Esta refundición lleva en los manuscritos el nombre de Mendoza. Hay, finalmente, otra refundición, también sin agudos, de que se valió el Brocense en su edición de Garcilaso. D. Diego de Mendoza imitó el mismo pasaje de Ausías en una canción.» (M. Menéndez y Pelayo, Antología, XIII, pág. 221, nota.)

[377] salvatiquez, en italiano selvatichezza. La e de la primera sílaba de selvatiquez se ha transformado en a, por asimilación de la a siguiente, por influencia de la forma vulgar salvaje (silvaticu), o por ambas causas; casos análogos: balanza (bilance), zarcillo (circellu), ant. cercillo, etc. (V. R. Menéndez Pidal, Gram. Hist., Madrid, 1905, § 18-3.) También otro cultismo: parálisis, dejose influir por la forma vulgar perlesía, dando origen a paralisía. (Bulletin de Dialectologie romane, Bruxelles, 1909, pág. 126.)

[378] Leandro, para ver a su amante Hero, atravesaba de noche, a nado, el Helesponto. Hero le orientaba desde su torre con la luz de una antorcha. La posibilidad del viaje de Leandro fue demostrada experimentalmente por Lord Byron, atravesando a nado aquel estrecho, entre Sestos y Abidos, en 31 de mayo de 1810, según él mismo refiere en una nota del canto 2.º de Don Juan. Una noche de tempestad apagose la luz; Leandro, perdido entre bravas olas, murió ahogado, y Hero murió también al descubrir desde la orilla su cadáver. De la historia de este bello asunto en nuestra literatura ha hecho un magnífico estudio el Sr. Menéndez y Pelayo en su Antología, tomo XIII, págs. 334-378.

[379] esecutá por ejecutad. (V. nota al v. 253 de la Eg. II.) La pérdida de la d final en la pronunciación de los imperativos vení, poné, mirá, etc., nació, sin duda, en el lenguaje familiar; este valor tiene el testimonio de Santa Teresa (Las Moradas, ed. Clásicos Castellanos, Madrid, 1910, pág. 43, nota 16), aparte de la tradición de dicho fenómeno conservada en la Argentina: cantá, hacé, y en la lengua literaria ante el pronombre os: andaos, salíos (excepto idos); pero los clásicos, desde Garcilaso, adoptaron también aquella pronunciación, y pusiéronla en moda: «Andá, señor, que estáis muy mal criado.» (V. Bello-Cuervo, Gramática, París, 1907, § 614; R. Menéndez Pidal, Gram. Hist., § 107-2.)

[380] contrastado: resistido.

[381] poner por deponer, rendir las armas.

[382] despojos: las armas del vencido y demás restos de la derrota de que se rodeaban los victoriosos en sus carros triunfales. (V. Canc. V, v. 17.)

[383] Endecasílabos de muiñeira, propuestos, como endecasílabos malos, por no tener los acentos en su sitio, para ingresar en la sala segunda del Hospital de los versos incurables, fundado por D. Eduardo Benot en su Prosodia castellana y versificación, tomo III, págs. 154-249:

—Oh, crudo nieto, que das vida al padre—

—Ora clavando del ciervo ligero. —Eg. II, v. 194.

—Cómo pudiste tan presto olvidarte. —Eg. II, v. 578.

—Hace tremer con terrible sonido. —Hurtado de Mendoza.

—¡Qué! ¿no te acuerdas de cuando cantando? —Barahona.

—Se la mia vita dall’ aspro tormento. —Petrarca.

—Gran Cardinal di la Chiesa di Roma. —Ariosto.

(V. F. Rodríguez Marín, Barahona, pág. 425.)

[384] Supónese esta genealogía: El espíritu engendra el amor, y del amor, en maridaje con la envidia, nacen los celos; estos, que son el monstruo parido por la envidia, son el nieto cruel que encendiendo el amor matan el alma —dan vida al padre y matan al abuelo.

[385] «Hermosísima alegoría por todo el terceto, y no sé si se hallará en la lengua latina otra más ilustre y bien tratada que esta.» (Herrera, Anotaciones, pág. 209.)

[386] A Mario Galeota. Soneto núm. XXXV en las ediciones de Azara y Castro. Expedición a Túnez contra Barbarroja. El 14 de julio de 1535, el ejército del Emperador se apoderó del fuerte de la Goleta, y estuvo en aquella empresa Garcilaso con su hermano D. Pedro Laso, el Marqués de Lombay, D. Diego Hurtado de Mendoza y otros muchos caballeros ilustres. Doce guerreros, Garcilaso entre ellos, se atrevieron a acometer ochenta caballos númidas que les provocaban; fue el aprieto grande; nuestro poeta fue socorrido por Federico Carraffa, napolitano, y por el César en persona, que sabiendo el peligro en que se encontraba le ayudó con sus hombres y peleó a su lado. Garcilaso salió herido de dos lanzadas, en la mano diestra y en la cara; esta le interesó la lengua, dejándole cierto defecto de pronunciación que le agraciaba. (Cienfuegos, Vida del Grande San Francisco de Borja, pág. 50; Navarrete, págs. 62, 65 y 66.)

[387] Alude a la leyenda de la famosa espada que Dionisio I, tirano de Siracusa, hizo colgar, suspendiéndola de un cabello, sobre la cabeza de Damocles, en tanto que le rodeaba de todo el regalo y la suntuosidad de un rey, para dar a entender a aquel cortesano cuán poco envidiables eran las grandezas que tanto le elogiaba, teniendo que gozarlas bajo la constante amenaza de un peligro mortal: el odio, la envidia, la ambición.

[388] Como esto es lo que dijo D. Diego Hurtado de Mendoza en su carta IX, tercetos 33-36, dirigida a don Diego Laso (Auts. Esps. Poetas líricos de los siglos XVI y XVII, Madrid, 1854, tomo I, pág. 65):

«Dulce ver es de tierra un bravo viento...

No porque el mal ajeno te contente,

Mas porque, en la verdad, es dulce cosa

Carecer del dolor que el otro siente...»

Garcilaso y Mendoza, según Herrera, imitaron aquí a Lucrecio. (Anotaciones, pág. 211.)

[389] A Boscán, desde la Goleta. Soneto núm. XXXIII, en Azara y Castro. Por lo que Garcilaso dice en estos últimos versos de este soneto, se ha supuesto que debió tener alguna aventura galante en la Goleta, durante la curación de sus heridas (Cienfuegos, o. c., lib. II, pág. 50; Navarrete, pág. 66, nota 1); me parece que no hay suficiente fundamento para esta conjetura; el 14 de julio, con la toma de la Goleta, o acaso después, en alguna escaramuza, fue herido Garcilaso, el 20 se sometió Túnez, y el 12 de agosto regresaron las tropas a España; ciertamente, en menos de un mes que Garcilaso estuvo en la Goleta, y con heridas que le tuvieron a los umbrales de la muerte (Navarrete, pág. 65), ¿qué aventuras galantes había de tener?... más lógico es relacionar estas quejas de su alma temerosa y estas incertidumbres de sus esperanzas, con los temores y las incertidumbres de que pocos días después hablaba a Boscán en la Eleg. II, por la suerte que en su ausencia hubiera podido seguir el nido que su corazón había dejado en Nápoles.

[390] Hasta aquí llegan los sonetos en Herrera; los seis últimos, desde el XXX inclusive, los admitió como auténticos por opinión común y por afirmación de D. Antonio Puertocarrero, yerno de Garcilaso; pero desechó los tres siguientes por no parecerle tan segura su autenticidad (Anotaciones, pág. 206); yo pongo también estos siguiendo una costumbre establecida; conservo estrictamente el texto del Brocense, Opera Omnia, Genevae, 1766, tomo IV.

[391] De este soneto, como del XXXII y XXXVIII, decía el Brocense «que se tienen por de Garcilaso, de un libro de mano».

[392] Tamayo admite este soneto como auténtico; el Brocense lo considera dudoso; Herrera y Azara lo rechazan, y Castro lo tiene por indigno de Garcilaso. Verdaderamente, con tan desdichado juego de sentir, siento, sienta, sentillo y sello, su autor acertó a decir poco de provecho; tal vez no es sino un pobre soneto advenedizo, que debe su fortuna al desconocido editor de aquel libro de mano en que lo encontró el Brocense, figurando entre las demás composiciones de Garcilaso como hijo de la misma mano.

[393] Estas pocas composiciones al estilo antiguo de Castilla, acaso no fueron las únicas que escribió Garcilaso, pero la ruina que alcanzó seguramente a todas las poesías de nuestro poeta, por causa de su orfandad, debió señalarse en las de este género, como más humildes y menos estimadas. Herrera no las acogió en su edición. Los versos cortos, ante la magnificencia del endecasílabo italiano, vinieron a creerse incapaces de conceptos graves, y por esto, y por ser vicio común dar más estima a las cosas extrañas que a las nuestras, cayeron en menosprecio. (Tamayo, fols. 80-82.) Según Castro, esta primera Canción lleva en un manuscrito de Iriarte el siguiente epígrafe: A doña Isabel Freyra, porque se casó con un hombre fuera de su condición.

[394] En otras ediciones lleva este epígrafe: A una partida.

[395] Epígrafe: Traduciendo cuatro versos de Ovidio.

[396] «A una señora que andando él y otro paseando, les echó una red empezada y un uso comenzado a hilar en él, y dijo que aquello había trabajado todo el día.» En el citado manuscrito de Iriarte, según Castro, decía: A D.ª Mencía de la Cerda que le dio una red y díjole que aquello había hilado aquel día.

[397] «Glosa de Garci-Lasso sobre este villancico», dice el Brocense; el villancico solo lo forman los tres primeros versos, y dice Castro que, según se ve en las obras de Boscán, esta copla fue escrita a D. Luis de la Cueva porque bailó en palacio con una dama que llamaban la Pájara. Boscán, el Duque de Alba y otros muchos caballeros escribieron a propósito del mismo asunto.

[398] «En un códice de poesías varias que perteneció al célebre anticuario aragonés D. Vicencio Juan de Lastanosa, y más tarde a los Iriartes, se leen estas redondillas: A Boscán, porque estando en Alemaña danzó en unas bodas.» Las publicó Gayangos, notas a Ticknor, tomo II, pág. 488. El Sr. Menéndez y Pelayo, Antología, XIII, pág. 479, supone que Boscán debió ir a Alemania acompañando al Duque de Alba, como Garcilaso, cuando el socorro de Viena, 1532, aunque el poeta no le menciona en la descripción que de aquel viaje dejó en la Eg. II.

[399] Esta carta escribió Garcilaso de la Vega en 1533, hallándose en Barcelona como emisario del Virrey de Nápoles; sirve de prólogo a la traducción de El Cortesano hecha por Boscán, y es la única muestra que la áurea pluma de nuestro poeta dejó de la excelencia de su prosa. D.ª Jerónima Palova de Almogávar, parienta, acaso de Boscán, a juzgar por el segundo apellido, es la misma a quien este dedicó su libro. Sigo el texto dado por D. Tomás Tamayo de Vargas en su edición de Garcilaso, Madrid, 1622. El Brocense, Herrera, Azara y Castro no publicaron esta carta.

[400] «Andando yo en estas dudas, Vuestra Merced ha sido la que me ha hecho determinar, mandándome que le tradujese; y así todos los inconvenientes han cesado, y solo he tenido ojo a serviros.» (Boscán, Carta-dedicatoria a D.ª Jerónima Palova.)

[401] «Mas como estas cosas me movían a hacello, así otras muchas me detenían que no lo hiciese, y la más principal era una opinión que siempre tuve de parecerme vanidad baja y de hombres de pocas letras andar romanzando libros; que aun para hacerse bien vale poco, cuanto más haciéndose tan mal que ya no hay cosa más lejos de lo que se traduce que lo que es traducido... viendo yo esto, y acordándome del mal que he dicho muchas veces de estos romancistas (aunque traducir este libro no es propiamente romanzalle, sino mudalle de una lengua vulgar en otra quizá tan buena), no se me levantaban los brazos a esta traducción.» (Boscán, ibid.)

[402] Y aun antes de que viniese a manos de Boscán, puesto que Garcilaso fue quien lo envió a su amigo desde Italia: «No ha muchos días que me envió Garcilaso de la Vega, como Vuestra Merced sabe, este libro llamado El Cortesano, compuesto en lengua italiana por el Conde Baltasar Castellón.» (Boscán, ibid.)

[403] El famoso autor de Il Cortegiano, Baltasar Castiglione, nació en tierra de Mantua, el 6 de diciembre de 1478, y murió en Toledo el 2 de febrero de 1529, siendo Nuncio en España del Papa Clemente VII, en cuyo tiempo las tropas imperiales saquearon a Roma. El Conde Castiglione «fue hombre de armas y hombre de corte, aventajado en todos los ejercicios y deportes caballerescos, maestro en el arte de la conversación y en todo primor de urbana galantería; profesor sutil de aquella filosofía de amor que la escuela platónica de Florencia había renovado doctamente; curioso especulador de la belleza en los cuerpos, en las almas y en las puras ideas; conocedor fino en las artes del diseño; amigo y consejero de Rafael, en quien parece haber inoculado su propio idealismo estético; pensador político y ameno moralista; poeta lírico y dramático y organizador de fiestas áulicas: todas estas cosas era Castiglione, sin sombra de pedantismo, con aquella cultura íntegra y multiforme, con aquella serena visión del mundo que renovaba los prodigios de la antigüedad en algunos espíritus selectos del siglo XVI». (M. Menéndez y Pelayo, Antología, XIII, págs. 80-81.) Primera edición de su obra: Il Libro del Cortegiano | del Conte Baldesar | Castiglione (Escudo del impresor con el áncora aldina.) Colofón: In Venetia, nelle case d’Aldo Romano, et d’Andrea d’Asola | suo Suocero nell’ anno MDXXVIII | del mese d’aprile. La más sabia edición y comentario: Il Cortegiano del Conte Baldesar Castiglione, annotato e illustrato da Vittorio Cian. Firenze, Sansoni, 1894.

[404] Libros que matan hombres; ¿aludirá a los de Caballerías? Sería de notar tan temprana protesta.

[405] «Yo no terné fin en la traducción deste libro a ser tan estrecho que me apriete a sacalle palabra por palabra; antes, si alguna cosa en él se ofreciere, que en su lengua parezca bien y en la nuestra mal, no dejaré de mudarla o de callarla.» (Boscán, ibid.)

[406] «El sujeto del libro es tal, y su proceso tan bueno, que quien le leyere será muy delicado si entre tantas y tan buenas cosas no perdonare algunas pequeñas, compensando las unas con las otras.» (Boscán, ibid.)

[407] Publicó Boscán su traducción en 1534: Los cuatro libros del Cortesano, compuestos en italiano por el Conde Baltasar | Castellón, y agora nuevamente traducidos en len | gua castellana por Boscán. (Escudo de las armas reales.) Con privilegio imperial por diez años. Colofón: Aquí se acaban los cuatro libros del Cortesa | no, compuestos en italiano por el Conde Baltasar Castellon, y traducidos en lengua castellana por Boscán, imprimidos en | la muy noble ciudad de Barcelona por Pedro Mon | pezat, imprimidor. A dos del presente mes de abril | Mil y quinientos treinta y cuatro. Fol. gót., 113 hojas.

[408] Don Eustaquio Fernández de Navarrete, hablando de la traducción de El Cortesano dice: «Al ver la gran ventaja que su elegante y castiza prosa lleva, no solo a los duros y penosos versos del autor (Boscán), sino aun a la de los prólogos que acompañan sus poesías, hemos sospechado que en esta perfección debió tener parte la mano de Garcilaso. Este, por empeño de Boscán, estuvo presente a la última línea, y aunque por modestia nos diga que asistió más como hombre acogido a razón que como ayudador de ninguna enmienda, no cabe duda de que sus consejos y advertencias serían de grande utilidad al traductor. Nos dice, además, que él tomó a su cargo la copia que se remitió a D.ª Jerónima —esto parece decir en las dos últimas líneas—; y en ella su gusto y conocimiento de la lengua, es posible corrigiesen todo aquello que ofendiese a sus delicados oídos, dando así a esta obra un sabor de elegancia de que carecen las obras de Boscán.» Vida de Garcilaso, Col. de documentos inéditos para la Historia de España, tomo XVI, pág. 165. Todo esto es mera conjetura, y es, a mi juicio, querer deducir demasiado de las palabras de Garcilaso; para menguar de tal modo a Boscán la gloria de su trabajo se necesitan pruebas más seguras; por otra parte, la carta de Boscán, muestra cierta de su prosa, a D.ª Jerónima Palova, está evidentemente a la altura de la de Garcilaso y no desdice del estilo de lo demás del libro; por estas razones, acaso, el Sr. Menéndez y Pelayo en su libro Juan Boscán no hizo mención de las sospechas de Navarrete.

[409] «De antiguo viene la costumbre de los prólogos ajustados por mano amiga al talle de la obra, pero pocos habrá tan galanos y discretos como este y tan finamente justos. El fallo de Garcilaso quedó como inapelable.» (M. Menéndez y Pelayo, Antología, XIII, pág. 114.)

[410] Don Álvaro de Bazán, Capitán General de las Galeras de España, aportó en Génova el 19 de mayo de 1536 con 3000 soldados españoles, reclamados por el Emperador para la guerra que se preparaba contra el rey francés. Garcilaso fue nombrado Maestre de Campo de estos soldados, y hallándose en Génova para recibirles, escribió al Emperador la presente carta dándole cuenta de su gestión. El Sr. Navarrete puso al frente de su Vida de Garcilaso un facsímil de esta carta que se conserva autógrafa. Dicho facsímil transcribo conservando todos sus detalles para que pueda tenerse más fiel idea del original.

[411] S. C. C. M. Sacra Cesárea Católica Majestad.

[412] El Príncipe a quien Garcilaso se refiere es el famoso Capitán Andrea Doria, de cuya autoridad dependía él por orden del Emperador.

[413] Era embajador español en Génova el caballero don Gómez Suárez de Figueroa.

[414] Nuestro Señor la Sacra persona de Vuestra Majestad, etc.

[415] Srios, señoríos.

[416] En el sobre dice: A la S. C. C. M. del Emperador Rey nuestro Señor.

[417] Sigo el texto dado por Tamayo, el cual, a propósito de este epigrama de Garcilaso, dice: «De sus versos latinos, celebrados por el Bembo, Tansillo, Jovio y Boscán nos quedó por muestra un elegantísimo epigrama al fin del Caballero Determinado de D. Fernando de Acuña, que es tal que no se puede mejorar en invención, elocución y gallardía.»



*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 68131 ***